Escribe Abner Prada

En algún momento terminará esta pandemia que nos ha sumido en la perplejidad y el dolor, será el momento de comenzar a refundarnos como sociedad y como país. De poner en marcha todas aquellas cosas que nos pueden ayudar a ser mejores personas y que desde hace mucho tiempo han quedado en el tintero de las frustraciones.

Cuando de proyectos turísticos se trata,  Paysandú ha puesto en marcha varios proyectos pero tiene que continuar levantando la mira.

Y uno de los recursos turísticos más valiosos que poseemos es el Río Uruguay, desconocido para la mayoría de la población de Paysandú y del país.

Seguimos viviendo de espaldas al Paterno. La población sigue siendo rehén de la falta de una oferta turística organizada, y así poder disfrutar masivamente de uno de los ríos navegables más bellos del mundo. Sus costas ostentan una vegetación de una gran belleza y diversidad y un rosario de playas de arena blanca y fina que pueden ser la envidia de los pedregullos de las más renombradas playas del Mar Mediterráneo.

“Ustedes no saben lo que tienen”, nos dijo el dueño del Silohuete un Quech de 18 metros de eslora que, que acompañado de su esposa  había recorrido todo el Mediterráneo partiendo de Miami y arribado a estas costas para subir el Uruguay y participar en la Regata de la Meseta de Artigas.

Un matrimonio recorriendo el mundo, preguntamos qué hacían acá pudiendo navegar por la Polinesia, Indochina o el Caribe.

“ Ustedes no saben lo que tienen” nos respondieron y nos causó dolor y angustia escuchar de la boca de extranjeros conocedores de los mares y ríos del mundo, tan enorme verdad.

Vivimos de espalda al río porque no sabemos lo que tenemos. Somos pocos los que hemos podido disfrutarlo muchas veces desde la boca del Río Negro hasta Salto,  apreciar la  belleza de playas escondidas en sus recodos y tras sus islas y descansar a la sombra de los árboles de sus costas.

No sabemos lo que tenemos, porque no existen los recursos, los medios y la promoción necesaria para que la gente pueda conocer con comodidad, al menos una parte de los 200 kilómetros más bellos del Rio de Los Pájaros Pintados y convivir un poco con el. No se ha contado nunca con los recursos y la promoción turística, para que el pueblo uruguayo compruebe que los amigos navegantes norteamericanos tenían razón.

Y los recursos necesarios, son los recursos necesarios, no hay duda que no ha sido el proyecto encarado por la IDP y el Ministerio de Turismo hace cinco años atrás.

No se trata de comprar una lanchita para llevar 11 o12 pasajeros, no se trata de seguir planteando una actividad y un negocio turístico de magnitudes casi ridículas. Se trata de levantar la mira y encarar el tema con amplitud de criterio y con grandeza de espíritu.

Con ese medio náutico adquirido por la intendencia en el 2015 llevaría tal vez un milenio mostrarle a la mitad de los niños de las escuelas públicas y privadas y a la mitad de la población de Paysandú el Río Uruguay. Y muchos milenios más hacerlo visible a una buena parte de los uruguayos. La capacidad para transportar turistas en dos viajes diarios, ocuparía la locación de a los sumo 10 habitaciones de la hotelería sanducera.

Los empresarios motores del famoso “espíritu de Paysandú”, apuntaban con la mira bien levantada para planificar sus proyectos. Hoy mismo hay industriales e inversores aquí en este departamento y en esta ciudad, que saben apuntar para arriba y lo hacen muy bien.

Pero que habría que hacer para contar con medios de transporte de personas seguros, rápidos y eficaces, de una magnitud suficiente para cumplir con el doble propósito de hacer conocer el río a nuestra gente y a los turistas de todo el país.

En primer lugar: trabajar bajo el régimen de concesión del negocio de transporte de personas por el Río, con un criterio amplio y elástico para sumar otros negocios que – posiblemente- sean más rentables que las propias embarcaciones de turismo.

Para ello habría que apuntar y negociar con las lanchas de pasajeros del Delta de Rio Paraná. Son seguras, rápidas y pueden transportar mucha gente. Cumplen con todos los requisitos de navegabilidad y están capacitadas para navegar en cualquier condición. Sus patrones tienen amplia experiencia náutica en transporte de personas con seguridad y eficacia y no habría problema para lograr las habilitaciones y permisos de la Prefectura Nacional Naval.

En segundo lugar: creemos que hay que abrir un amplio espacio de discusión y aporte de ideas, con todos los agentes vinculados a un emprendimiento turístico de estas características. Hoteles, agencias de viajes empresas de transporte etc. Hay que tener en cuenta que con ese tipo de embarcaciones se pueden hacer cruceros de largo recorrido. Como por ejemplo, partiendo de Paysandú llegar a Concepción del Uruguay, Fray Bentos, Colón y hasta la ciudad de Salto.

En tercer lugar: planificar para el transcurso del crucero diferentes actividades que se pueden coordinar con las empresas y nuevos emprendimientos gastronómicos, culturales etc. en escalas como San Javier, Nuevo Berlín, Casa Blanca, Liebig etc. Con guías turísticos especializados en las características geográficas ecológicas y culturales del paisaje que se va recorriendo. En resumen un turismo regional que promueva la afluencia de público y el conocimiento del paisaje, la ecología y la  “cultura litoraleña”.

En cuarto lugar: Para lograr que se concrete esta idea, que para nosotros es una aspiración muy sentida, es necesario ponerse a trabajar en la dirección establecida por una estrategia clara y convincente. Hay que desarrollar una actividad concreta y orientada en un camino que hay que recorrer con sentido profesional, compromiso y entusiasmo.

Habrá que establecer y detectar donde están los contactos necesarios para llevar adelante una gestión exitosa de la idea, habrá que diagramar las estrategias a seguir y principalmente poner gente a trabajarlas en forma profesional.

De lo contrario seguiremos con la mira baja, apuntando al suelo.

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