Tres interrogantes, tres utopías posibles
Américo Schvartzman*
Desde Concepción del Uruguay
Mi amor por Paysandú en particular (y por el pueblo oriental en general) se remonta a mi infancia, se desarrolló y creció durante toda mi vida, y tiene muchos lazos: la atracción por Artigas y la historia común (que me transmitió mi padre Pablo), la magnitud de la obra de Aníbal Sampayo, las competencias de natación en mi infancia, las amistades a lo largo de años, la fascinación con “Jaque a Paysandú” de María Esther de Miguel, la murga y el carnaval, Seregni y la esperanza del Frente, el periodismo, la Semana de la Cerveza, la amabilidad y la cultura de su gente, la amistad con Carlos Ariel González Cardozo… Por eso cuando Mauro Goldman, amigo y director de esta publicación, me invitó a participar de la celebración de los diez años de 20once, no lo dudé. Con algo de pudor (en tanto vecino de la orilla de enfrente), pero con respeto y amor, me atrevo a enviar estas líneas.
Mi respuesta al interrogante (“¿hacia dónde debería ir Paysandú en clave inclusiva y democrática?”) viene de la mano de asuntos que me apasionan: la filosofía, la historia de las ideas. Y es la siguiente: hacia el mismo horizonte al que deberían aspirar las ciudades de la Liga de los Pueblos Libres. Me refiero a recuperar los principios del programa artiguista: una democracia igualitaria, participativa y deliberativa, donde la autoridad estatal “cese ante la presencia soberana” de la comunidad decidiendo libremente sobre su presente y su futuro, sobre sus bienes comunes y sobre cómo asegurar la libertad plena de sus integrantes.
Eso requiere repensar operativamente la ciudad, que es nuestra democracia de mayor cercanía. Es decir: de qué hablamos cuando hablamos de democracia. Con el fin de no extenderme ni aburrir demasiado a quienes lean este texto, señalo tres elementos de aquel proyecto (inconcluso, derrotado y negado tanto tiempo), en los que asoman con fuerza perspectivas que se resignifican en la discusión contemporánea. Ellos son:
1) la discusión por el tipo de democracia
2) la gestión de los bienes comunes, y
3) el ejercicio de las libertades individuales.
QUÉ DEMOCRACIA. En el mundo académico desde hace décadas se discuten modelos que buscan complementar la democracia representativa en uso con procedimientos de toma de decisiones con la participación activa de los potencialmente afectados por tales decisiones. Eso implica la argumentación y discusión pública de las diversas propuestas (por eso se lo llama “democracia deliberativa”) y requiere diálogos interdisciplinarios, inclusión de sectores a los que habitualmente no se tiene en cuenta (muchas veces afectados por las grandes decisiones) y el reconocimiento de saberes diferentes que merecen ser considerados. La democracia puede ser concebida como una forma de vida, no solo como una forma de selección de las personas que decidirán en lugar de nosotros[1].
BIENES COMUNES. En cuanto al segundo punto, se trata de asegurar el acceso igualitario a los bienes comunes. La idea (planteada incluso por el Papa en su Carta Laudato Si’) de que el cuidado de la casa común, la naturaleza, la biosfera, es una responsabilidad mal distribuida y debe ser una obligación compartida. Los debates sobre la administración de los bienes comunes no deberían soslayar el trabajo de Elinor Ostrom, premio Nobel de Economía en 2009 –primera mujer en obtenerlo– acerca de los recursos compartidos o bienes comunes (en particular, sobre cómo los seres humanos interactúan para administrarlos), en donde demuestra con evidencia de todo el mundo que las comunidades gestionan esos bienes comunes de manera más eficiente, racional y sostenible que los Estados o los intereses privados[2]. En otras palabras, que ni el estatismo a ultranza ni el capitalismo liberal son la respuesta adecuada.
LA LIBERTAD “EN TODA SU EXTENSIÓN IMAGINABLE”. La discusión sobre la libertad de las personas no debería darse de forma meramente abstracta, sino en concreta vinculación con la gestión de los bienes comunes, con la posibilidad de acceso a la propiedad de la tierra y a la garantía de ciertos derechos básicos como plataformas para que cada persona pueda desarrollar su proyecto de vida. Allí aparece como relevante el concepto de “capacidades” introducido por el premio Nobel de Economía Amartya Sen, quien no las define por la utilidad o cuantía de los recursos, sino por la capacidad del individuo para convertir los recursos disponibles en funcionamientos que se ajusten a su plan de autorrealización, en relación con su propio plan de vida buena[3].
Creo interesante articular estos tres campos de construcción de sentidos a manera de interrogantes. A saber:
- ¿Quién decide en nuestra ciudad en las cuestiones que nos afectan a todos (por ejemplo, en los problemas ambientales, modelos de desarrollo, etc)?
- ¿Quién debe administrar y quién puede beneficiarse de los recursos que son de todos (por ejemplo, nuestros cursos de agua)?
- ¿Qué derechos debe tener garantizados una persona para poder elegir su proyecto de vida libremente y en armonía con las demás? (¿Alcanza con enumerar derechos que después no se cumplen para cada individuo?)
Tenemos todo para hacer posibles estos ideales, porque como escribió medio siglo atrás Salvador Allende, “es éste un tiempo inverosímil, que provee los medios materiales de realizar las utopías más generosas del pasado. Sólo nos impide lograrlo el peso de una herencia de codicias, de miedos y de tradiciones institucionales obsoletas”. Ojalá la Paysandú del futuro cercano sea capaz de realizar esas utopías generosas.
*LICENCIADO EN FILOSOFÍA Y PERIODISTA. DOCTORANDO EN FILOSOFÍA (UNSAM). INTEGRA LA COOPERATIVA PERIODÍSTICO CULTURAL EL MIÉRCOLES, DE CONCEPCIÓN DEL URUGUAY (ENTRE RÍOS). ES AUTOR DE “DELIBERACIÓN O DEPENDENCIA. AMBIENTE, LICENCIA SOCIAL Y DEMOCRACIA DELIBERATIVA” (PROMETEO 2013). FUE DIRECTOR DE LA VANGUARDIA DIGITAL. INTEGRA EL GRUPO DE ÉTICA AMBIENTAL QUE COORDINA TERESA LA VALLE EN LA SADAF (SOCIEDAD ARGENTINA DE ANÁLISIS FILOSÓFICO).
[1]Américo Schvartzman, “Deliberación o dependencia. Deliberación o dependencia: ambiente, licencia social y democracia deliberativa”. Ed. Prometeo (Buenos Aires, 2013)
[2]Elinor Ostrom. “El gobierno de los bienes comunes. La evolución de las instituciones de acción colectiva”. UNAM-CRIM-FCE (México, 2000).
[3]Amartya Sen. “La idea de la justicia”. Editorial Taurus (México,2009)