Me detuve en la esquina de José Batlle y Ordóñez y 25 de mayo. Es una mañana primaveral con la luz, la brisa y la temperatura que debe tener una mañana primaveral que se precie de tal.

Lo miré a Paquito. Siempre serio y callado, envuelto en un casi imperceptible halo de tristeza, ve pasar la vida pueblerina y seguro piensa: “Qué lástima. Qué lástima que los hombres sean tan pobres”.

David Rabinovich

La próxima vez que pase me voy a detener a conversar un ratito con él. Estoy seguro que si le llevo un tabaco armado finito y el porongo chico, con bombilla de plata y oro y termo de aluminio, se pone contento y  me cuenta cosas…

Los dichos criollos son del agrado del Presidente y su entorno: ¡Tan camperos todos ellos! Eso que se denomina ‘el campo’ suele rechazar cualquier intervención del Estado cuando todo viene bien. Se les hace el campo orégano. Pero viene la seca, o mucha lluvia, o precios bajos y dólar flojo… Entonces reclama la asistencia del maldito Estado cuando la ‘rentabilidad’ peligra. “El que no llora no mama” y estos terneros están dispuestos a tomarse toda la leche.

Después del reparto de tierras, no el de Artigas que es cosa de comunistas, me refiero al que nos legaron los españoles y las posteriores apropiaciones de parte de familias criollas de alcurnia o simplemente llenas de plata (¿mal habida?). Le voy a preguntar a Espínola si hay fortunas de origen bien habido.

Para que la gente no sea tan pobre bastaría repartir mejor lo que hay, pero eso está bravo. Aunque, ‘estaría de más’ ¿No?

Es el intento que hacen los gobiernos progresistas. Tienen eso en común aunque sean tan distintos unos de otros… Los socialistas son los que saben que si no se cambia el sistema no hay forma de repartir justicia ya que “Los más infelices sean los más privilegiados” es ferozmente resistido y no solo por los malla oro. ¿Viste que Bolsonaro perdió con Lula por dos millones de votos? Sí, ¡pero sacó 58 millones!

Los progresismos aparecen como atrapados entre las ‘nuevas derechas’ que son ultra derechas con fuerte tonalidad fascista -no tienen ningún límite ético- y variados grados de desilusión en sectores anticapitalistas que son parte importante de su soporte militante.

En América Latina las izquierdas todavía ganan elecciones; aunque con márgenes estrechos. Son países cuyas economías tienen problemas de productividad y bajo crecimiento, con un aumento de la pobreza y la dependencia de los recursos naturales; hay una debilidad notoria del sector público que las derechas, cuando agarran el gobierno, acentúan todo lo posible. La desigualdad es la nota dominante, los malla oro no se tocan y las finanzas públicas se resienten. Gastos irracionales, como los militares, acentúan las restricciones para disponer de fondos para atender problemas impostergables.

En la medida que el trabajo ha cambiado con la tecnología, la categoría de ‘trabajadores’ parece menos útil para analizar las sociedades. Amplios sectores de trabajadores se consideran privilegiados, su conciencia está ganada por el individualismo egoísta y el consumismo irreflexivo. Hay pobres, millones de pobres, que votan derechas. Mas que vivir bien queremos vivir mejor que el vecino, es la competencia “Fido Dido” (hacé la tuya) en su expresión más descarnada. Quizá en Brasil ganó el voto por la democracia contra el autoritarismo; aunque la mano ‘dura y firme’ tuvo un resultado que sorprende y preocupa. Quizá se impuso la defensa del medio ambiente sobre la irresponsabilidad criminal del capitalismo o le cobraron la desidia y la ignorancia que mostraron las políticas de Bolsonaro ante la pandemia. Un poco de todo.

Lula dejó el gobierno en 2010 con más de un 80% de apoyo. ¿Cómo se llega a esta situación? En sociedades que se debaten entre la informalidad y el “emprendedurismo” ¿hay alternativa a transformar los partidos de la clase trabajadora en partidos de los pobres? ¿Se podrá volver a formas de vivir la política donde la campaña electoral no sea casi como una guerra civil?

El mapa de Nuestra América luce lleno de gobiernos ‘progresistas’, con fuertes matices de diferencia, sí.

Pero que no se te haga el campo orégano. No será fácil construir formas de integración liberadora, el poder de las derechas no es sólo el de los votos; en los parlamentos son fuertes,  en instancias claves de la justicia, se atrincheran; son los dueños de los grandes medios de comunicación y, por sobre todo, ¡son los dueños! Son los dueños del capital, en el capitalismo más salvaje que recuerde la historia.

Y los ‘nadies’, como dice Galeano, son los protagonistas de otras muchas historias como las que contó Francisco Espínola. En particular “Qué lástima”, un magistral cuento donde se duele de la pobreza pero “¡Con qué extraña dulzura…!” “Sin Rabia, sin rencor… A nadie culpaba. Como si de las desgracias del mundo los hombres no fueran responsables.” Algún día no sólo conversaré con Paquito, saldré a recorrer con él y Juan Carlos, y Sosa y Juan Pedro y la perrita de “Sombras sobre la tierra” por aquel San José que ya no existe para ver cómo es eso de que “hay que hacer por los hombres algo más que amarlos”.

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