Escribe Julio Norte
En estos días de campaña hemos recogido diversas opiniones, pero la que más preocupa es la que trata de instalar la derecha sobre que los sanduceros somos individualistas y egoístas.
Nosotros nos inclinamos a pensar que nos encontramos ensimismados y hasta desbordados por un conjunto de cosas que nos abruman como individuos y como sociedad.
La contradicción entre el individualismo y pensar en uno mismo es un tema recurrente en el análisis filosófico y social contemporáneo. A menudo, estos conceptos se confunden, pero una exploración más profunda revela matices que desafían esta percepción superficial.
Pensar en uno mismo no es necesariamente sinónimo de individualismo. Pensar en uno mismo implica una introspección y una autoevaluación que no siempre conducen a la autoexaltación. Este enfoque se centra en el autoconocimiento, el autocuidado y el desarrollo personal, aspectos que, paradójicamente, pueden fortalecer la capacidad de contribuir al bien común.
Siempre y cuando la sociedad sanducera te absorba y lejos de superación personal pienses únicamente en supervivencia de la población económicamente activa con grandes problemas de proveer un sustento dentro de condiciones de alimentación y salud muy por debajo de la media recomendada.
La contradicción surge cuando el individualismo se lleva al extremo, transformándose en egoísmo. El individualismo extremo puede llevar a la desconexión social, la indiferencia hacia las necesidades de los demás y la erosión del tejido comunitario. En contraste, pensar en uno mismo de manera reflexiva y saludable puede resultar en un individuo más equilibrado, capaz de empatizar y cooperar con otros no olvidando que la salida es colectiva. El individualismo nos sumerge en la apatía por el otro al punto de no ver los cientos de uruguayos en las volquetas buscando algo.
Tomemos, por ejemplo, el contexto laboral. Un trabajador que adopta un enfoque individualista extremo puede buscar ascender a toda costa, incluso a expensas de sus colegas. Este comportamiento, aunque pueda resultar en beneficios personales a corto plazo, puede generar un ambiente tóxico, perjudicando a largo plazo tanto a él como a su entorno laboral.
Por otro lado, un trabajador que piensa en sí mismo de manera saludable puede buscar el equilibrio entre su desarrollo profesional y su bienestar personal. Esta introspección puede llevarle a entender que su éxito está vinculado al éxito de su equipo, fomentando así una cultura de colaboración y apoyo mutuo.
La filosofía oriental ofrece una perspectiva interesante sobre esta contradicción. En el budismo, por ejemplo, se enseña que la verdadera comprensión de uno mismo conduce a la compasión por los demás. El proceso de autoconocimiento y meditación no es un fin en sí mismo, sino un medio para desarrollar una mayor empatía y conexión con el mundo.
En contraste, la filosofía occidental, especialmente en su forma neoliberal desarrollada por el capitalismo, a menudo enfatiza el éxito individual como el máximo logro. Este enfoque puede llevar a la alienación y a la competencia desmedida, erosionando las bases de la solidaridad y la cooperación social fundando la meritocracia y sus consecuencias.
Paysandú esta ante un cambio real y profundo de seguir por este camino habremos perdido los valores más importantes construido por nuestros abuelos, los defensores no solo pensaban en Paysandú lo hacían desde un compromiso regional mucha más abarcativo y comprometido.
De seguir así Paysandú tomara un camino de perdida de valores y nociones mínimas de convivencia la seguridad es una señal de ellas, la falta de limites comunes en la convivencia.
Paysandú debe de retomar el camino de trabajo y participación para ellos debemos de retomar iniciativas que pongan ese camino.
Paysandú debe de cambiar encontrar su rumbo, tener un norte claro como guía.