Escribe Darío Rodríguez
El fenómeno del crecimiento matricular universitario en la región, -en un contexto marcado por un gobierno de espalda al interior, la diferencia cambiaria con Argentina y el flagelo del desempleo y la pobreza-, es parte de una realidad que exige análisis, reflexión y acción.
Es un dato de la realidad que las ciudades de Salto y Paysandú pueden encuadrarse en la categoría de universitarias; el asunto es si los niveles de inversión y adecuación de las mismas acompasan tal circunstancia. Durante el año lectivo esta realidad mueve millones de dólares entre alojamiento, alimentación, transporte, recreación, adquisición de insumos, etc.
Pero mientras el fenómeno es visible, transformador, de alto impacto en el mediano plazo, la situación social regional se deteriora y exige estar a la altura y generar la idea que es posible revertirla. Una idea, en tal dirección, es pararse en la transformación universitaria que puede, y debe, incluir la UTEC (aunque es otra cosa)
En Paysandú, la población económicamente activa (PEA), de un universo de 113.124 mil habitantes, (básicamente urbana) es de 58.700 personas. Aunque un 11.7% de esa población (6.900 personas) están desempleadas. Empero, entre los ocupados, 13.105 (un 25%) están sin cobertura de salud ni aportes jubilatorios; “en negro” en la jerga popular. En el departamento, el subempleo se ubica en el 15.1%, cuando la media país es del 9%.
Pese a estos datos duros que, además señalan pobreza y población con hambre, mal atendida por un Estado desertor e instituciones con despliegue clientelar, emerge otro Paysandú.
Que en el interior del país, familias que sabían de la formación universitaria por los medios, hoy vean a sus hijos ingresar a las aulas donde la transitaron Vaz Ferreira, Mario Cassinoni, José Luis Massera, ente otros, es un cambio digno de reflexión.
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