Historias de vida con “Yayo” Zapata

1ª. parte

Raúl “Yayo” Zapata ha sido testigo de varias décadas de la vida de Paysandú, muy fructíferas por cierto y principalmente afectada al comercio donde tuvo según sus propias palabras, a un referente que lo marcó fuertemente, a don Anselmo Cesarco, comercio iniciado en 1953 en calle 18 de julio. En la charla también surgen otros nombres, de otro Paysandú muy ligado a una época que muchos califican como excepcional.

A “Yayo” lo conocimos mejor en su última etapa, vinculado al club Barrio Obrero dónde desarrolla hasta el día de hoy una fecunda labor en el Baby fútbol pero su trayectoria como comerciante merece un capítulo aparte, quizás el principal.

En la larga charla se repiten nombres que le marcaron su camino, Cesarco, Musso, Aguinaga Thomasset, Elías Goldemberg. Es que fue una etapa de fuertes liderazgos en la comunidad.

Cesarco era de origen judío y vino de chico desde Lituania.

Elías, “una pantera”

Los inicios de Zapata en el comercio estuvieron vinculados al comercio que los Goldemberg tenían en Ituzaingó y Ledesma. Don Elías Goldemberg “fue un visionario” y estuvo al frente del comercio hasta su temprana muerte.

“Fue un adelantado” acota Yayo.

Vivía en el barrio portuario que tenía mucha vida allá por los ´60. El recuerdo se hace presente para Salomón, recientemente fallecido a los 105 años y hermano de Elías. “En Perú y Artigas estaban. Yo conocí a Teresa (Oxman, la madre de los hermanos) y con 10 años “trabajaba para el pedido de mamá, eran dos bolsas llenas de comestibles –por semana-, o sea no me daba dinero. Teresa a las 5 de la tarde aparecía con un pan con fiambre y queso y una coca cola”.

“Atendía el kerosene atrás, había un criadero de gallinas y yo les daba de comer, lo veía a Guillermo (hermano de Elías, Salomón, Pedro y Abraham, de Benjamín –abuelo de este cronista-, entre otros). Elías era una pantera, dominaba todo, muy querido porque antes el puerto era potencia, en los ´60 se ganaba bien. Falleció muy joven y cuando murió hubo caravana para Concepción del Uruguay, quedó Beba después y el marido pero no fue igual”.

Sobre esa etapa agrega que “Teresa era un pedazo de pan. Esa experiencia con Elías fue divina. Yo a los 17 años ya comencé a trabajar con los Arreseigor repartiendo quiniela, fue un año. Yo  llevaba de tardecita la quiniela con los premios y al otro día la iba a levantar. Una parte se depositaba en la Impositiva. Hasta ahora sigo en contacto con la familia”.

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