Si bien era un niño, todavía tengo presente en mis recuerdos, el ronroneo característico de los autobuses GM de la ONDA, la histórica empresa de transporte de carretera, por la que muchos uruguayos supieron movilizarse a lo largo y ancho del país.

Pues bien, dado mi vocación e interés por el turismo, hace unos pocos días se me ocurrió indagar un poco en su historia, con el objetivo de conocer el impacto que dicha iniciativa pudo haber tenido en la actividad turística de nuestro país. Así fue como di con un interesante artículo de las docentes Rossana Campodónico y Nelly da Cunha (referentes de la academia en materia de turismo) basado en una investigación que justamente abarca dicha temática[1].

Leyendo este material logré confirmar lo que sospechaba: la ONDA fue mucho más que una empresa de transporte, porque, además de haber logrado consolidar el monopolio de las frecuencias por casi todo el territorio nacional entre 1935-1991; además  de haber marcado una fuerte impronta en acciones sociales (reparto gratuito de prensa escrita, traslado de escolares u docentes sin costo por todo el país), fue un actor fundamental en el desarrollo vial contribuyendo a la construcción de carreteras estatales (particularmente en la segunda mitad del siglo XX) acompañando la apuesta fuerte del gobierno central en el desarrollo de rutas y carreteras que unieran la capital con el interior del país.

La ONDA y el desarrollo turístico

Pero también, la ONDA fue una empresa con una visión estratégica arriesgada y valiente, delineando planes y acciones para su propio beneficio, pero que a la misma vez (quizás sin proponérselo) fueron significativos para que la actividad turística comenzara a ganar real trascendencia en el país.

En efecto, ONDA fue una empresa que desde sus inicios, fue absorbiendo otras empresas de transporte, con una mirada estratégica donde puntualmente la compañía priorizó departamentos destacados por su costa (Maldonado y Rocha). ONDA también supo entablar alianzas estratégicas con empresas fluviales y aéreas de Argentina (posibilitando conexiones internacionales) y también con empresas de transporte carretero brasileras (para fomentar la circulación de turistas desde y hacia el país norteño).

También fue un actor relevante en la concreción de nueva infraestructura y servicios turísticos. A manera de ejemplo, en la década del ´40, la empresa se instaló en Salto, puntualmente poniendo el foco en las incipientes Termas de Arapey donde visualizaron que a futuro, podría consolidarse allí un destino termal muy frecuentado por turistas de Uruguay y Argentina. Por eso, 30 años después (agosto de 1971) la empresa y la Intendencia de Salto firmaron un acuerdo por el cual ONDA se dispuso a construir alojamiento turístico, un parador y restaurante en esa zona a la cual la consideraba necesaria para “un desarrollo turístico a nivel de todo el país”.

Pero ese tipo de inversiones no era algo novedoso. En 1962, ya habían invertido en un emprendimiento de Parador con piscina en el Cerro San Antonio (Piriápolis) y también en obras menos costosas- pero no menos importantes- como el Pabellón de pasajeros en el puerto de Colonia. En la década del ´70, se inauguraron el Parador Municipal de Paso de los Toros y el complejo de cabañas “Tío Tom” en Portezuelo, obras en las cuales la ONDA, también contribuyó.

Por si fuera poco, la empresa del galgo (además de invertir en innovadores y confortables coches importados de Estados Unidos) supo ser pionera en promocionar y comercializar excursiones, fomentando así el turismo interno. En este sentido, es para destacar que por la década del ´40, ya contaban con un programa de excursiones en el cual por primera vez se comenzaban a difundir destinos del Uruguay (al momento desconocidos para la mayoría de los uruguayos) como la Central Hidroeléctrica del Río Negro, el Parque Salus y el Cerro Arequita de Minas, Colonia Suiza y el Puerto Concordia, Carmelo y un paseo por el arroyo Las Vacas, entre otros.

La ONDA fue pionera también en marketing y promoción turística, dado que durante algunos años supo editar una revista propia que se entregaba a los pasajeros, con la finalidad de difundir lugares turísticos del Uruguay a los cuales, lógicamente la empresa ofrecía el traslado y excursiones.

Pero, como dice la canción, todo concluye al fin. A mediados de los ´70, en etapas de la oscura dictadura militar, el gobierno de facto, consideró que una empresa que predominaba y lideraba las comunicaciones terrestres, vulneraba y debilitaba la doctrina de Seguridad Nacional.  Por lo cual, comenzaron a otorgarse nuevas concesiones para líneas de transporte de pasajeros y encomiendas nacionales, a nuevos prestatarios (sin que se justificase demanda insatisfecha) lo que inmediatamente ocasionó una importante pérdida del mercado de transporte de pasajeros y encomiendas para la organización.

En 1982, se produjo la ruptura y modificación del régimen cambiario (“La tablita”), multiplicando los pasivos bancarios de la empresa. La recesión se profundizo aún más, acentuándose la disparidad de la estructura de la empresa con la realidad del mercado. Eso motivó también a que el entonces Intendente de Salto (Eduardo Minutti) decretara la no prórroga del convenio firmado en 1971 por la gestión de la hotelería inaugurada en Arapey.

Al no poder adquirir regularmente repuestos, la flota comenzó a deteriorarse y la incidencia en la mano de obra (salarios), era mayor que la que calculaba la Dirección Nacional de Transporte en las tarifas de pasajes. Finalmente, en 1991 se produjo el cierre definitivo, cuando se dispuso la Liquidación Judicial de la Organización Nacional de Autobuses. Así se extinguió una empresa que supo ganarse el cariño de los uruguayos y que como hemos relatado aquí, supo ser motor de desarrollo turístico en nuestro país. Larga vida al galgo.

Juan Andrés Pardo. Magíster en Consultoría Turística, egresado de la Universidad Europea del Atlántico / Docente del Instituto de Alta Especialización (IAE-.UTU) Salto

[1] Se puede acceder a dicho artículo en este link: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=180716755007

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