Un 15 de marzo de 1945 nacía en Paysandú el cantante de la banda Los Iracundos, con
quienes escribiría varias de las canciones más populares por América hispanoparlante desde los sesentas hasta que su carrera artística se vio interrumpida trágicamente en 1989 víctima de un cáncer, con tan solo 43 años.-
Por Aníbal Álvarez Fontán y Tito Sónico
Eduardo Franco Da Silva Zannier fue el último en sumarse al grupo musical juvenil que estaba armando su hermano mayor Leonardo con unos amigos. A partir de una revista alemana se apodaron “Los Blue Kings”. Tenía tan solo 16 años cuando debutaron en el Teatro Florencio Sánchez de Paysandú el 10 de Octubre de 1961, dos años más tarde ya escribiría su primera canción “Despierta Lorenzo” que fuera incluida en “Stop”, el primer disco de Los Iracundos editado por la RCA Argentina en agosto de 1964. También considerado el primer disco del rock uruguayo. Eduardo fue, con su voz e impronta, un gran intérprete de canciones que se convirtieron en éxitos entre su público: “Calla”, “Es la lluvia que cae” o “Hace frío ya” que conformaron sus primeros discos. Incluso él mismo hacía traducciones al español de hits extranjeros, en una época en que la industria discográfica local prefería grabar versiones antes que editar los originales en otro idioma. Pero esto sucedió hasta el despegue de sus canciones románticas.
“Puerto Montt” su creación más famosa “compuesta” junto a su manager Cacho Valdez en 1968 marcó un antes y un después en su carrera. La RCA le daría vía libre para seguir componiendo un éxito tras otro. “Va cayendo una lágrima”, “Marionetas de cartón”, “Te lo pido de rodillas”, “Y me quede en el bar” , “Chiquilina”, “Venite Volando”, “Tú me diste amor…”, “40 grados”, “Tú con él”, “Las puertas del olvido”, “Mamarracho", “El triunfador”, “Y parecías feliz”, fueron algunas de las tantas canciones que marcaron época, hasta el año 1988, cuando grabó su último disco bajo el nombre de “Eduardo
Franco y sus Iracundos de siempre” ya que lamentablemente no podía usar el nombre de su banda por problemas de derechos. Algo que, tal vez , fuera más dañino que la propia enfermedad (Linfoma de Hodgkin, una variedad de cáncer que afecta a los ganglios linfáticos) que lo estaba afectando desde hacía casi 6 largos años.
Su voz tan particular y especialmente su manera de cantar fueron el puntapié inicial para adaptar un lenguaje extranjero a nuestra idiosincrasia rioplatense, influenciado por géneros tan diversos como el rock y la canción melódica europea (básicamente italiana, era gran admirador de Doménico Modugno). Junto a Los Iracundos logró adaptarlos a nuestra manera de hablar, de sentir y de transmitir emociones. Eduardo fue uno de los pioneros en la región del género musical “melódico internacional”, y tal vez por ello, entre otras cosas, siempre lo menospreció la cultura rock que lo vio nacer.
Aunque fue respetado por grandes figuras contemporáneas como Litto Nebbia (autor de La Balsa), Palito Ortega (su padrino artístico), músicos de diferentes estilos como León Giecco o las nuevas generaciones rockeras como Luca Prodan (Sumo) o Adrián Dárgelos (Babasónicos) por citar algunos. Sus composiciones vendieron varios discos de oro, ganaron premios en certámenes de la canción en Buenos Aires en varias oportunidades y quedaron grabadas en más de una cuarentena de discos de la propia banda y de otros artistas que, a veces, solicitaban su “servicio”.
Después de su muerte
No es de extrañar, su figura es más recordada en el exterior que en nuestro propio Uruguay. Son incontables los programas de talentos televisivos que cuentan con imitadores de Franco por todo el Pacífico. En Ecuador, Sebastián Mera llegó a la final del certamen de “Yo me llamo” imitando a Eduardo Franco en el año 2019. Por supuesto en nuestro país nadie imita a Eduardo en ese tipo de programas de talentos y es casi nulo su reconocimiento, excepto en su tierra natal: Paysandú.
Eduardo tuvo su primer homenaje en 1991 cuando Stalin Govea viajó desde Guayaquil, Ecuador, hasta Paysandú, para entregar un busto recordatorio; el ecuatoriano también se convertiría en el autor del primer libro sobre Los Iracundos llamado “Pasión y Vida”. En 1997 vendría un segundo busto ubicado en Avenida España, obra de Marta Escondeur, artista plástica prima de Daniel Escondeur. Daniel acompañó y registró muchas actuaciones en vivo de la banda, pero sobre todo, fue amigo del propio Eduardo. También hay una estatua de bronce tamaño natural ubicada frente al teatro que los vio debutar creada por el carmelitano Velarde Gil, además un estupendo mural (junto con la banda entera) realizado por el argentino Néstor Medrano, una estrella en el paseo de los sanduceros, y para recordar más su obra el mismísimo Teatro de Verano fue rebautizado con su nombre. Todos los 1° de febrero se celebra una peregrinación a Paysandú en su honor, se visita la Capilla en el Cementerio de Paysandú, donde reposan sus restos (junto a su hermano y guitarrista Leoni, fallecido en 2015 durante una gira en Guatemala) para rendirle tributo y además se organizan diferentes actividades recordatorias, algunas con apoyo de la propia intendencia y otras más espontáneas casi como ritos. Al atardecer se le entrega una flor en el busto de la Avenida España. Todas estas actividades son un reconocimiento que pocos artistas en nuestro país tienen después de su muerte. Existe un documental dirigido por Aldo Garay “Un tal Eduardo” (2018) que trata sobre el particular mundo que rodea la figura de Eduardo Franco.
Sus canciones han sido versionadas en portugués, inglés, turco, griego, francés, sueco, finlandés y hasta en japonés. Su creatividad y su carismática voz, tentaron a directivos de la RCA para lanzar una carrera Como solista (incluso salió un disco en Estados Unidos Eduardo Franco “Te lo pido de rodillas”). Pero él jamás quiso dejar la banda, que era tan sólida que en su mix de influencias crean el “sonido latino” y con la que siempre se sintió a gusto y se consideró un iracundo más. Una muestra de su humilde
personalidad. Tras su muerte dejó un legado de más de 200 canciones registradas, muchas otras inéditas (que los propios Iracundos irían grabando en años
siguientes) y otras que compartió con otros artistas, y que él jamás llegó a grabar. Empezó siendo Eduardo: el Rey Azul, luego fue Eduardo: el Iracundo y finalmente se convirtió en Eduardo: el Mito.