En el consulado argentino de Paysandú se celebró la fecha patria, los 208 años de la revolución de mayo.
Un espectáculo tanguero con parejas que vinieron de Colón amenizó el encuentro en el que no faltaron las clásicas empanadas.
A continuación compartimos el discurso del cónsul, Nicolás Domingo.
“En mis breves aunque apasionantes años de carrera diplomática he tenido la fortuna de cruzarme con gente de muchos lugares del mundo. Tuve la oportunidad de conversar con ellos, de interiorizarme sobre sus intereses, conocer un poco su idiosincrasia, sus culturas e indagar acerca de su relación con la Argentina.
Algunos, por fortuna una pequeña minoría, desconocían cuestiones que me sorprendieron enormemente, como la ubicación en el mapa de nuestro país o el idioma que hablamos.
El resto, la abrumadora mayoría debo decir, evidenció un gran interés por el país: por su economía, siempre con tantos vaivenes; por sus costumbres: tan variadas como sus incontables geografías; por el tango: tan popular en el exterior como en nuestros países; por el fútbol argentino, cuna de Maradona, de Messi y de Di Stéfano, entre tantos otros cracks.
La curiosidad por saber más acerca de nuestras cosas, los convertía en interlocutores ideales para quien suscribe, siempre deseoso de contar acerca de las maravillas de mi amado país.
Sin embargo, uno podía detectar, incluso entre los más conocedores y amantes de la Argentina, cierta ajenidad y cierta distancia, propia de quienes sienten curiosidad y se aproximan a algo o a alguien buscando lo nuevo, lo desconocido, lo sorprendente; o tan solo procurando reafirmar sus certezas o preconceptos.
Bueno, debo decir que nada de todo esto sucede cuando argentinos y uruguayos nos encontramos. Aquella distancia que evidenciamos, sin quererlo, con gente de otras latitudes y que la amistad busca acortar, en ningún aspecto la notamos cuando argentinos y orientales se cruzan. Es increíble
Y es ahí cuando comenzamos a preguntarnos qué será aquello que nos une de manera tan evidente, más allá de una frontera común, un lenguaje compartido, las costumbres y de la cultura.
Y lo que nos queda es mirar hacia atrás y observar que esa historia que tantas veces se relata de forma compartimentada, separando la historia argentina de la uruguaya, no es más que un artificio para nacionalismos mal entendidos. Que si las estudiamos y las intentamos comprender en toda su complejidad y riqueza, nuestras respectivas historias nacionales constituyen capítulos de una misma historia que es la de los pueblos que conforman el cono sur de nuestra América.
Pueblos que han vivido y que aún hoy viven una experiencia compartida, que se entrelaza en múltiples aspectos y en innumerables formas y que deliña aquello que sin temor a exagerar podemos definir como una hermandad.
En este sentido, resulta por demás ilustrativo observar el pasado, aprovechando la celebración de este acontecimiento que constituye un verdadero hito en nuestra historia, para ver lo que pensaban nuestros hombres de Mayo, deteniéndonos en las palabras que utilizaban y en el significado que les otorgaban.
Y es en la palabra patria en la que quiero detenerme. Qué entendían nuestros revolucionarios cuando mencionaban la palabra patria. Probablemente no fuera lo mismo que a lo que hoy nos remite.
Sin duda, la palabra patria era usada en un sentido revolucionario, tomado de la experiencia y del ideario de la revolución francesa.
Para nuestros revolucionarios, patria no era meramente el sentido de pertenencia o el sentimiento derivado de haber nacido en un determinado lugar. Patria era mucho más que eso. Era un programa, y una guía que moldearía su accionar, en tanto hombres que interpretaron mejor que otros el momento histórico que les tocó vivir.
Patria en la pluma y en la palabra de Belgrano, de Artigas, de Moreno, de Castelli y de tantos otros héroes de la revolución, muchos de ellos anónimos, significaba una causa común: la de la soberanía (en singular) de los pueblos del viejo virreinato del río de la Plata, sojuzgados por una metrópoli que jamás podría satisfacer sus demandas de libertad e igualdad.
Creo que allí, podemos encontrar la cifra que nos permite entender los motivos de nuestra íntima relación, de los lazos fraternos que nos unen.
Porque incluso cuando aparecen las diferencias, notamos que hay algo más, algo que hace a estas diferencias más pasionales, más incomprensibles, incluso cuando existen motivos. Como cuando suceden las peleas entre hermanos, que en ocasiones terminan con platos e insultos volando por los aires.
Es que argentinos y uruguayos somos pueblos hermanos que, como tales, conformamos una única familia de iguales; junto con otros pueblos de la América del Sur. Como tales, compartimos no solamente un pasado de glorias y penas (un origen) sino además y fundamentalmente un presente y un futuro de realizaciones conjuntas (un destino).
Considero que el principal legado de nuestros hombres de Mayo, de nuestros revolucionarios, es el recuerdo permanente de las causas que los motivaron a entregar sus vidas. Recuerdo que debe impulsarnos a seguir por los caminos que más temprano que tarde deberán confluir en un único cauce: el de la unidad de nuestras naciones, de nuestra patria sudamericana, única vía para alcanzar el tan anhelado desarrollo y bienestar de nuestros pueblos.
Por todo lo antedicho, y por todo aquello otro que no alcanzamos a expresar en estas breves líneas, propongo honrar la memoria de nuestros patriotas que un 25 de Mayo de 1810 se levantaron contra la metrópoli, proclamando la libertad y el autogobierno de los pueblos del anquilosado virreinato.
Brindemos por ellos y por la Argentina y el Uruguay. Salud
Muchas Gracias”