En el tradicional encuentro conmemorativo de la Revolución de Mayo, el cónsul Nicolás Domingo hizo un discurso que compartiremos en su totalidad. Nos gustó para extraer la siguiente frase: “Nuestros próceres no eran de una Liga de la Justicia, ni Belgrano era Batman ni Saavedra era Aquaman ni Moreno era Superman. Eran seres humanos atravesados por la historia en virtud de sus convicciones y de su ideología”.
El discurso del Cónsul Nicolás Domingo
En el lugar donde estaba la casa que habitara Rodríguez Peña en la ciudad de Buenos Aires, hay una placa que dice que allí, el 24 de mayo de 1810, Manuel Belgrano juró a la Patria y a sus compañeros que, si a las 3 de la tarde del día siguiente el Virrey no renunciaba, él lo arrojaría por la ventana de la fortaleza.
Este recordatorio, puesto allí por representantes del Museo General Belgrano, lejos de describir a un superhéroe esculpido en bronce, pinta de cuerpo entero a un ser humano, con sus pasiones y sus convicciones.
El contraste con el estilo que presentan, por lo general, los discursos de conmemoración del 25 de Mayo es, a mi entender, notable. Textos cargados de frases grandilocuentes, de hipérboles caricaturescas, que recuerdan más a pósteres de la Revista Billiken que a un hecho histórico.
Me parece que vale la pena, por una vez, resaltar que los hombres (y mujeres) que protagonizaron aquellos acontecimientos eran seres de carne y hueso, condicionados por circunstancias históricas específicas y representantes, más o menos conscientes, de intereses materiales muy concretos.
La Revolución de Mayo no es un hecho extraordinario en el contexto histórico en la que acontece. Nuestra Revolución forma parte de la Era de las Revoluciones, como la define Hobsbawm. En consecuencia, se encuentra prefigurada en experiencias anteriores y definida en sus contenidos por idearios elaborados fuera de los estrechos marcos geográficos de la capital del Virreinato.
Los hombres de Mayo, nuestros próceres, fueron revolucionarios porque optaron por representar a los criollos frente a los privilegios que la organización del Virreinato reservaba a los peninsulares. Además, actuaron de acuerdo a los intereses de comerciantes porteños y de ganaderos, puestos en la instauración formal del libre comercio, en detrimento del monopolio español.
Con esto quiero decir que la Primera Junta no era la Liga de la Justicia. Ni Belgrano era Batman, ni Saavedra era Aquaman, ni Moreno era Superman. Aquellos hombres obraron atravesados por la historia, en virtud de sus convicciones, su ideología y sus intereses. La diferencia con sus contemporáneos y con muchos de nosotros la encontramos en que, a su manera, supieron estar a la altura de los tiempos, convirtiéndose en protagonistas de este acontecimiento. El cual, con la construcción de los relatos que conformaron la identidad nacional, fue convertido en mito fundante de nuestra Patria.
Pues bien, no voy a entrar en el análisis de la invención de las tradiciones ni en el nacimiento de los nacionalismos, que son procesos que se dieron en simultáneo o poco después de las revoluciones en América. Simplemente afirmo que nuestra revolución fue un hecho al que no podemos aislar del marco más amplio otorgado por los procesos históricos mundiales, signados por la crisis de los absolutismos monárquicos, el cuestionamiento de los privilegios nobiliarios, las guerras Napoleónicas, la decadencia española y la consolidación de Gran Bretaña como potencia hegemónica. Tal vez, la importancia de estos hombres deba buscarse allí, en su capacidad para entender y situarse en aquellos tiempos, desde una comarca perdida al sur del sur, como dice Drexler.
Ahora bien, como decía, aquellos hombres de mayo supieron estar a la altura de los tiempos interesantes que les tocó vivir. Y es allí donde su historia se toca con la nuestra. Porque esta conmemoración nos interpela y nos cuestiona: ¿Es que estaremos obrando a la altura de estos tiempos convulsos y complejos?
Pienso que la opción de analizar nuestra realidad de manera crítica para obrar en un sentido transformador, es el mejor tributo que podemos rendirle a aquellos hombres y mujeres que se jugaron la vida por sus ideas.
Viva la República Argentina, Viva la República Oriental del Uruguay y Viva la Patria.