Escribe Ricardo Brasesco

Cuando sobra la tierra a precios que no influyen significativamente en el costo de las viviendas, es un tremendo error apilar gente en apartamentos, que son propios de las grandes urbes donde no solamente son muy caros los espacios libres, sino que las distancias a recorrer son enormes.  Acá en Paysandú, por poner un ejemplo, sobre avenida soriano al este, más cerca del centro de la ciudad que el terreno de Paylana, hay grandes terrenos vacíos. Altos, con suelo de tosca firme, que es uno de los mejores basamentos para construir que tenemos, donde se podría expropiar, a veces para cobrar deudas impagas de impuestos inmobiliarios, o simplemente adquirirlos a precios que convienen tanto a los propietarios como a los compradores. Supongamos que se fraccionaran terrenos de 250 m2, en una hectárea cabrían unos 24 solares de 10m x 25m que se tocaran por el fondo y cada dos filas contrapuestas, una calle de 10 m de ancho, para que no haya terreno desperdiciado en el centro de las manzanas como actualmente. Si se le ofrecieran 240 mil dólares al propietario de ese terreno, seguramente aceptaría venderlo.  Eso importaría diez mil dólares por solar o 40 dólares por metro cuadrado, que no es una suma significativa en el costo de la vivienda, que según el Arquitecto Francisco Beltrame, Fucvam construye a un costo de U$S 1.500 m2, aunque ellos ponen la mano de obra y esas construcciones no tienen una ganancia.

Yo creo que con el sistema de autoconstrucción dirigida, se construyen buenas viviendas a un costo no superior a 500 dólares el metro cuadrado y en mucho menor tiempo que los barrios cooperativos, que llevan no menos de tres años inaugurarlos. En este caso de las viviendas en altura, con torres de 6 y 8 pisos, llevará más tiempo aún. Fíjense en el edificio de calle Leandro Gómez y Montevideo, que hace varios meses que se está construyendo la estructura de hormigón y aún no han superado los cuatro pisos. Téngase en cuenta que en esta construcción trabajan muchos obreros con experiencia y aún así les llevará bastante tiempo más finalizarlo, cuando comiencen con las paredes y los detalles de cada apartamento.

Además cada torre que se iniciara la construcción, debería contratar una grúa para elevar los materiales o de lo contrario esperar a terminar uno para iniciar el siguiente, lo que llevaría muchos años terminarlos.

Con viviendas individuales mediante el sistema de autoconstrucción dirigida, no se necesita más de un año para construirla y en muchos casos si el beneficiario que la construye tiene experiencia y puede dedicar unas cuatro horas diarias como se trabaja en MEVIR, puede terminar su casa en pocos meses. Basta que se fijen en particulares que construyen sus viviendas a veces con la ayuda de un familiar o un obrero colaborador.

El contar con un terreno de 250 m2 en el que la casa ocupa menos de 100 m2, le quedan 150 m2 para plantar hortalizas, árboles frutales y tener además unas gallinas para disponer de huevos y algún pollo cada tanto. Todo eso ayuda mucho en la economía familiar y al no tener que pagar alquiler, significa casi otro salario. Así se mejoran significativamente los ingresos del hogar y esa familia incrementa su poder de consumo, con la consiguiente mejora de la economía general. En cambio los que viven encerrados en apartamentos, deben comprar todo lo que consumen y la privacidad es casi nula. La vida pasa entre cuatro paredes y apenas si tienen una terracita para tender la ropa. De plantar hortalizas, frutales y gallinas que ni lo sueñen.  Todo lo tendrán que comprar en el mercado, con las limitaciones de sus magros ingresos, hasta unos simples limones, tan necesarios, casi imprescindibles en un hogar.

Los que deciden que viviendas y en que modalidad construir, deberían ponerse en el lugar de las familias que vivirán en ellas. Seguramente que no querrían para sus familias y especialmente para los niños, vivir en apartamentos y menos en torres de varios pisos, con asensores. Deberían preguntarle a los niños en qué lugar les gusta más vivir, si encerrados en un apartamento o jugando con sus amigos sobre el terreno disponible de sus viviendas, donde además están protegidos, que no es lo mismo que cuando juegan en espacios comunes que quedan entre las torres y sus padres preocupados por saber si corren algún riesgo.

¡Que agradable es salir al jardín y sentarse debajo de un árbol y mirar las plantas con flores. Cortar un racimo de uvas que cuelgan del parral, o arrancar un limón para preparar una ensalada o una limonada. Ver como los pájaros buscar su alimento sobre las plantas y bajan al suelo, mansos cuando no son molestados o se acostumbran a comer las migas que les tiran. Ver las mariposas multicolores que revolotean sobre las flores de los canteros y frecuentes colibríes que van de flor en flor. Todo esto no se puede ni comparar con el encierro de un apartamento.  Será que yo siempre viví en ese tipo de viviendas que valoro tanto el espacio disponible.  El apartamento es aceptado por personas sin chicos y que tienen empleos varias horas por día en comercios u oficinas y se han acostumbrado a vivir dentro de los edificios. Cuando salen en la tardecida de sus trabajos, aceptan vivir en apartamentos y todo lo que consumen lo deben comprar. Pero también les agrada visitar una plaza y sus plantas.

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