Por Horacio R. Brum

Hace muchos, muchos años, en Londres me entregaron un librito de 276 páginas de cuyo nombre ahora quiero acordarme (con el perdón de don Miguel de Cervantes, por parafrasear aquella línea del comienzo del Quijote). Producers’ Guidelines se llamaba; la Biblia para entrar en la catedral del periodismo que eran los Servicios Exteriores de la BBC. Hoy, cuando leo en algunos diarios (Clarín de Argentina, por ejemplo) la palabra “pestilencia” para referirse a la epidemia del Coronavirus o Covid19 o veo a la televisión dar estadísticas de los contagios como quien entrega los resultados de las fechas del fútbol, acompañadas de imágenes con poco contexto, me viene a la memoria uno de los primeros párrafos de ese librito:

“A veces es difícil lograr la precisión. Es importante distinguir entre las fuentes de primera y segunda mano. Un error en una noticia con frecuencia se recicla en otra. Los programas deben evitar confiar en una sola fuente, incluso para datos de fondo. Datos tan simples como fechas y títulos bien pueden necesitar la verificación una y otra vez. La precisión es con frecuencia más que una cuestión de manejar los hechos correctamente. Todos los hechos relevantes deben ser considerados, para llegar a la verdad de lo que se informa o se describe”.

En la última década, el auge de las tecnologías de la comunicación ha provocado en ciertos sectores del periodismo una competitividad malsana. El “virus de la primicia” infecta en particular a la televisión, que tiende a condensar los hechos en pocos segundos y a acompañarlos de imágenes en las cuales se sacrifica el contexto por la espectacularidad. Por otra parte, las redes sociales -esas cloacas de la información por las que circula todo el desecho intelectual de los frustrados, los alarmistas y los ignorantes- espolean a los medios en su competencia y esparcen la niebla de la desinformación. Como en las cloacas, en las redes sociales a veces se encuentra algo valioso, pero en general predomina lo que el gran intelectual italiano Umberto Eco describió como la opinión del tonto del pueblo, que antes sólo vociferaba en el bar después de unos vinos. El problema es que los periodistas con frecuencia emplean sin mayor verificación el material producido por el tonto del pueblo o descuidan los síntomas del virus de la primicia y así una epidemia surgida en la lejana China va adquiriendo la imagen de una peste medieval.

Vuelvo al librito de la BBC, que aún tengo en mi escritorio:

“Informar sobre un riesgo puede tener un impacto en la precepción pública de ese riesgo, en particular en el caso de las alarmas sanitarias o la criminalidad. Las informaciones engañosas sobre los riesgos para la salud pueden hacer que las personas cambien sus comportamientos de modos que terminarán por afectar su salud, en tanto que las informaciones que distorsionan el riesgo de ser víctima de un crimen pueden aumentar innecesariamente el miedo de la gente. Debemos poner los riesgos en contexto, cuidando de no preocupar al público indebidamente, en especial en temas relacionados con la salud o el crimen. Se deben evitar los titulares que causen alarma o preocupación innecesarios”.

Pregunta al margen: ¿cuán pertinente puede ser este párrafo, en lo que se refiere a la criminalidad, para determinar si algunos medios de comunicación contribuyeron a la derrota del Frente Amplio con sus informaciones sobre la supuesta inseguridad vivida en Uruguay? Mejor volvamos al Covid19… Diariamente, muchos medios publican cifras sobre el aumento de los contagios, las personas en cuarentena o las muertes, pero hacer titulares a partir de las estadísticas puede ser otra forma crear pánico. Según la BBC, “debemos aceptar que las cifras tanto pueden aumentar como disminuir, y evitar asignar demasiada importancia a los resultados ocasionales. Una cifra elevada puede también ser parte de una tendencia a la baja y por ello tenemos que ser cuidadosos al sacar conclusiones de una cifra pico, ya que no necesariamente representará una tendencia al alza. Si un riesgo aumenta o disminuye, el público tiene que saber cuán alto era ese riesgo en primer lugar, porque de lo contrario no sabrá si realmente importa el cambio”.

Un ejemplo concreto del manejo de las estadísticas es el referido a las edades y factores de riesgo previos de las personas que están falleciendo por el Covid19. Hasta ahora, la mayoría de los muertos está compuesta por personas de edad superior a los 60 años y con deficiencias respiratorias anteriores o factores de riesgo como el fumar; o sea, gente que también fallece usualmente por el virus de la influenza u otros similares. No es lo mismo informar de mil muertes a secas, que dejar en claro las causas por las cuales los fallecidos  fueron más vulnerables. Asimismo, si se destaca el número de pacientes recuperados (algo que poco se está haciendo en los medios) se hará un aporte más valioso a la tranquilidad pública.

Otra manifestación del virus que afecta a los periodistas en busca de la primicia es el uso de imágenes de los enfermos. En la TV argentina (la fuente más cercana de contaminación por sensacionalismo que tenemos en Uruguay), se transmitió minuto a minuto, en vivo, el traslado del primer enfermo de Coronavirus de una clínica privada del centro de Buenos Aires al hospital donde iba a ser puesto en aislamiento. ¿Eran imprescindibles esas imágenes o constituían una violación de la intimidad del paciente, además de otra contribución a la alarma del público?

Más del viejo librito de mis tiempos en la BBC:

“Con el permiso del hospital, normalmente debemos poner avisos en el departamento donde filmaremos, para informar al público de la filmación. Si se trata de planos generales de una sala de espera, el equipo de producción tiene que asegurarse de que las personas sepan que las están filmando. Tenemos que explicar de qué trata el programa y cómo se usarán las imágenes. Quienquiera que no desee ser filmado tendrá que ser dejado fuera de la toma. Si entrevistamos a alguien, debemos asegurarnos de que ha dado su consentimiento para que la entrevista sea emitida”.

“Las pestes de la globalización” fue el título de un artículo que escribí recientemente. Quise hacer una suerte de juego de palabras sobre los riesgos que conlleva la interdependencia, principalmente económica, que todos los países tienen en el mundo moderno, pero después de enviar esa nota me puse a pensar si la frase que la encabezaba no era una contribución al pánico. Lo pensé, porque no sólo en mi escritorio, sino en mi cabeza, tengo el librito que hace 36 años me entregó la BBC. Un librito que, actualizado a los tiempos que corren, se puede encontrar en:

www.bbc.com/editorialguidelines/guidance

Y para morigerar el alarmismo y combatir el virus de la primicia, nada mejor que ceñirse a lo que informa la Organización Mundial de la Salud:

www.who.int/es

A lo mejor así, desde la humildad de la labor periodística, podemos ayudar a la contención del Covid19.

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