Escribe Darío Rodríguez
Preocupado por los niveles de informalidad y desempleo (superior al 10% en el departamento) y pérdida de capacidad de compra, el intendente Nicolás Javier Olivera estuvo un par de días en la Antártida, siendo partenaire del inquilino de Torre Ejecutiva, sus tres hijos y otras autoridades. La estancia fue suficientemente breve para volver al ritualizado homenaje a Leandro Gómez que, para colmo, -y sin consultarlo- lo voltearán para que mire, sable en mano, al río Uruguay y divise las crecientes. En el blanco continente no estaban los inversores para poner de pie a Paysandú, otrora muletilla electoral, pero, en tren de buscarle una razón al viaje que escape a las conjeturas, se puede argumentar que sirvió para poner en orden las ideas e intercambiar pareceres con conspicuos viajeros. Sería un exceso pretender que desde la Intendencia se resuelva el enorme problema del desempleo, que golpea duro en el litoral, y el creciente volqueteo ciudadano; no obstante, ésta puede contribuir a su mitigación. Las flacas, y a veces clientelares medidas del MIDES a cargo de sendos ediles, -políticamente incompatibles ambas actividades-, están lejos de contar con la suficiente legitimidad y alcance.
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