Escribe Graciela Ruth Paz
(especial para 20Once)
Edgardo Novick, líder del Partido de la Gente, dijo la semana pasada en el programa No toquen nada, que el senador nacionalista Luis Lacalle Pou es de extrema derecha.
Bueno, no es precisamente una caracterización feliz. No se sabe si fue una burrada o una pretensión de ubicar a uno de sus posibles contendientes en las próximas elecciones nacionales, en un terreno fácilmente descartable.
Extrema derecha es una filiación con connotaciones fascistas, significa adherir a principios muy distantes de nuestra vida democrática y republicana. Dudo que haya suficientes ciudadanos uruguayos que puedan ufanarse de esta pertenencia ideológica con convicción y satisfacción. Puede existir algún rezagado del triste pasado, algún nostálgico de los preceptos autoritarios de la oscura noche, alguien tentado a invocar la imposición y la autoridad dispar y envalentonada, pero me atrevo a decir que deben ser casos aislados.
La significancia de esta afirmación respecto a la filiación ideológica del candidato con más chances a disputar la contienda con el Frente Amplio es sino una idea sin asidero, una forma de sacar del medio al representante del Partido Nacional haciéndolo poco querible. Pero en todo caso y no es menor el enfoque, plantea la descalificación antes que la discusión de una plataforma de campaña, de una lista de temas a proponer, de confrontación si, pero de propuestas y de agenda (ya que dicen que el gobierno se quedó sin una).
Si quiere convencer a la gente de su opción como válida y merecedora del respaldo en las urnas debería contarnos que quiere hacer distinto, que siente como deber de hacer y como lo va a hacer.
Por ahí va la conquista de los votos de los disidentes a los que él apela.