Por Horacio R. Brum

La lección fue bien aprendida cuatro décadas atrás. Durante la guerra de las Malvinas, mientras que muchos periodistas argentinos se hicieron cómplices de la propaganda nacionalista de la dictadura, sus colegas británicos pudieron informar objetivamente -excepto por los diarios tabloides de la “prensa amarilla”- y se movieron con bastante libertad entre las fuerzas enviadas a restituir el dominio de Londres sobre las islas. Por eso, la ira de Margaret Thatcher se descargó en particular sobre la BBC, a la que acusó de estar dando información militar a los argentinos. Pocos años antes, los medios de comunicación habían cumplido un papel fundamental en develar la gran mentira de Washington sobre la protección del mundo libre en Vietnam, al mostrar sin censura patriótica las imágenes del conflicto.

Al igual que los gobernantes estadounidenses que se tuvieron que hacer cargo de la derrota en Vietnam, Thatcher y sus sucesores comprendieron la importancia de ejercer algún control sobre el periodismo, con el objetivo de no antagonizar con la opinión pública en situaciones de crisis, pero manteniendo las apariencias de la libertad de información. Así, en las dos guerras del Golfo que culminaron con el derrocamiento de Sadam Hussein se inventó la categoría del periodista “embedded”, un término que puede traducirse como “incrustado”. Por definición, algo incrustado está rodeado de una masa rígida y no se puede mover libremente; tal como esos periodistas, que se movían como parte de las fuerzas invasoras de Irak, supuestamente para su propia seguridad, y veían lo que los militares les permitían ver. Lo mismo ocurrió en Afganistán y pese a las numerosas bajas de las coaliciones occidentales y lo complejo de los conflictos, tanto Estados Unidos como los países europeos que le acompañaron en esos intentos de “cambio de régimen” tuvieron éxito en presentarse como los abanderados de la civilización y la democracia, contra la barbarie y el autoritarismo. Incluso en las guerras civiles de los Balcanes que siguieron a la desintegración de Yugoeslavia (otro “logro” de las potencias capitalistas), esa dicotomía sirvió para justificar la intervención militar de la Unión Europea, ignorando los siglos de divisiones étnicas y opresión bajo los imperios turco y austrohúngaro.

De su experiencia de trabajo en Londres como editor de la radio internacional de la BBC, quien esto escribe recuerda que, al comienzo de la invasión a Irak por la alianza occidental con la participación de Gran Bretaña, fue distribuido en las redacciones un documento con sugerencias oficiales para el tratamiento de las noticias. Los conceptos esenciales provenían del ministerio de Defensa y se recomendaba extremar los cuidados para “no poner en peligro a nuestras fuerzas”. Por estar familiarizados con todas las formas de censura de las dictaduras, los profesionales provenientes del Tercer Mundo cuestionaron esas instrucciones; muchos de los británicos, en cambio, las aceptaron porque supuestamente, su país estaba en guerra. De esa manera, casi toda la información proveniente del teatro de operaciones era proporcionada por los periodistas “incrustados”, las imágenes de muertes y destrucción que daba la TV se concentraban en los iraquíes y Sadam Hussein, antes respaldado por Occidente como freno al fundamentalismo iraní, fue retratado como el Hitler del Medio Oriente.

El Hitler fabricado en estos días es Vladimir Putin y en su afán por mantener la imagen de la pequeña y heroica Ucrania agredida por el oso ruso, los periodistas y columnistas de los medios occidentales se mueven zigzagueantes entre la verdad y la propaganda. En coincidencia con sus gobiernos, ya han asumido que todo lo que provenga de órganos de información rusos no opositores a Putin es mentira y de inmediato redactan titulares con las afirmaciones y denuncias de las autoridades ucranianas, sin contrastar ambas fuentes. Por otra parte, hacen escasa profundización en otros aspectos de la realidad de Ucrania que podrían servir para ampliar el contexto de lo que está sucediendo.

