¿Y si, a pesar de todo, en Uruguay quedan reservas morales? Y si es mucha la cantidad de gente que está cansada de los escándalos y corrupciones que se acumulan en su memoria pero que se pretende disimular,  justificar o tapar con el recuerdo de episodios viejos de errores ajenos?

David Rabinovich

Las encuestas previas al Balotaje del domingo 24 de noviembre anunciaban un final de bandera verde. “Vienen ‘cabeza a cabeza’ y habrá que contar hasta el último voto para saber el resultado. Quizá esperar los observados para proclamar un ganador. Le erraron feo; algunos, muy feo. No le encuentro explicación: ¿por qué todos los errores apuntan en el mismo sentido?

También nos daban un perfil de los indecisos que definirían, en última instancia, para dónde se inclinaría la balanza: desinteresados de la política, desinformados, del interior… El voto del interior, si es que hay algo que se le pueda llamar voto del interior, fue decisivo. No tanto indeciso. Pero no me cuadra por ejemplo, los que votaron el Sí y sólo el Sí por la Seguridad Social ¿desinformados?

Tampoco me habla bien del sistema democrático la idea de que una elección la decidan los menos informados, que además serían los que menos interesados están en la política.

El éxito de una campaña electoral que se define por la pretensión de ganar el centro político (¿los indecisos?) y resulta ser una penca desteñida donde lo más emocionante es algún comentario desubicado de anticomunismo barato. Un gol en contra como querer un Uruguay sin izquierdistas. ¿Qué querés que te diga? Es más complicado entender los análisis que estamos haciendo que la propia campaña electoral.

A veces me asusta pensar ¿cuánta gente vota en contra de…? ¿Cuántos deben elegir pensando cuál es el menos malo? ¿Cuánto de rabia y odio, de envidia y desesperanza alimenta el sistema que todo lo mercantiliza?

Más allá de nuestra visión personal ¿cuántos votos se emitieron sin analizar trayectorias y antecedentes, mucho menos programas (promesas y propósitos)? Sin analizar nada. A puro sentimiento. Y sentimientos de odio, de rabia, frustración, envidia…

Seguro que también hay montones que votan con esperanza. ¿Quién no quiere recibir un legadito? Una pequeña estancia, un yatecito, un edificio de apartamentitos… Cualquier pequeñez de esas. -“¿De arriba? lo mismo un rayo”, dijo un paisano.

Hay muy diferentes legados. No todo es plata. Un buen legado cultural, ético, moral, político… ¿Existe eso del legado político? Así como hay estirpes y dinastías en países que se consideran democracias como varios reinos europeos, por estas latitudes hay familias asociadas al poder y la actividad política como los Batlle o los Herrera. Un mundo viejo que parece resistir el paso del tiempo.

Pero si bien está claramente establecido quien hereda un patrimonio, no siempre es posible transferir un ‘legado’ político. ¿De quién es el de Frugoni o el de Sendic? El de Ferreira o el de Batalla… El de Seregni o el de Astori hay varios que lo reclaman. ¿Quién aspira a quedarse con el de Pacheco, Bordaberry o Chicotazo? (Y lo expresa)

No es lo mismo heredar bienes terrenales a legados que van de alma en alma buscando un lugarcito donde sentirse cómodos. ¿Tendrá heredero el legado del inefable ‘Pepe’?

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