Escribe Eduardo Rodríguez
Fue a principios de noviembre de 2015 cuando el Movimiento de Erradicación de la Vivienda Insalubre Rural (MEVIR) inauguró 33 viviendas en Constancia. 32 unidades integran el segundo plan construido por el movimiento en la localidad sita a unos 16 kilómetros al norte de la ciudad de Paysandú mientras que la restante fue erigida cerca de allí, en el predio aportado por la familia beneficiaria. Si bien es cierto que la amplia mayoría de los participantes han obtenido mejoras sustanciales en sus condiciones de vida, también es verdad que un 20% de los participantes del plan, 6 familias, aunque podrían ser más, padecen condiciones bastante extremas debido a problemas que nacieron junto con el barrio y para los cuales, a pesar de una década de reclamos, las soluciones parecen muy esquivas.
“Lo que mal empieza mal acaba”, dice el refrán popular cuyo contenido poco académico pero muy práctico define perfectamente lo que sucede a escasas cuadras al oeste del muy conocido kilómetro 384 de la ruta 3 General José Artigas. Es que quienes sí pasaron por la academia y los responsables políticos de las instituciones involucradas resolvieron la construcción del complejo de casas “en un pozo que además es un bañado, un lugar que toda la vida se inundó muy fácilmente”, según el decir de los lugareños, pocas veces considerado. Entonces, a poco de habitadas las viviendas y con la ocurrencia de lluvias importantes en lapsos cortos, situaciones cada vez más frecuentes, se hizo evidente “el enorme problema” con el que convivirían las familias asentadas sobre el suelo embebido, en un contexto de carencias de algunas obras estructurales. En aquella primera etapa primó la gratitud por la oportunidad de acceder a la casa propia y la confianza en que los políticos atenderían los reclamos. Pero, el tiempo pasó, la situación se agrava y los gobernantes, los de antes y los de ahora, “se pasan la pelota unos a otros”.
LEER NOTA COMPLETA EN EDICIÓN PAPEL