Nota publicada en suplemento cooperativo de 20Once

Escribe Darío Rodríguez

El movimiento cooperativo de vivienda tiene, ley mediante, un largo arraigo a lo largo y ancho del país, con una legitimidad internacional desde el “denominado modelo FUCVAM”. El mismo tiene expresión en distintos países de América Latina y fue premiado por ONU Hábitat en el 2012.

Que el cooperativismo de vivienda construye ciudad y ciudadanía, no por sabido, debe dejar de mencionarse. De todas maneras, sin que sea taxativo; la permanente transformación, presenta desafíos.

Aunque más desarrollado en el cooperativismo de usuario por ahorro previo que en el de ayuda mutua, la contribución a la densificación de las ciudades es una realidad-desafío que se despliega en distintas partes del territorio. La construcción en altura saltó de los muros de Montevideo y se extiende lentamente. Al respecto, la experiencia más emblemática, por contexto y significación, es la que se ejecuta en la ex Textil Paylana. Proyecto pergeñado de consuno entre MVOT e IDP en periodo pasado, con activa participación de la academia y FUCVAM-FECOVI-PVS e Institutos de Asistencia Técnica (CTP y CCU)

Vencer resistencias

La densificación con inclusión, que comporta el aprovechamiento de la inversión ya realizada, aún debe vencer resistencias políticas, ideológicas, perezas y desidia del Estado. También existe resistencia dentro de los colectivos cooperativos que tienen muy matrizada la idea de viviendas con fondo y parrillero individual, lejos de la trama urbana consolidada. A veces se asume, de hecho, la ciudad dual, fragmentada. No es menos cierto, que la asunción de esta ciudad se fortalece por la dificultad de acceder al suelo en la centralidad.

El desafío está en vencer resistencias, en el entendido que hay que recrear una ciudad que integre poblaciones y actividades y el acceso igualitario a bienes e infraestructura. Aquí, en particular, es relevante contar con gobiernos, en particular locales, que estructuren cartera de tierra con foco en la trama urbana consolidada; con incidencia sobre el mercado. Un ejemplo plausible de esto sería, -en estos lares-, la puja o expropiación y/o negociación del predio de la ex aceitera en 25 de mayo y Juncal. Empujar esto requiere acciones políticas que trasciendan lo declarativo e incorporen el vigor de las organizaciones gremiales. Se podría decir, con casi cero márgenes de error que, exceptuando Montevideo, no existe cartera de tierra en ningún otro Departamento. En la mayoría de las Intendencias, sacando la mezquindad del gobierno blanco (el de las pasantías) de Colonia, el instrumento no existe.

Construir cooperativas en altura, disponiendo de un subsidio para ello, optimiza y racionaliza un conjunto de variables, costos y tiempos. La experiencia demuestra la adaptabilidad, desde el punto de vista de la ejecución de las obras, de los cooperativistas. Pero lo más significativo es la recomposición del tejido social y la integración socioespacial.

El programa cooperativo del Uruguay integra un conjunto de actores, -particularmente familias organizadas-, gremiales del hábitat, asesoramiento técnico, marco legal y financiación estatal.

Ojo crítico

Es, de alguna manera incomodo, examinar críticamente, los debes y acechanzas. Cierto es que los recortes presupuestales, -esos constantes vaivenes-, quitan previsibilidad y terminan impactando en el modelo y los comportamientos de sus actores.

Por ejemplo, desde el Estado, sobre el supuesto de ciertos déficits en el asesoramiento se modificó, con gran malestar de la Mesa de Institutos, el decreto que regula a los mismos y a su performance. La modificación tuvo, de alguna manera, cierto guiño de otros actores. El atajo, -pues el Estado debió (debe) controlar eventuales incumplimientos-, no pasaba, necesariamente, por modificar decreto, sino por controlar. El mismo consiste en que, ante falta de decisión política sobre el asunto e incapacidad para hacerlo, se opta por la variante.

Más que pícaros

Quizá el tema que merezca una reflexión, y tal vez investigación, sea el de la ayuda mutua. Sin dudas por que abarca a la inmensa mayoría de las cooperativas. Aquí el problema radica, no tenemos mensurado en alcance del problema, en las dificultades de una porción de la familia para realizarla y, por consiguiente, de la perforación del sistema. Aquí se mezclan dos asuntos. Por un lado, dificultades reales para participar en la obra en los días y horarios que lo hace el personal obrero y por otro, hay que decirlo con claridad, ciertas “picardías”.

En el comentario debemos incorporar una cuestión relevante; el cambio en la composición de nuestras familias. Incorporar la fuerte presencia en el movimiento cooperativo de núcleos unipersonales y/o monoparentales que, a la cooperativa, suman sus otras actividades, entre ellos los cuidados y otras tareas.

Quien conozca procesos de ayuda mutua podrá aquilatar que, a veces, las propias asambleas, por dinámicas propias y relaciones de poder y/o ausencia de constantes asesoramientos, se permea el criterio que la ayuda mutua la hace cada núcleo que integra la cooperativa. Sin retribuciones a personas ajena al proyecto y/o compañeros urgidos por ingresos. Aquí, y es lo más difícil, no solo pesan cuestiones prácticas (poder o no ir a la obra en los horarios del personal contratado) también lo hacen cuestiones valorativas.

A favor de las gremiales, que no son responsables de lo que pasa en cada proyecto, -éstas han buscado y planteado soluciones, sin tirar el agua y el niño- adaptar los reglamentos de ayuda mutua a la contingencia de la sociedad líquida. Jornadas solidarias, bolsa de horas, tercer turno, trabajo los fines de semana, cambios tecnológicos, son parte de la adaptabilidad. Con estas problemáticas, ¿el movimiento cooperativo no requerirá de un sistema de cuidados?

Lo que se visualiza, en la superficie, es la irrupción de una mentalidad que se incorpora al movimiento, -hay que investigar- “presionando” para desvirtuar el régimen de ayuda mutua y generar una “cooperativa a medida”. Tal vez sea este el desafío mayor que enfrentan las cooperativas de vivienda.

Otro tema que también merece análisis y reflexión es la aplicación del subsidio a la permanencia. Una conquista del movimiento cooperativo que costó un enorme esfuerzo y sacrificio. No parece justo, por ejemplo, que por no tramitar certificado de regularidad familias pierdan un derecho en manos de sus pares como otras innumerables circunstancias que dan forma a un pésimo uso de la herramienta. Son cuestiones sobre las que se debe hablar, discutir, hacer trabajo pedagógico y orientar.

También, en estos días cercanos al día internacional de cooperativismo, conviene reflexionar, como un plus, sobre formas de gestionar que tienen ciertos colectivos, ganar en transparencia y, en un proceso con diversidad de actores (en especial en los procesos de obra), no delegar ni confundir roles.

Hay otros desafíos, externos al movimiento, que son gravitantes tales como las restricciones presupuestales y las reglamentaciones e inercias que son funcionales a las mismas. Aquí la lista sería extensa.

De todas maneras, apelando al involucramiento de la gente y sus valores, abrevando en la experiencia acumulada, siempre aparecen los antídotos.

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