Escribe Américo Schvartzman

El viernes 7 de julio se concretó la presentación del nuevo disco del talentoso y prolífico Tabaré Cardozo en el hermoso Teatro Florencio Sánchez de Paysandú.

Tabaré es (en opinión de quien esto escribe) uno de los grandes creadores actuales del Río de la Plata. Nacido en Montevideo un día de julio de 1971, Tabaré es conocido por muchas personas por ser uno de los puntales de la murga Agarrate Catalina, conjunto que fundó junto a su hermano Yamandú y Carlos Tanco hace ya dos décadas y en el que brilló como uno de los libretistas, y también como director escénico y arreglador coral. Pero Tabaré no es solo eso (que ya es un montón para cualquier artista). Además es un artista con luz propia: como cantante y como compositor tiene una obra personal de perfiles propios, que lo muestran, como decía antes, en el lugar de uno de los grandes hacedores de la cultura popular rioplatense.

Su disco nuevo, “39 de febrero”, es su octavo trabajo discográfico, y como los anteriores, presenta una cantidad importante de canciones con su impronta única. El disco acaba de editarse, a fines de junio, y lo muestra profundizando sus temas de siempre: el barrio, la murga, la tradición carnavalera, otros abordando asuntos como el compromiso y el lugar del artista, los fanatismos y la “posverdad”, la crisis ecológica, las relaciones entre las personas… Pero todos ellos universales (o al menos “universalizables”, por aquello de Tolstoy de “pinta tu aldea y pintarás el mundo”). Fruto maduro de sus reflexiones –las letras de Tabaré Cardozo expresan una filosofía, de eso no hay duda alguna– se trata de canciones muy buenas, con letras siempre cuidadas y profundas, que hablan de manera tan honda como sencilla de las cuestiones más esenciales.

“No me pongas

en un templo,

ni me tomes

como ejemplo.

No me cuelgues del madero,

ni me rindas devoción.

No me cantes alabanzas

ni me claves una lanza.

Solo vivo como puedo,

todo roto, sin bastón”.

(“Contradicción”)

En lo estrictamente musical (aunque se trate de algo inseparable de las letras en una propuesta como la de este artista) este disco suena más rockero, aunque siempre fiel a esa mezcla tan atractiva donde conviven la murga, el tango y el rock. En escena, sobre el escenario del Florencio, lo apuntala un formidable coro murguero que le da enorme fuerza a la propuesta y en el que brillan cinco integrantes de la Catalina (entre ellos sus dos hermanos, Yamandú y Martín Cardozo). Y otros cuatro músicos de gran versatilidad, que se desplazan sin problemas desde la impronta rockera más potente al sonido tanguero o a ritmos que pueden mixear cumbia con reggae (como ocurre en “Malandra”), y a los que Tabaré les brinda un momento de estelaridad a cada uno, destacando sus virtudes, como en el caso de Pedro, guitarrista excelso al que le manifiesta en público su admiracion y en broma su envidia.

De buen humor, como siempre amable pero hipercrítico, bajándose del pedestal al que se sube cualquier cacatúa con mucho menos méritos que él, Tabaré sigue con naturalidad su camino, emocionando con las canciones aquellas que erizan la piel pero también con las nuevas (con joyas como “Manifiesto de la media verdad”, con la participación de Juan Carlos Baglietto en el disco) y reflexionando en terrenos que no esquivan la incomodidad que puede causar su mirada, cada vez más anarca y sólida.

 

“Ya no tengo club ni asociación ni sindicato

Brindo a la salud del desertor en desacato.

En las filas del bando oponente

ya mandaron pedir mi cabeza

porque piensan que soy combatiente

de una guerra que no me interesa”

(“Librepensador”)

 

El disco ya está en Spotify y en casi todas las canciones tiene figuras invitadas, desde León Gieco hasta Soledad, desde el mencionado Baglietto al Zurdo Bessio, desde el Negro Rada hasta Hilda Lizarazu, desde Ana Prada hasta Pantera Giuliano, desde Zambayonny hasta Lu Ferreira, desde el Pato Fontanet (sí, el de “Callejeros”, casi un paria en la Argentina desde la tragedia de Cromañón) hasta Jorge Nasser.

El teatro lleno, quinientas localidades agotadas, hablan de un artista al que Paysandú reconoce como uno de los grandes de la actualidad. Con justicia. Para toda la gente presente un disfrute total, y qué lindo pese a todo lo que nos pasa (de este lado y de aquel lado del río”, poder robarle un tiempito a “la jungla infernal” para volver al Florencio Sánchez, arreglado, coqueto y completamente repleto, para ver a este gran creador de nuestra época.

 

“Que Dios me libre de subirme a un escenario

en un mitin que ponga a hermanos contra hermanos,

de usar palabras que abran fuego en la pradera

como quien tira bombas desde un aeroplano.

Que Dios me libre de empuñar mi puño y letra

como si fuera un arma en vez de una herramienta.

Que Dios me libre de esperar que Dios me libre

porque prefiero liberarme por mi cuenta”.

(“Que Dios me libre”)

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