El ex presidente superó por cinco puntos porcentuales a Bolsonaro, quien tuvo una elección mucho mejor de lo que pronosticaban las encuestas. La gran incógnita ahora es cómo conseguirá nuevos aliados, especialmente tras sufrir duros golpes en el mapa de gobernadores y el parlamento, que acecha sobre su eventual gobernabilidad.
María Laura Carpineta (desde Brasil)
Gentileza El Destape, Buenos Aires
Hay victorias que cuesta disfrutarlas. La transición de preso y paria político a favorito para volver al poder en apenas cuatro años es una hazaña que pocos líderes pueden reivindicar en el mundo y la batalla no está perdida para Luiz Inácio Lula da Silva para el balotaje del próximo 30 de octubre, aunque ya nadie duda que no será algo fácil. Pero el sinsabor indiscutible que dejaron los comicios de este domingo se debe a que el movimiento bolsonarista demostró que sigue vivo, fuerte, con capacidad de dar pelea y, aún si la izquierda llega a ganar en segunda vuelta, con capacidad de bloqueo en el Congreso.
Se esperaba que Lula ganara fácil, con una ventaja muy amplia sobre el presidente Jair Bolsonaro y que la única tensión fuera si llegaba a vencer en primera vuelta. Pero el resultado final fue muy distinto: el ex mandatario no llegó al 50% por casi 1,7 puntos, quedó a solo cinco puntos porcentuales de su rival, perdió los estados claves del mapa de gobernadores y el bolsonarismo se posicionó como una fuerza central en el próximo Congreso federal. Este escenario no solo le augura una negociación aún más difícil para la segunda vuelta, en la que sí o sí necesitará conseguir un aliado sólido, algo que sin dudas requerirá de importantes concesiones; sino que además ya le plantea problemas para la gobernabilidad de un eventual tercer mandato.
Las opciones de aliados para el balotaje no son muy variadas y, teniendo en cuenta la campaña que hicieron hasta ahora, todas las miradas están puestas en Simone Tebet, la única candidata que no optó por sumarse a la estrategia “todos contra Lula” en estos últimos meses y confrontó igual o más fuerte con Bolsonaro, especialmente en los debates televisivos. Tebet tiene 52 años, fue jefa de bancada del Senado del Movimiento Brasileño Democrático (MBD), el partido del ex vice de Dilma Rousseff y el hombre que se benefició de su impeachment, Michel Temer. Algunos verían en este antecedente un problema irremontable, pero el MBD es ante todo una fuerza pragmática, una característica que el propio Lula y su Partido de los Trabajadores (PT) vienen demostrando una y otra vez desde 2002, aunque muchos los sigan tildando de izquierda radical.
Tebet quedó tercera con 4,2% de votos y superó a un ex ministro de Lula que se terminó convirtiendo en su más férreo rival, Ciro Gomes, cuya estrategia de confrontar con su ex jefe y aliado hasta acercarse y hacer guiños inequívocos a Bolsonaro -este domingo fue a votar con una camisa amarilla, color insignia del oficialismo actual-, le terminó costando caro. Quedó cuarto con apenas más de 3% y 3,5 millones de votos, un retroceso claro del caudal que obtuvo en la primera vuelta de 2018, cuando quedó tercero con 12,4% y más de 13 millones de votos.
Pero Lula no solo necesitará sumar tres puntos porcentuales en 28 días, también deberá sobreponerse a una derrota fuerte en el próximo mapa de gobernadores. El bolsonarismo ganó en primera vuelta y muy cómodo en Río de Janeiro, quedó primero -también cómodo- para el balotaje en San Pablo y la candidata lulista perdió Minas Gerais a manos del actual gobernador. En resumen, además de muchas otras derrotas en el resto del país, la alianza de izquierda del ex presidente se quedó sin los tres estados más importantes en términos políticos y económicos, un resultado que, sin dudas, también tendrá su efecto en el Senado federal.
En el Congreso, el Partido Liberal de Bolsonaro ganó la primera minoría en la Cámara de Diputados federal, mientras que el presidente también tendrá a varios de sus ex ministros e incluso su actual vicepresidente sentados en el próximo Senado. Esto ya le garantiza a Lula que, en caso de ganar el 30 de octubre, tendrá que acercarse si o si a otras fuerzas para poder aprobar sus leyes. Nuevamente, el MDB se presenta como una de las opciones posibles.
Lula sufrió un revés con el nuevo mapa de gobernaciones
Como el propio Lula alertó un día antes de los comicios, el balotaje es una elección completamente distinta a la primera vuelta, con una estrategia y aliados nuevos. Bolsonaro tomó al pie de la letra esta premisa y comenzó la misma noche de las elecciones. No salió rápido a cuestionar los resultados verborrágico y agresivo, como algunos pronosticaron en la prensa brasileña y hasta se tomó su tiempo. Habló luego de Lula, cuando los resultados ya estaban claros.
“Entiendo que hay muchos votos que se debieron a la condición del pueblo brasileño, que sintió el aumento de los productos; en particular, la canasta básica de alimentos. Entiendo que hay una voluntad de cambio por parte de la población, pero hay ciertos cambios que pueden ser para peor”, dijo a un grupo de periodistas que lo esperaban en el Palacio de la Alvorada, la residencia presidencial de Brasilia, donde pasó la jornada tras votar en Río de Janeiro. Se mostró calmo y moderado, dos características que no se vieron en la campaña para la primera vuelta.
Lula, en tanto, reaccionó con un discurso optimista corto, que no terminó de remover el mal sabor que dejaron los resultados. Habló de hacer “un mapeo de Brasil para ver qué regiones hay que reforzar” y de “viajar y debatir más” por todo el territorio. El mapa que dejó esta elección muestra un lulismo muy fuerte en el Nordeste y el Noroeste, mientras que el bolsonarismo se consolidó en parte del centro, como Mato Grosso, y en muchas zonas del Sur.