Por Horacio R. Brum
“En el país de la pasión…” dice un aviso que se ve en las calles de Buenos Aires, anunciando la llegada de un nuevo modelo de celular; “Somos apasionados”, es una de las frases de una publicidad para atraer turistas a la capital argentina y lo cierto es que, desde el fútbol hasta las decisiones electorales, la vida de la mayoría de los ciudadanos de Argentina parece estar gobernada por esa condición, al extremo opuesto de la racionalidad. Tal vez por eso es que el país pasa de una crisis a otra y busca siempre salvadores de la Patria; aquí no es el candidato con las propuestas más sensatas y con un discurso moderado el que llega a la presidencia, sino quien pueda pintar los mejores castillos en el aire e inflamar a las multitudes con expresiones hiperbólicas. El hombre del momento se llama Javier Milei y, aunque gobierna según sus instintos y caprichos, todavía cuenta con la confianza de más del 50% de sus conciudadanos, encandilados por una baja espectacular de la inflación.
Poco importa que el precio de esa cifra haya sido un aumento de la pobreza, de la destrucción de la protección social y del endeudamiento externo con una rapidez no superada por los peores desquicios del kirchnerismo, así como que haya indicios preocupantes de una deriva autoritaria del régimen mileista. Al igual que en los tiempos en que Carlos Menem creó la ilusión de un dólar = un peso, los argentinos de la clase media se regodean con la posibilidad de viajar barato a Miami, a Punta del Este o a las playas brasileñas, y van en masa a Chile a comprar en los numerosos y bien surtidos shoppings los artículos electrónicos y las ropas de marca que en su país cuestan bastante más caros. Tal como en la época de Menem, son pocos los que se plantean qué pasará si los trucos contables del gobierno fracasan y nadie parece recordar la crisis de 2000 – 2001.
Pocos también son los que se preocupan por la expresiones soeces y groserías en general que el Presidente dirige a diario contra todos los que osen criticar su gestión y menos todavía son aquellos que prestan atención al deterioro de las relaciones con el vecindario americano, cuyos gobiernos en una buena parte integran lo que Milei define como “comunismo” o “socialismo empobrecedor”. Desde la Casa Rosada se ha insultado a los mandatarios de Chile y Brasil, dos socios comerciales muy importantes y en una reunión internacional de elementos ultraconservadores realizada a comienzos de diciembre en Buenos Aires, el jefe del Ejecutivo argentino incluyó a Tabaré Vázquez y José Mujica en su lista de presidentes progresistas que “fueron exitosos en lo cultural, en lo político, pero donde van generan miseria…”
Con ese ánimo, el gobierno de Buenos Aires había puesto todas sus fichas a la victoria en Uruguay del candidato blanco y continuista Álvaro Delgado, pero Yamandú Orsi y el Frente Amplio le dieron vuelta la taba. La frustración por la victoria del FA se tradujo en que no hubo ninguna llamada personal de saludo a Orsi por parte de Milei y sólo la Cancillería emitió un comunicado protocolar, donde no apareció ninguna expresión que tuviera un tono de felicitaciones.
Ese texto salió de un ministerio de Relaciones Exteriores sometido a una purga ideológica posterior a la destitución de la ministra Diana Mondino, a causa de un voto en la ONU a favor de la resolución que exige el fin del bloqueo estadounidense a Cuba. Como prólogo al despido de Mondino, el Presidente envió a todos los miembros de la diplomacia nacional una nota que en su párrafo principal decía: «Quienes no se encuentren en condiciones de asumir los desafíos que depara el rumbo adoptado en defensa de las ideas de la libertad deberán dar un paso al costado». El encargado de hacer cumplir a rajatabla los términos de la carta es Gerardo Werthein, quien tuvo un breve paso por la embajada en Estados Unidos e integra una de las familias empresarias más poderosas del país. A diferencia de lo que es el papel tradicional de un ministro de RR EE, que debe asesorar y orientar al Primer Mandatario en las relaciones internacionales, Werthein ha demostrado ser un fiel e incondicional ejecutor de lo que ordenan Milei o su hermana Karina, la todopoderosa Secretaría General de la Presidencia.
Ahora que Uruguay quedó fuera de las simpatías políticas de Javier Milei, con el triunfo del “socialismo empobrecedor”, la figura de Gerardo Werthein adquiere algún relieve en las relaciones bilaterales, porque, entre otras inversiones en el país, es uno de los principales accionistas de El Observador. Para Orsi, el Canciller argentino “quiere a Uruguay” y según La Nación de Buenos Aires, ambos se conocen desde hace mucho tiempo. El mismo diario opinó que “El vínculo existente entre Orsi y Werthein puede ser fundamental a la hora de acercar a las partes, distanciadas ideológicamente y con diferentes prioridades en materia de política exterior”.
El problema es que el concepto de democracia republicana de Gerardo Werthein, al igual que el de su jefe, tiene serias limitaciones. Una semana antes de Navidad, la periodista del diario Clarín Natasha Niebieskikwiat recibió una carta de intimación para cesar “de manera inmediata” su trabajo informativo sobre las tensiones con Venezuela a raíz del reciente arresto allí de un integrante de la Gendarmería Nacional que supuestamente iba a reunirse con su pareja, y de los opositores al gobierno Nicolás Maduro refugiados en la embajada argentina en Caracas, hoy bajo la protección de Brasil, porque el presidente venezolano expulsó al personal argentino.
Niebieskikwiat es una profesional con varias décadas de trabajo en el área internacional de Clarín, que entre sus méritos cuenta con un profundo conocimiento de la realidad de las islas Malvinas y tiene la confianza de la comunidad isleña. Sin entregar prueba alguna de sus acusaciones, el Canciller Werthein sostuvo en su carta que la periodista publica información «inexacta, especulativa y no corroborada», que afecta las negociaciones para resolver ambos casos; además, advirtió que podría iniciar acciones legales si no se accede a su exigencia.
Natasha Niebieskikwiat recibió el apoyo de las principales organizaciones periodísticas argentinas y continúa con su trabajo informativo. Por ahora, la acción del ministro de Relaciones Exteriores argentino parece ser solamente un intento más de los muchos que a diario realiza el gobierno para intimidar a los periodistas independientes, pero conviene considerarla con atención desde la orilla oriental del Plata, porque define un modo de actuar. Nuestro presidente electo no debería cifrar muchas esperanzas en que “el amigo Gerardo” contribuya a estrechar los lazos binacionales, máxime cuando ya hay en Buenos Aires algunos que quieren ver al nuevo gobierno uruguayo bajo el lente arcaico de la Guerra Fría (un lente con el cual Milei y los suyos miran al mundo). En una columna del semanario Perfil titulada Con olor a pólvora el comentarista aprovecha el pluralismo que mantiene ese medio para expresar que los integrantes del gabinete de Yamandú Orsi “parecen radicales, casi extremistas, seguidores ideológicos de la Cuba castrista, con propósitos revolucionarios manifiestos y con autonomía del futuro mandatario”.