Ernesto Nieto- erneston1@msn.com
¿A cuántos euroasiáticos mató la Peste Negra en el siglo XIV? Según el historiador que se consulte: algunos estiman el 20% del total de la población, otros llegan hasta el 35%, es decir casi uno de cada tres habitantes. La enfermedad llegó a regiones enteras de manera fulminante. Al parecer los muertos fueron como mínimo 25 millones de personas sólo en Europa. Pequeños pueblos y abadías desaparecieron literalmente de los mapas y ciudades que comenzaban a tener un protagonismo y demografía destacadas, como Florencia en Italia, apenas sobrevivieron: sólo superaron el episodio alrededor de uno de cada cinco habitantes de lo que algún tiempo después sería la cuna del renacimiento europeo. No había una economía globalizada, pero hoy sabemos que la peste nació en Asia y por las rutas comerciales llegó a toda Europa. Era indominable. Se extendió durante más de trescientos años y puso a prueba todas las estructuras sociales de su tiempo. Entre tanta locura y muerte, y falta de mecanismos mínimamente eficientes por parte del orden político de ese tiempo, en muchos lugares culparon a los judíos que terminaron siendo víctimas más que de la peste de sus vecinos cristianos.
Quedarnos en casa todo el día y por tantos días, encerrados, es contra natura. Y sin embargo hoy quedarnos en casa, “aislarnos”, parece ser la única estrategia efectiva para evitar más muertes y más dolor.
La conquista de América fue el encuentro de dos mundos tan alejados como distantes: los nativos nunca habían estado expuestos a un montón de enfermedades que portaban los europeos. Se contagiaron por vía respiratoria de gripe, viruela y sarampión; lo hicieron por contacto directo también de la letal viruela; por vía digestiva de diarreas y fiebre tifoidea; por picaduras de piojos deltifus exantemático, y más tarde, por picaduras de mosquitos se contagiaron de malaria y fiebre amarilla. Los europeos contaron con esos aliados invisibles al ojo humano para diezmar ejércitos y poblaciones enteras. ¿Cuántos murieron como consecuencia de esta pandemia en el Nuevo Mundo? Varias decenas de millones sólo en los primeros años de la conquista. Poblaciones enteras de centro américa desaparecieron por completo y se estima que en el Caribe de los años de Colón sólo sobrevivió el 10% del total de la población. Un tiempo después, donde hoy es el estado de Massachusetts en los Estados Unidos, ingleses y holandeses generaron exprofeso la primer guerra biológica en nuestro continente: infectaron y mataron con mantas contaminadas con el virus de la viruela a miles de habitantes originarios.
La última gran epidemia de fiebre amarilla en Buenos Aires, Argentina, produjo alrededor de 14.000 muertes. Por ese entonces morían unas 20 personas de forma cotidiana en Buenos Aires, la epidemia llevó la cifra a 500. El confinamiento y las escasas condiciones de salubridad, higiene y alimentación se encargaron del resto. El pico de la enfermedad llegó en la Semana Santa: el viernes santo fallecieron 380 personas, el sábado de gloria fueron 430, y el día 10 de abril llegaron a ser 563 las víctimas de la letal enfermedad. La ciudad se vació. Los más ricos huyeron despavoridos escapando hacia el interior del país. Cuando la sanidad se vio absolutamente desbordada y el clamor popular exigía quemar los conventillos con los habitantes dentro si fuera necesario, porque allí se daban los principales focos de contagio, el municipio de Buenos Aires comenzó a desalojarlos y ofrecer pasajes y vagones como forma de vivienda popular en las afueras de la ciudad. Por cierto, la mayoría de las autoridades no sanitarias también abandonaron la ciudad. Fue en 1871 y una de las teorías sobre el origen dice que fueron los soldados argentinos que volvieron de mutilar al Paraguay en la guerra de la triple alianza los que la “importaron”.
Seguramente cuando Aristóteles escribió “el hombre es por naturaleza un animal social, y que el insocial por naturaleza y no por azar es o un ser inferior o un ser superior al hombre” nunca se imaginó que además de sentar un precedente filosófico y político fundacional, estaría vaticinando el principal desafío que tenemos como especie en este comienzo del Siglo XXI. Es que más de dos mil años después de que el alumno de Platón y futuro maestro de Alejandro Magno hiciera su genial síntesis, nos enfrentamos al desafío de ser inferiores o superiores, que no de otra cosa se trata esto que han llamado “aislamiento social”. Está en nuestra naturaleza relacionarnos cotidianamente con otros, y además emprender con ellos las más diversas relaciones, la cooperación, la competencia, la complementariedad. Está en nuestra naturaleza desarrollar afectos tan diversos como el amor y el odio, que se traducen en abrazos o piñazos. Pero siempre está allí la presencia del otro, cerca, muy cerca: abrazarnos con el que está al lado al gritar el gol, darnos las manos para elevar una plegaria, darnos un beso, dos besos, ¡tres besos! para saludarnos según dónde hayamos nacido.
Quedarnos en casa todo el día y por tantos días, encerrados, es contra natura. Y sin embargo hoy quedarnos en casa, “aislarnos”, parece ser la única estrategia efectiva para evitar más muertes y más dolor. Todos los días las pantallas de todos los dispositivos nos muestran la crudeza de las imágenes en lugares que hasta hace pocos días no parecían los paradigmas del desarrollo. Son días tan pero tan tristes que hasta se nos ha muerto Aute, no por Conoravirus, que eso ya llevaría a esta infame pandemia a otro nivel de desparpajo; don Luis Eduardo Aute el que cantó “y habrá que hacer, mujer, de tripas corazón”.