Bitacora de viaje – | parte 1
Por Héctor Rodríguez
En medio de la alegría por algunos historicos cambios poliitcos -que la mayoría de su población ven con buenos ojos, pese a una escalada en los precios de la canasta básica- la muy agradable gente colombiana me vuelve a recibir con alegría y respeto.
Despues de un periplo que duró casi 24 horas desde que salimos de Paysandú, Bogotá nos da la bienvenida en medio de una llovizna persistente, pero con su cordialidad y buena onda característica. La capital colombiana (y del departamento de Cundinamarca) es la terecera capital mas alta del mundo, está a 2700 metros sobre el nivel del mar, razón por la cual su clima es muy diferente al resto del país, el frío que tiene todo el año le ha valido el apodo popular de la “nevera”(*) de Colombia.
Despues de unos dias de soportar los efectos de su altura y de disfrutar la calidez de una familia tradicional colombiana, comenzamos nuestro periplo hacia tierras más cálidas.
Viajamos hacia el este en un bus durante diez horas bajando a unos 30 km/h por las montañas a través de una empinada carretera de doble via en donde de un lado estaba el precipicio y del otro aparecían como de la nada tremendos camiones con acoplado.
Disfrutando de paisajes montaños exhuberantes y eternos, finalmente llegamos a un pintoresco pueblito del departamento del Valle del Cauca llamado “La Paila”. Un municipio de casi 32 mil habitantes -llamado así porque es atravesado por el río Paila- cuyo motor económico es la plantación de caña de azúcar, el ingenio azucarero Ripopaila Castilla y la fábrica de dulces Colombina.
El pandebono tipo de pan colombiano hecho de harina de maíz, almidón de yuca, queso y huevos. Es muy popular en el departamento colombiano del Valle del Cauca. Se le llama así porque la primera vez que se preparó fue en “El Bono”, una finca de la zona rural de Dagua, gracias a ‘Genoveva’ la cocinera de lugar.
La estrechez de sus veredas hace que los peatones no tengan mas remedio que transitar por las calles en una comunion con los pocos vehiculos motor –principalmente motos- que circulan por sus callecitas. El pueblo está atravesado de norte a sur por una carretera por las que se puede llegar directamente a Bogotá, viajando hacia el este, Medellín hacia el norte, Cali hacia el sur o a Buenaventura –uno de los puertos mas importantes sobre el pacífico-, hacia el oeste.
La Paila es un punto terrestre neurálgico de cruce hacia las ciudades más importantes de Colombia pero indiferentes a esa importancia al caminar sus calles los lugareños parecen conocerse íntimamente unos a otros y surge espontáneamente el saludo, la charla, la mano extendida, el por favor, el gracias y la invitación a degustar un café.
La tecnología aun se resiste a ser parte de la vida cotidiana, por ello no hay mejor diversión que la reunión y la charla entre vecinos en los antjardines (¨¨) de las casas, donde se improvisan juegos de mesa y las rondas de aguardiente ambientada por vallenatos, salsa y cumbia a volumen lo mas alto posible de los parlantes familiares.
Los amaneceres tempraneros de La Paila tienen aroma a pandebono, pan de yuca, buñuelos y arepas que son compradas a vecinos que tienen su pequeño negocio y mantienen la produccion artesanal y casera, lo que le da ese sabor único tan especial a esos productos. Colombiano que se precie debe desayunar –como mínimo- con su café en leche, arepa, y “perico” (huevos revueltos con un sofrito de tomate y cebolla).
La Paila tiene el curioso “fenómeno” de recibir –cada tanto- la “lluvia negra”. Que es -nada más ni nada menos- que la ceniza y el hollín de la quema de la caña de azúcar de los alrededores del poblado. Un hecho que no solo es incómodo porque llena de cenizas las casas sino también peligroso para los pulmones de los pueblerinos. Nos cuentan que se han hecho varias denuncias por la contaminación ambiental que están generando, pero la industria azucarera es muy poderosa y los gobernantes deciden ver para otro lado.
Al amanecer de un nuevo año, en las pequeñas casas de La Paila quedan regados de envases varios de alcohol, papeles y “pólvora” (***), pero como cada mañana se cumple el rito de ir hasta la casa del vecino que tiene su negocito, a comprar el pandebono para el desayuno con chocolate caliente para combatir la rescada de aguardiente que dejó la nochevieja.
(*) “Heladera”.
(**) porche en el frente de la casa
(***) fuegos artificiales
Foto: El dueño de la única farmacia de La Paila, mantiene orgulloso su apoyo a la campaña de Petro y Francia