PALABRAS EN LA INAUGURACIÓN DEL MURAL
“Artigas plantó acá la semilla del federalismo igualitario, popular y democrático”
El mismo está en Concepción del Uruguay y se inauguró el viernes pasasdo. Compartimos las palabras de nuestro colega y amigo Américo Schvarzmann, que fue el orador principal del acto que contó con autoridades de ambas márgenes del río Uruguay.
23 de septiembre de 2022, Concepción del Uruguay
Buenas noches. Agradezco el enorme honor de haberme convocado a hablar ante ustedes y ante este hermoso mural realizado por Hernán Malleret.
Este homenaje era necesario, más aun, imprescindible. Lo pedían a gritos los otros
murales a los cuales éste viene a completar, como un tríptico federal: porque Ramírez y
Urquiza no son concebibles sin Artigas. Porque no hay Ramírez sin Artigas, y no hay
Urquiza sin Ramírez, y por tanto, no hay Urquiza sin Artigas.
Él plantó la semilla del federalismo igualitario, popular y democrático. La plantó
aquí, en el Congreso de los Pueblos Libres, el Congreso de Oriente o del Arroyo de la
China, cualquiera de esos tres nombres maravillosos, que nos marcan en nuestra identidad como herederos de aquel pensamiento y de aquel Congreso.
Aquí nació el federalismo, el proyecto de confederación soberana, de integración
igualitaria de los pueblos, en esta ciudad, donde nos toca a cada uruguayense hinchar el pecho para retomarlo. “Libertad en toda su extensión imaginable”, proclamó Artigas en sus Instrucciones. Libertad, democracia, igualdad y federalismo, siempre pensando en que “los más infelices sean los más privilegiados”.
Dijo Delio Panizza hace casi un siglo: “Artigas merece el homenaje de nuestro
pueblo; Artigas, héroe nuestro, precursor de nuestro federalismo, defensor soberbio de la integridad territorial de las Provincias Unidas del Río de la Plata, merece sin hesitación el homenaje”.
Artigas plantó aquí la semilla poderosa del federalismo. Y lo hizo de modo tan
profundo que los esfuerzos de sus enemigos (las élites que terminaron imponiéndose al país desde Buenos Aires) no los pudieron borrar –ni a la semilla ni a su sembrador– de la memoria de los pueblos. Aun haciendo cosas absurdas, como el hecho de dedicarle en esta, nuestra hermosa ciudad, dos calles, a falta de una, al otro Congreso, al que los porteños organizaron en Tucumán, porque había que borrar el que Artigas convocó aquí, a orillas del río de los pájaros. ¿Se habían dado cuenta? La “9 de Julio”, que empieza aquí a la vuelta, y la que la atraviesa cerca de la plaza: “Congreso de Tucumán”. Dos calles para un mismo hecho, porque –insisto– había que ocultar el otro, el maldito, el incómodo.
Porque Artigas es un problema. Es una figura incómoda. Es el que nos recuerda todo
lo que falta, todo lo que se hizo mal. Artigas fue por lejos el líder más claro en los albores de la independencia, en esos años en que todavía no existían la Argentina ni el Uruguay. ¿Dije que Ramírez y Urquiza no se entienden sin Artigas? Digo más: Entre Ríos no se entiende sin Artigas.
Pero si Artigas es el origen del federalismo, y si Ramírez –dejemos las diferencias de
lado, conocemos el final de esa historia–, si Ramirez, digo, fue el continuador de esas ideas de libertad, de democracia primigenia, y Urquiza tres décadas después pudo imponer el federalismo (al menos en las palabras) en una constitución que pretendió incluir a todas las provincias de la Confederación; si las ideas de Pancho y de don Justo, tienen en Artigas su origen indiscutible, ¿cómo es posible su ausencia de nuestra historia? Es que había dos proyectos, dos formas distintas de pensar la organización del país: la que defendían Artigas y Ramírez era sobre la base de reconocer la autonomía y la igualdad de las provincias (y la protección de sus industrias, y las libertades civiles, y los derechos de los “naturales”, es decir los indígenas, y el reparto de las tierras privilegiando a los más vulnerables, y tantas cosas más que vale la pena recuperar). Eso fue lo que se llamó “federalismo”, originalmente. No la entronización de señores feudales autocráticos. No. El federalismo, para Artigas, no era otra cosa que “la soberanía particular de los pueblos”: lo que hoy llamamos “democracia participativa”, “democracia deliberativa”, igualdad de los pueblos y de las personas en la toma de decisiones y en la armonía social.
