DATOS Y RELATOS
Escribe José G. Grau
En este espacio se intentará, de manera breve, poner el foco de atención en algún tema de relevancia en el interés colectivo y que, por urgencias, motivación insuficiente o simple desinformación quedan ajenos a una elaboración reflexiva. En un mundo contemporáneo, cada vez más complejo, conflictivo y devastado, todo análisis se hace cada vez más necesario e impostergable.
El ejercicio de la razón y la búsqueda de datos con índices de certidumbre mejorarán seguramente nuestra percepción de una realidad de cambios radicales y vertiginosos.
Aquí se propondrán algunos ejes, donde se incluirán fuentes y eventualmente algún enlace para quienes quieran ahondar en el tema. Internet ofrece también información que puede ser útil tras una mirada crítica y multiplicando los criterios de verificación.
No se pretende establecer verdades. Pero en una ciudad pequeña, un tanto periférica, acotada por su propia dimensión y muchas veces con enfrentamientos absurdos pseudo ideológicos y que conducen a un gasto inútil de energía, tiempo y recursos, un objetivo loable, es el de apuntar a la construcción de una comunidad más integrada, con un pensamiento más complejo, desconfiado de las “verdades mediáticas”, preocupado por su ambiente, su patrimonio y su legado y que, en síntesis, pueda promover un futuro de desarrollo humano y sustentable.
COMO SE GASTA EL DINERO PUBLICO NACIONAL
Aunque parezca paradojal, dado el cúmulo de números que en general los ciudadanos manejan, y que la mayoría ignora, aún a grosso modo, es el cómo se distribuyen las partidas presupuestarias según los distintos ministerios del estado uruguayo.
Distribuidas en unidades, ejecutan tareas más o menos definidas y administran partidas de recursos monetarios asignadas según los presupuestos votados y aceptados por los gobiernos de turno.
El conocimiento de cómo se reparte un presupuesto nacional no sólo indican los destinos de los recursos que el aparato impositivo obtiene (es decir, lo que pagamos todos nosotros para el funcionamiento del estado) sino que también determina las prioridades que el gobierno estima y jerarquiza.
Si desbrozamos en una rápida lectura la distribución porcentual por ministerios vemos que el Ministerio del Interior se lleva un 26.4%, Defensa 16,2, Desarrollo 13.3, Transporte 11.0, Vivienda 6.7, Economía 6.0, Presidencia 5.1, Educación 3.5, Ganadería 3.3, Exteriores 3.3, Salud Pública 2.5, Trabajo 1.0, Industria 0.9, Turismo 0.5 y Ambiente 0.3.
Parece obvia la desproporción de los montos que se lleva la “gente armada que nos cuida” (Interior y Defensa) donde, entre ambos gastan un 42.6% del total, contrastando con el de Educación y Cultura con un 3.5. Conviene consignar que están fuera las partidas de ANEP, ente autónomo con partidas mucho mayores y que atiende en forma directa la educación pública pero que aún están lejos del 6 al 8% del global del Pib según recomiendan organismos como la Cepal en función de la relevancia asignada a estas áreas.
Si, se suman las áreas de cultura -en rigor la cultura artística-, actividades que desde lo público adolecen en general de propósitos claros, con gestiones discutibles, poca masividad, pero adecuadas para el ejercicio de cierta frivolidad mediática. Pero ese es otro tema.
No ha habido gobierno pos dictadura que no haya garganteado sobre la relevancia de la educación, ya como fundamento de la acción democrática, como trampolín en el ascenso social, como factor superador en el mundo laboral y productivo, como eje de justicia y equidad y aún como legado a las “nuevas generaciones” y otros ditirambos de la más inflamada demagogia.
Pero estas cifras parecen irrebatibles.
Si bien es evidente que la policía tiene un papel razonablemente fundado en cuanto a la prevención y represión de los delitos internos, a los generales y otros uniformados de Defensa se hace más difícil otorgarles relevancia alguna si nos atenemos a la ninguna participación en cruentas batallas con hipotéticos enemigos en pos de la defensa de soberanías y sentimientos patrióticos desde hace ya muchos años.
Un inventario de pertrechos y funciones revelan la existencia de una precaria presencia en fronteras, espacio aéreo y marino (escenario de una formidable pesca ilegal) donde muchas veces prevalece el riesgo de accidentes (que ya han ocurrido) ante el deterioro y óxido de nuestro parque vehicular.
Que los soldados rasos (sin vocación bélica pero con urgencias más perentorias) ayuden en las ollas populares, inundaciones u otro tipo de emergencias es un argumento muy pobre como para asignarles actividades que cualquier organización civil con entrenamiento adecuado pudiera cumplir con razonable eficacia.
No menor es que aún está en la memoria el oprobioso papel que muchos oficiales jugaron en la dictadura. Y se agrega que tampoco estaría de más ponerle la lupa al rol jugado en las misiones “de paz”. Pero ese es otro tema.
Por si fuera poco, tienen una vida “profesional” corta, con muy buenos salarios, jubilaciones prematuras y una caja en rojo que se paga entre todos con un déficit crónico.
Costa Rica hace años se desembarazó de este tipo de fuerzas armadas y no pareciera temer sometimientos militares, y cuenta con una policía especializada que cumple, a su medida, con las tareas vinculadas al control de su soberanía nacional. Aunque quizás, con desfiles menos coloridos.
https://www.gub.uy/ministerio-economia-finanzas/pagina-embebida/visualizacion-interactiva-del-presupuesto-nacional