Oscar Geymonat

Durante más de siete décadas durmió en el subsuelo de un campo de maíz en Alemania. Cuando despertó el lunes 17 de junio, la bomba de la Segunda Guerra Mundial no pudo hacer más que lo que tenía registrado en su memoria. Para explotar  había nacido. Felizmente fue una vida inútil la suya. Murió sin matar.

En Alemania el caso no es único. Europa camina sobre bombas. Si sirviera para recordar que la guerra es un horror y además siempre un error, no sería del todo inútil. El año pasado se desactivó una que dormía debajo de una pista de aeropuerto en Bruselas. Ni siquiera evitar el desastre fue mérito nuestro.

La industria armamentística es quizá la más antigua de la humanidad, la que nunca ha discontinuado su producción, la que cierra el ciclo completo de consumir recursos en fabricación, en venta y en destrucción de las que nunca se usaron. Altísima tecnología para esconderlas y altísima tecnología para buscarlas y romperlas. Si no fuera terrible uno podría reírse de esta ridícula búsqueda del tesoro.

En su memoria está grabado únicamente el propósito de la destrucción. El sueño del profeta Isaías no es que las espadas se transformen en arados y las lanzas en hoces, sino que los pueblos las transformen.  Ellas no pueden nacer de nuevo, no fueron creadas para la vida. Nosotros sí. Y para eso es necesario que saquemos del fondo de nuestra memoria el propósito para el que fuimos creados.

En la más primitiva memoria humana viven los relatos del Génesis en los que es claro que estamos llamados a vivir en un mundo que fue puesto a nuestro cuidado. Un mundo del que somos parte y no dueños, fuimos creados de la tierra y no la inventamos. No hay diferencias entre personas; memoria originaria tan olvidada, tan confundida.

La nueva humanidad en Cristo es una nueva vinculación con aquel propósito original que está en el principio y que mueve nuestra esperanza para el futuro.

La fe en Cristo lleva nuestra mirada hacia un reino que no conocemos pero que tenemos por seguro y por el cual vivimos sabiendo como Pedro el apóstol que en Cristo “hay palabras de vida”. La fe cristiana siempre tiene la mirada puesta en un futuro a conocer, nunca puede ser una mirada nostálgica y restauradora.

Nuestra vida tiene un propósito; cuando lo olvidamos, necesario es hacer memoria.

TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR

¿Se acaba el recreo del puente? El gobierno anunciará medidas la próxima semana

La semana próxima el gobierno dará a conocer medidas a adoptar en…

Historia del turismo en Paysandú (parte I)

Por Juan Andrés Pardo – Magister en Consultoría Turística egresado de la…

El edificio Torre de la Defensa en Paysandú demandará una inversión de más de 12 millones de dólares

Evocando el Paysandú de otrora, Mario C. Macri fue uno de los…

Martín Troisi: “Es más importante saber inglés que saber programar”

El uruguayo que vendió su empresa en 100 millones de dólares Por…