Y otra vez ¿por qué ocultar a Artigas, por qué ocultar que hubo este Congreso? ¿Por
qué durante generaciones no se nos enseñó nada de esto en la escuela, si ocurrió acá, si está en el origen de nuestra identidad? ¿Si incluso las banderas, los escudos de cada una de las provincias de aquella “Liga de los Pueblos Libres” aun exhiben sus colores y símbolos? Para responder esto hay que recordar que “la historia es la política del pasado”, frase vieja y certera que se atribuye a distintos autores. Y la narración del pasado cambia según lo que hagamos en el presente: y por eso tantas veces se revisa y se reescribe la historia. Por eso siempre es buena oportunidad para contar que había proyectos distintos, uno organizado por el unitarismo porteño, (sesionó en Tucumán un tiempito y después se mudó a Buenos Aires); y otro, el que organizó el Congreso de los Pueblos Libres aquí en esta ciudad, que tenía una idea distinta, federal e igualitarista.
¿Pero por qué hablar de ideas viejas, y encima derrotadas? Quizás porque ahí hay
algunas claves de los problemas que tenemos hasta el presente. No todas las tradiciones sirven, hay muchas que mejor dejarlas descansar en paz… pero hay otras que vale la pena revivirlas. La principal de todas las de nuestra región se llama “artiguismo”. Y en eso estamos.
Un filósofo oriental actual, Leonardo Rodríguez Maglio, restituye a Artigas como
pensador original, sí, como filósofo. En un trabajo iluminador, describe los problemas que Artigas quiso enfrentar, con ideas renovadoras y magnánimas:
“La opresión sobre las personas en todas sus formas, las diferentes pobrezas y
debilidades que afectaban a los americanos del sur, la exclusión social y política de las
poblaciones indígenas y criollas de América, qué tipo de ser humano se debe ser, cuál es el mejor fin de su vida, la alienación del ser humano respecto a esa finalidad, cuál es el mejor tipo de convivencia social, los medios para la verdadera liberación de toda tiranía, la revolución política y moral de América, y la felicidad de las personas y los pueblos”.
¿Se entiende por qué, como escribió Vivian Trias, “el artiguismo no debe ser un
recuerdo, sino un programa”? Por eso las élites porteñas lo condenaron en su arbitraria narración de la historia: “Bandido, tártaro terrorista. Jefe de bandoleros, salteador, contrabandista, endurecido en la rapiña, incivil, extraño a todo sentimiento de patriotismo, famoso vándalo, ignorante, rudo, monstruo, sediento de pillaje, sucio y sangriento ídolo con chiripá.” Todo eso escribieron de Artigas los sarmientos y los mitres. “Los bárbaros letrados” al decir de Alberdi, los falsos liberales, según Alejo Peyret (“en donde dice liberales debe leerse opresores”). Lo quisieron borrar de nuestra historia, y con eso, borrar nuestra identidad. Pero el amanecer no se puede detener y por eso Artigas siempre vuelve para alumbrarnos con su voz: cada vez que revisamos en estos pagos qué queremos ser y cuáles son las mejores raíces para hundirnos
con fuerza en nuestro propio pasado, aparecen él y sus palabras, él y sus acciones.
En estos días se cumple tambien un nuevo aniversario del Reglamento de Tierras,
una de las medidas de Artigas que quieren sepultar quienes quisieron sepultarlo para
siempre, quienes lo difamaron imperdonablemente. En un país y en una provincia donde se sigue concentrando la tierra y la riqueza cada vez en menos manos, es bueno recordar ese Reglamento de Tierras que, como cantó el inmortal Aníbal Sampayo, “es tajante como navaja”.
No lo pudieron borrar. Artigas es local en Entre Ríos, y es tan fuerte en nuestra
memoria popular que resistió no solo el intento de borrarlo, de “extranjerizarlo”; sino
tambien el uso espurio que algún ex gobernante –hoy condenado por la justicia– quiso hacer de su enorme legado.
