(Des) Ordenamiento Territorial

Benjamín Nahoum

La ley N° 18.308, de Ordenamiento Territorial y Desarrollo Sostenible (LOTDS), del año 2008, tuvo un largo periplo antes de su aprobación. El tema estaba regulado (parcialmente) por la histórica Ley de Centros Poblados, N° 10.723 de 1946, y ya en 1973, poco antes del golpe de Estado, Juan Pablo Terra, por entonces diputado por el Frente Amplio, había presentado en el Parlamento un proyecto de ley de Urbanismo. El proyecto creaba un Ministerio de Vivienda y Urbanismo y regulaba el uso del territorio, pero lo más interesante era que también creaba un Fondo de Urbanismo, similar al de Vivienda, que permitiera hacer las cosas que se planificaban. Porque con planificar sólo no alcanza.

Debieron pasar treinta años para que llegara un nuevo intento de actuación en el ordenamiento territorial, con el llamado “Proyecto de Política Artiguista de Tierras”, propuesto en 2002 por el entonces director de Ordenamiento Territorial, el doctor en Derecho Hermann Leis, que, si bien abordaba sólo muy parcialmente la globalidad del problema, lo hacía en un aspecto muy importante: el del acceso al suelo para habitación. Este proyecto tenía aspectos interesantes, pero también graves errores, como no asegurar los servicios, pero de cualquier modo no llegó demasiado lejos.

Tres años después asumió el gobierno el Frente Amplio y desde esa misma dirección de Ordenamiento Territorial, entonces dirigida por el arquitecto Roberto Villarmarzo, comenzó a trabajarse fuertemente (con el asesoramiento de destacados urbanistas internacionales, sobre todo españoles) en lo que primero se llamó “ley de ordenamiento y desarrollo territorial sostenible”, y luego tomó su nombre actual, cambiando el lugar de la palabra “territorial” y dejando lo de sostenible sólo para el desarrollo. Una lástima el cambio (que quizá refleje mejor el texto de la ley) porque el ordenamiento territorial también puede ser insostenible, y las modificaciones que realizará esta Rendición de Cuentas, de aprobarse, son una prueba cabal en ese sentido.

Toda esta introducción sirve para probar que se trata de problemas complejos, que requieren evaluaciones profundas de lo existente, mucha maduración, la opinión y participación de muchos actores, dentro y fuera del sistema político, asesoramientos adecuados de muy distintas disciplinas, y tiempo todo el tiempo necesario, para llegar a las mejores soluciones posibles. Todo lo contrario de lo que sucede cuando se incluyen modificaciones importantes de la normativa en una rendición de cuentas, que es una especie de ley de urgente consideración, y que por eso mismo debe concentrarse en la temática correspondiente y no traer de contrabando temas ajenos. Entre otras cosas, porque la Rendición la analizan comisiones parlamentarias especializadas en lo presupuestal y no en otros temas, para los cuales hay comisiones temáticas permanentes.

Desde luego, el proyecto de Rendición presentado no modifica toda la LOTDS, que tiene ochenta y cuatro artículos y ocupa trece páginas de la letrita chica del Diario Oficial. Pero modifica catorce, que son casi la mitad de los componen el inciso de la Rendición correspondiente al MVOT. Como la modificación se realiza por una vía que casi garantiza su aprobación rápida con poca discusión, debería suponerse que se trata de cuestiones urgentes e indiscutibles. Nada más lejano de la realidad.

¿Cómo y para qué se modificará la LOTDS en esta Rendición de Cuentas? La consigna es flexibilizar, flexibilizar por ejemplo el pasaje de suelo rural a urbano; el dominio fiscal de la faja costera; el requisito de no inundabilidad para la aprobación de un fraccionamiento. El nuevo director de Ordenamiento Territorial, el doctor en Derecho José Aranco, que sucedió hace poco en el cargo al Coronel (R) Norbertino Suárez, que pasó al cargo de Director General de Secretaría del MVOT, el tercero en jerarquía en un ministerio, lo explica así en un reportaje de Marina Santini en “la diaria” del 17.7.2023: se busca “´tratar de agilizar y optimizar los procedimientos´ de transformación de los suelos (…) () dado que en la práctica se dan situaciones, por ejemplo, en las que ´cambia la matriz productiva o viene un emprendimiento y es necesario transformar la categoría del suelo, y con la norma actual no se puede´ en tiempo y forma”. Y razonamientos semejantes para la definición del dominio fiscal de las riberas fluviales o el requisito de inundabilidad de los terrenos.

O sea: tenemos un conjunto de normas para ordenar el territorio, que las usamos cuando nos sirven, pero si no nos sirven, las flexibilizamos para que nos sirvan, para darles “un cariz de realidad”, según Aranco, Esto no es nuevo ni reciente, pero no por eso deja de ser malo: son numerosos los ejemplos, bajo gobiernos muy diversos, en que se ha desordenado el territorio, simplemente para posibilitar que prosperen determinados negocios; la excusa es siempre la misma; atraer inversiones, que eso mejorará la economía y traerá empleo. Lo que puede ser cierto, aunque a veces no tanto, pero ¿a cualquier precio?

Es cierto, como dice Aranco en algún momento del reportaje citado, que esas cosas se hacen aun cuando la LOTDS se oponga, y ahí están ejemplos como “+ Colonia” o el proyecto de barrio privado “El Milagro” de Salto, por si hicieran falta pruebas. Pero si además la LOTDS lo habilita expresamente, hay que ir buscando donde están los botes para escapar del naufragio.

¿A quién le sirven estas flexibilizaciones? A los propietarios de la tierra, desde luego, que ven multiplicado el valor de sus propiedades por diez sin mover un dedo, por una simple disposición de un organismo público; que podrán quedarse con tramos de playa o ribera, o quizá hasta fraccionar suelo inundable. Pero también a quienes vienen atrás: al promotor inmobiliario, a las empresas constructoras, a los intermediarios, etcétera, etcétera, que también se llevan una parte de esa tajada, porque por supuesto no se la dejan toda al propietario del terreno. Y se la pueden llevar, incluso, sin haber construido un solo metro cuadrado. Simplemente por haber cambiado la designación del suelo y vender los lotes baldíos.

Este rumbo conduce directo al caos, a la ciudad y el territorio de la especulación, al desordenamiento territorial y al desarrollo insostenible. Disfrazados de inversión, crecimiento y derrame. ¿Es esto lo que queremos?

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