Jorge Said, un documentalista independiente chileno, autor de la serie de History Channel Buscando a Dios, dijo desde Kiev al diario El Mercurio de su país que “en esta guerra se ha manipulado mucho la información…grandes periodistas, grandes medios, han tenido que salir a aclarar que la información la obtuvieron de personas que habían mentido. Las agencias chinas, las rusas, las de Occidente, todas manipulan”. Said denunció el racismo europeo con los refugiados, algo que también han apuntado otros colegas de los países en desarrollo. En tanto que los ucranianos “blancos y rubios” están entrando sin dificultades a la Unión Europea, la cual les dará residencia temporal directamente, los sirios, afganos, africanos y otros extranjeros que huyen de Ucrania no reciben ese beneficio. “Quedaron en campos de refugiados en medio de la nada”, reflexiona el profesional chileno, “Un racismo escandaloso y cruel”.

El racismo bien puede tener relación con otro tema que han cubierto los periodistas provenientes del mundo en desarrollo: la gran industria ucraniana de alquiler de úteros. Los enviados de los diarios argentinos Clarín y La Nación informaron sobre varias parejas de su país que estuvieron en problemas para recoger a sus hijos comprados. Gonzalo Sánchez, de Clarín, pudo visitar uno de los refugios subterráneos donde las numerosas clínicas de Kiev tienen a los bebés gestados por encargo en mujeres nativas inseminadas con óvulos de las parejas clientes de todo el mundo. Como operación a escala comercial, la práctica está prohibida en la mayoría de los países, pero en Ucrania, una mujer joven puede cobrar hasta 20 mil dólares por alquilar su vientre. Según el enviado de Clarín, en plena guerra hay unas 2.500 mujeres que están embarazadas por pedido de parejas de occidente. Esto denota un ambiente de miseria anterior a la guerra, cuando Occidente alababa el rumbo capitalista de la economía ucraniana. La India también proporciona estos servicios legalmente, pero tal vez no puede garantizar que el producto final será “blanco y rubio”.

La posibilidad de obtener una residencia en Europa se vincula a otro tema poco mencionado por los grandes medios mundiales, que sí lo han destacado en el caso de Rusia: el reclutamiento de mercenarios por parte de Ucrania. Clarín tuvo acceso al contrato que recibió un peruano del cónsul de aquel país en Lima; el documento prometía 2500 dólares mensuales, más un bono por la destrucción de tanques de guerra rusos y la visa de residencia, una vez que el territorio estuviera libre de las tropas de Moscú. Sin embargo, nuevamente las ventajas son para el Primer Mundo; según los testimonios recogidos por el diario argentino entre otros aspirantes latinoamericanos a integrar lo que Kiev llama “la Legión Extranjera de Defensa Territorial”, los estadounidenses y los europeos son integrados de inmediato a las fuerzas ucranianas, pero ellos quedan en una espera incierta, mal alojados y pasando frío y privaciones, porque tuvieron que costearse el pasaje. Cabe anotar que el reclutamiento de mercenarios es otra práctica ilegal y condenada por la ONU, pero Estados Unidos la empleó sin problemas en Irak y Afganistán, a través de empresas “contratistas de seguridad”.

Mercenarios, úteros de alquiler y miseria, racismo, así como una larga historia ucraniana de nacionalismo xenofóbico y antisemita, son los detalles de un cuadro muy amplio, en el cual los medios occidentales sólo ven las pinceladas gruesas de los hechos brutales de la agresión rusa.

FOTO

MERCPER – Mercenarios latinoamericanos en Ucrania

Crédito: Archivo diario Clarín

TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR

EL CUENTO DE HANS BRINKER

Por Horacio R. Brum  Todos los países necesitan héroes populares, que no…

Antonella Melano Resio fue electa Alcaldesa en España

Es de origen uruguayo, sanducera para más datos y fue electa hoy…

La Revolución de Mayo en Paysandú: “eran hombres de carne y hueso”

En el tradicional encuentro conmemorativo de la Revolución de Mayo, el cónsul…

“Hola Hong Kong”, aerolínea regala 500 mil pasajes. Vea cómo anotarse

En el próximo mes de mayo en la ciudad china de Hong…