Columna

Escribe: Julio Scarmatto Bernasconi

Finalmente, asumió Trump en Estados Unidos luego de su inesperado triunfo para quienes no supieron o quisieron ver la realidad interna de ese país.

Millonario, hombre de negocios, sin experiencia de gobierno, con un discurso agresivo, intolerante, fue llevado a la presidencia por una buena parte de la ciudadanía que se siente postergada, olvidada y excluida del sueño americano del cuál en su momento fueron sus artífices. El particular sistema electoral estadounidense permitió que sin ser mayoría en el conjunto de los votantes, lograra la presidencia al triunfar en la mayoría de los estados donde se sienten más excluidos.

Fue el candidato que mejor leyó el sentir de esos sectores, los interpretó, los asumió y perfeccionó el perfil que le aseguraba sus votos. Simultáneamente sus adversarios, políticos, empresariales y de comunicación, que representan todo lo que esos sectores sociales consideran responsables de sus desgracias, no hicieron más que catapultarlo al triunfo al centrar su campaña en la figura de Trump.

De ahora en más queda ir viendo y previendo las medidas que vaya adoptando, del cumplimiento o no de sus promesas de campaña, más que nunca, dependerá la suerte política y porque no hasta de su propia existencia, como presidente. La propia estrategia usada para triunfar, su personalidad, su discurso, sus apoyos y detractores, la situación interna e internacional lo han colocado desde el vamos en la cuerda floja, deberá convertirse en un enorme equilibrista para evitar una caída estrepitosa, que puede venir desde cualquier punto, desde sus votantes si se sienten traicionados o desde sus detractores si sienten que pueden perder el poder que han ostentado desde las sombras siempre.

La historia de los Estados Unidos, para muchos el gran ejemplo de democracia en el mundo, nos enseña que de los 44 presidentes que ya han pasado, Trump es el 45, nueve no han culminado sus mandatos, 4 fallecidos por causas naturales según sus reportes, 4 asesinados y 1 que renunció cuando se le venía su destitución.  Un 20% de sus presidentes no han culminado sus mandatos, un porcentaje extremadamente alto. Dato realmente preocupante cuando desde muchos medios se especula desde ya, con que conducta de Trump será la que desencadene finalmente un impeachment.

Desde todo el mundo se está expectante con la gestión de Trump, no solo por como sus decisiones políticas puedan impactar en el proceso de globalización, en las perspectivas económicas de cada uno de los países, en las posibilidades de paz o de guerras sino también por el impulso que en diferentes países han tomado figuras con un discurso de extrema derecha, fuertemente xenófobos y ultranacionalistas, como por ejemplo el de Marine Le Pen en Francia, de cuyo triunfo en las próximas elecciones francesas cada vez más se está considerando como altamente posible.

Es realmente notorio como hasta el momento y prácticamente en todo el mundo, los dirigentes políticos gobernantes y/o cercanos al poder mantienen una enorme cautela en sus dichos y hechos con respecto a Trump, mientras que los ultraderechistas, los recién llegados o los llamados outsider  intentan por todos los medios salir en la foto para mostrarse en la ola del populismo de derecha que viene de moda.

El partido Republicano tiene mayorías en ambas cámaras, pero no necesariamente responden al liderazgo de Trump, sino más al establishment político conservador,  lo cual anticipa desde su misma interna un duro frente de batalla para Trump. Como se mueva en sus inicios el nuevo presidente irá definiendo día a día su futuro. Si decepciona a sus votantes a quienes ayudó a quitarse el manto de cordura y exasperó al límite sus ánimos, puede convertirse en un boomerang que genere movimientos extremadamente violentos y terminen restándole hasta el momento su única fuerza de apoyo.

El establishment y los medios de comunicación seguirán jugando su partido en aras de dinamitar el sustento político de Trump, para convertirlo en su títere si accede a sus intereses o para provocar su caída, vía un impeachment o vía un nuevo Lee Harvey Oswald.

Donald Trump no la tiene fácil, eligió para llegar un camino en extremo peligroso, poner a todo el poder real en su contra. Si solo lo hizo para llegar, por propia vanidad, va a quedar solo en poco tiempo. Si lo hizo convencido y transforma en hechos sus discursos Estados Unidos seguramente se enfrentará a duras horas de división y enfrentamiento, dentro y fuera de fronteras.

Hoy más que nunca, los americanos deberán aferrarse a su frase emblemática “en Dios confiamos” no por Trump sino porque el modelo adoptado para ser potencia cada vez se acerca más a su punto de implosión.