No, a Artigas no lo pudieron borrar de nuestra identidad. Por eso hoy no solo están la
calle y el busto, y el barrio docente de viviendas llamado “Congreso de Oriente”, y la calle en otro barrio de viviendas llamada “Congreso de los Pueblos Libres”, y aquella otra calle llamada “Las Piedras”. Artigas está en cada bandera que con orgullo la gurisada de la secundaria ostenta en sus camperas o remeras, aun si no lo saben. Y ahora también este hermoso mural en su homenaje.
Por todo eso no es casualidad que fuese en Entre Ríos donde comenzó la restitución
de la figura del Jefe Oriental. Fue en Gualeguaychú donde Isidoro de María, editó en 1860 la primera biografía que salió al cruce de la infamia de los historiadores porteños, la “Vida del brigadier general D. Jose Jervacio Artigas”.
Y es en nuestra ciudad, la que el Protector eligió para realizar el Congreso, donde se
inició hace un siglo, la recuperación popular de su memoria, con posiciones claras,
rutilantes, alejadas de cualquier politiquería chiquita. Fue a través de la poesía que Artigas comenzó a ser recuperado como cuenta Jorge Villanova –uno de nuestros más activos intelectuales artiguistas. No fueron historiadores, paradójicamente, sino poetas
uruguayenses quienes comenzaron a descorrer el velo de la historia, cien años atrás, al
restituir a Artigas como héroe nuestro, héroe federal, héroe de los pueblos libres.
Fue Daniel Elías, juez y poeta, presidente de La Fraternidad y de la Biblioteca
Popular “El Porvenir”, quien le dedicó el primer poema, en la década de 1920, publicado en su libro póstumo “Las alegrías del sol”.
“¡Viejo Prócer incansable / con la obsesión de una idea
Luminosa, cual la tea / de un incendio inmensurable!”, dice Elías, y termina
“¡y allá iba Don Gervasio / como azulando el espacio / con el añil de su ensueño!”
Fue Raúl Fernández, agrimensor, profesor del Colegio del Uruguay, miembro del
Instituto Entrerriano de Estudios Históricos, concejal quien propuso en 1930 nombrar
“Artigas” a una calle uruguayense. Y además escribió su magistral “Payada de un
Federal”, una reivindicación artiguista como no se había escuchado antes.
“De Artigas somos paisanos / y decirlo el alma agranda: los de ésta y de la otra banda / fuimos y somos hermanos.” Y definía el programa de Artigas con tanta potencia como sencillez: “El artiguismo tal cual / es teoría y es acción
él es la Revolución / de Mayo en su faz social”.
Y fue el gran Delio Panizza quien escribió la monumental “Artigas”, el “más extenso
himno que poeta alguno escribiera a la gloria del inconmensurable Protector de los
Libres”, como dice el oriental Edgardo Genta. Canta Panizza: “José Gervasio Artigas… ¡el primero / que afirmado en la idea libertaria hizo un ente civil de cada paria / al calor de su fe de montonero! Arrogante, sereno, imperativo / en su plinto de glorias, esplendente, se yergue en los caminos del presente / dando el rumbo final, definitivo.
Él es el conductor, en su mirada / está toda la Patria concretada, toda la historia, toda la esperanza”. También hoy nuestros poetas lo recuperan. Guille Lugrin se pregunta en una canción “¿Quién cabalga con Artigas”, y afirma allí que “su ideal no tendrá exilio” porque “siempre está volviendo Artigas”.
Quiero cerrar recordando el oficio que Artigas dirigió a los habitantes de esta ciudad
el 9 de febrero de 1812, hace 210 años, y que cita nuestro gran historiador Oscar Urquiza Almandoz. Allí, instando a los vecinos a sumarse a su causa, Artigas termina diciendo: “Nosotros defendemos la causa de los hombres; todos van a participar del fruto de nuestros afanes (..). Los del Arroyo de la China aún no han resuelto, pero juzgo se decidirán por lo mejor”.
Y así será don José, general de Pueblos Libres, padre Artigas: los del Arroyo de la
China seguiremos profundizando su legado, y nos decidiremos, más temprano que tarde, por lo mejor: su luminosa idea de la democracia profunda, del federalismo popular e igualitario, el ideario que tuvo en usted su más cabal encarnadura y que nos sigue convocando aun hoy y por siempre.