Dra. en Educación Nancy Nuñez Soler

Representante Nacional

 No hay en la sociedad dos opiniones diferentes sobre la necesidad de proponer una transformación educativa. Si hay diferentes opiniones sobre la forma de llevarla adelante. Y en ese punto es bueno aclarar un punto esencial; quienes están en desacuerdo con la forma que las actuales autoridades del Codicen plantean los cambios son los mismos actores sociales que durante 15 años condenaron a nuestros jóvenes a una educación paupérrima, y sesgada. Más allá de polémicas y visiones enfrentadas con relación a los caminos a recorrer para alcanzar el objetivo, es posible advertir algunos puntos de consenso en el debate educativo, en particular con respecto al diagnóstico sobre los déficits que exhibe la educación.

Cifras publicadas en el 2018 por el INEEd (Instituto Nacional de evaluación educativa) integrado por los mismos técnicos de períodos anteriores, estudios del 2018, indican que en relación al egreso de nuestros jóvenes de instituciones de enseñanza media formales, a los 19 años, solo egresa el 36% de jóvenes y el 42% queda fuera del sistema educativo.  Si lo que miramos son los aprendizajes entonces los datos nos espantan, un 18% de jóvenes del quintil 1 (más desfavorecidos) egresan de la educación media superior; solo 2 de cada 10. ¿Qué hacen esos ocho muchachos que se caen del sistema? ¿A qué se dedican? ¿Qué posibilidades laborales tienen? ¿Eso es lo que queremos para el futuro del Uruguay? ¿Jóvenes sin futuro ni proyecto de vida digno?

Los queremos a todos estudiando, dando lo mejor de sí y saliendo adelante como lo hicieron nuestras familias que, a pesar de no tener las herramientas educativas todos, absolutamente todos, deseaban y luchaban por darles a sus hijos la mejor formación.

Es mentira que solo hay estudiantes primera generación de universitarios con los gobiernos de izquierda.

En educación Uruguay no solo ha perdido posición dentro de América Latina, sino que ha perdido prestigio. Si analizamos la cantidad de jóvenes de entre 20 y 24 años con educación media completa en América, Uruguay se ubica después de Perú, Brasil, Colombia, Paraguay, República Dominicana, Costa Rica y México con solo el 42% de muchachos con educación media completa.  Algunos sistemas educativos están mejor preparados que otros para enfrentar los retos que nos imponen los cambios sociales. Nuestro país no lo está porque hemos descuidado un actor fundamental: los docentes. Y no pasa por los salarios, no llevemos el tema al ámbito presupuestal, que es muy importante pero no es el tema de esta columna.

Se trata de formación de calidad. Investigaciones han demostrado que los mejores sistemas educativos son los que cuentan con los mejores docentes. El techo son los docentes.

Y los mejores docentes los tendremos si los formamos como tales, si los captamos en la enseñanza media superior, si les aseguramos libertad de cátedra. Pero libertad en serio, con intelectualidades que se formen en la diversidad y no con formación sesgada. Para ello deberíamos definir qué tipo de docentes queremos. Para mí claramente los docentes actuales deben ser capaces de elaborar proyectos con fuerza, coherencia y complementariedad. Intransigentes, altaneros, violentos e irrespetuosos no encuadran en este perfil.

Necesitamos un cambio sistémico y ello ineludiblemente nos conduce a la complejidad de los planes educativos, de los currículos, de la gobernanza y de la gestión de centros.

Pero no solo los docentes recuperan su relevancia sino también el papel que cumplen al frente de las instituciones. En tal sentido, resulta clave dotar a los directivos, que son quienes conducen los centros donde en definitiva tienen lugar los procesos educativos, de una sólida formación, potestades para crear y desarrollar propuestas ajustadas al contexto de la escuela, y los necesarios apoyos y recursos que su estratégico rol requiere.

Hay afirmaciones que se están haciendo solo por jugar a ser oposición y con nuestros niños y jóvenes no se juega. Los docentes son profesionales y como tal tienen el deber de prepararse, crecer y dar lo mejor. Seguiremos opinando sobre el tema porque no hay recortes, no desaparece la repetición, no todo vale y sí habrá docentes universitarios, directores con poder de decisión, alumnos competentes y un currículo integral que asegure trayectorias educativas completas.

Quienes concebimos la educación como elección de vida, tenemos diferentes visiones y modelos para elaborar las políticas educativas. Ayer fueron otras, hoy la ciudadanía refrendó dos veces en las urnas la necesidad de cambiar. Y son cambios que comprometen mucho tiempo, insumen años, energía y recursos. Necesitamos que nos den ese tiempo para mostrar resultados. Pero sobre todo, necesitamos a los docentes aportando sus saberes, enfrentándose como lo saben hacer a las adversidades pero sin violencia ni intransigencia. Los violentos no son los docentes que queremos ni que merecen nuestros jóvenes. No será fácil. Habrá mucha tela para cortar en el proceso.

Pero la transformación educativa es absolutamente necesaria y no admite demoras.

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