Sylvia Rotunno*/ sylviarotunno@gmail.com

Ser mucama, jardinero o cocinera, son  profesiones u oficios,  con las que ningún padre  sueña para sus hijos. Porque el bajo estatus que poseen, viene unido a la mala remuneración. El servicio doméstico, apenas si sobrevive con el salario mínimo nacional. Lo paradójico es que estas personas se tornan muy necesarias para sus empleadores. Casi imprescindibles. El día que falta “la empleada“ es una gran complicación para toda la familia. Pero lo más extraño de todo, es que –pese a ser tan necesarias- los patrones no solo que les pagan muy poco, sino que suelen quejarse bastante de sus empleadas domésticas. Es muy común escuchar  que faltan, que no cumplen como es debido, que hacen las cosas a medias, que son “todas iguales”…
La lucha de clases y el conflicto empleado-empleador, se hacen muy visibles en este sector de las relaciones humanas y el trabajo.

En la medida en que la economía prospera en una localidad y se abren fábricas u otras fuentes de trabajo, el servicio doméstico escasea. Porque es lo que se elige por descarte, cuando no hay otra opción.

Lo mismo pasa con la profesión docente: no tiene estatus, ni remuneración atractiva. Los padres prefieren que sus hijos –si son buenos estudiantes- vayan a la Universidad para convertirse en médicos, licenciados o arquitectos, en lugar de hacerse maestros.

La sociedad tiene una actitud ambivalente para con los educadores de sus hijos: por un lado sabe que le son imprescindibles, pues quiere y valora educación de calidad que el hogar nunca podría brindar, pero –paradójicamente-  les paga muy poco, y los denuesta permanentemente.

Hoy, en el imaginario colectivo, la culpa de todo el estancamiento educativo radica en los docentes. Porque faltan, porque hacen paros, porque no trabajan lo necesario, porque no cumplen su tarea como es debido. Los sindicatos que protegen sus derechos, son vistos como el enemigo público número uno de los alumnos y de la buena educación. La derecha más rancia cuestiona la presencia de representantes gremiales en los órganos de conducción de la enseñanza. Quieren que la educación esté dirigida exclusivamente por el poder político, aunque los parlamentarios poco o nada conozcan de las Ciencias de la Educación.

Si es tan necesaria la educación, ¿quién va a ocuparse de ella en el futuro cuando ya no haya más maestros ni profesores titulados?

Porque mientras la Universidad viene multiplicando matrícula y  egresos año a año, los nuevos docentes son cada vez menos. En 2014 –según Celsa Puente-quedaron 3.000 horas de Secundaria sin cubrir por falta de Profesores. En Primaria -según Florit- cada año se jubilan 1.000 maestros y se reciben 600. El déficit se viene acumulando. Y si a eso le sumamos todos los que se van a trabajar en otros lados donde pueden percibir mejor salario (BPS, Policía, empresas privadas, Bancos, Intendencias, etc.) el futuro está complicado…

No hemos entendido que si queremos buenos docentes, que se capaciten permanentemente, que sean responsables y hagan una buena tarea, debemos captar a los mejores alumnos de bachillerato para que estudien Magisterio o Profesorado. Captarlos mediante una buena oferta salarial, darles una buena capacitación de nivel universitario, y  entonces sí, exigirles un nivel de excelencia. No olvidemos, que  no alcanzaron los votos en el Parlamento, para convertir Formación Docente en carrera universitaria. Dice Jana Rodríguez Hertz, “el nivel educativo de un país, raramente supera al de sus docentes”.

Del mismo modo que lo que se espera de una empleada doméstica es que haga lo que nadie quiere hacer, que es limpiar lo que otros ensucian, por un muy bajo salario,  el encargo social que pesa sobre los docentes es lidiar con los problemas sociales como la violencia y la marginalidad, o sea,  “limpiar” los errores que la propia sociedad genera .

La sociedad precisa del maestro para que se encargue de enseñar y corregir a sus propios hijos, tarea que los padres no pueden asumir. Que se encargue  de transmitir y generar conocimientos y valores, y –sobre todo- exige que mediante la educación de calidad, los docentes logren la movilidad social ascendente de los sectores más vulnerables y sumergidos, reparando así la fragmentación que la propia sociedad crea en su seno.

Del mismo modo que algunos padres dejan  en manos de la niñera lo más valioso que tienen, que son sus hijos, y les pagan un salario insuficiente, la sociedad encarga a los docentes una tarea importantísima para su supervivencia pero –paradójicamente- se niega a jerarquizarla como es debido.

*Maestra y profesora de filosofía.

 

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