Mis recuerdos son escasos y confusos. La niebla del olvido opaca y difumina lo que fuimos pero algo queda. Siempre alguna insólita asociación de ideas trae al presente recuerdos del pasado. O, quizá, solo sombras, recuerdos de recuerdos… Yo no soy Funes: ¿por suerte?
Escribe David Rabinovich
La realidad y las realidades que nos dibujan suelen ser muy distantes. Quienes promueven desmantelar Antel, Ute, Ancap, en beneficio de ‘inversores’ (invocando la defensa de la Libertad y los intereses del pueblo) legislan y decretan entregar negocios a grandes empresas; como el del puerto. Los liberales hablan de derechos pero actúan en función del capital y postergan el ‘bien común’ de forma indefinida. El Art. 169 de nuestra Constitución establece que “El derecho de propiedad es sagrado e inviolable. A nadie podrá privarse de él sino conforme a la Ley, en los casos de necesidad o utilidad pública, recibiendo del Tesoro Nacional una justa compensación”. Pero para cuando la necesidad y el interés público se contraponen a los del capital, hay todo un andamiaje que establece ‘compensaciones’ abusivas, que no tienen en cuenta los costos ambientales ni otras deudas sociales que puedan tener las empresas. Las leyes que rigen tribunales nacionales e internacionales: ¿están redactadas por los abogados del poder?
«El mercado libre provee tremendas oportunidades a personas de cualquier origen, intereses y habilidades. El capitalismo de amigos beneficia sólo a los ricos, a los poderosos y a los intereses especiales que saben cómo influenciar a los políticos». (Del manifiesto libertario original, según Pag.12) En realidad el ‘mercado libre’ no existe; ejemplo ‘libre competencia’ ¿son el 4, el 10 y el 12?
Cuando las consecuencias de prácticas corruptas queda a la vista ¿los responsables no deberían responder? En principio con su patrimonio. Estoy pensando en las petroleras y en el clan Caram también.
Hay que estar alerta para saber cuándo “La política deja de ser el arte de lo posible y pasa a ser el extraño arte de contorsionarse de manera tal que uno mire siempre para otro lado pero nadie se dé cuenta.” (Rudy)
Lo injusto es normal en ‘democracias’ devaluadas. No son meros indicios; se trata de violaciones indiscutibles a lo que alguna vez consideramos códigos de ética elementales. En política el pudor es una suerte de animalito en extinción.
No sé qué es peor: la corruptela del Clan Caram o los ‘alegatos’ que pretenden transformar en episodio aislado lo que es, y ha sido, práctica común y corriente en (por lo menos) varias intendencias. Así como en otros varios ámbitos públicos. Al igual que en otros asuntos, los votos del Partido Nacional no están acordes con el severo discurso que baja del ‘Honorable Directorio’ y pasa por la Torre Ejecutiva, el Parlamento y otras cúpulas corruptas.
El poder que puedan tener algunos políticos para influir sobre jueces y fiscales no me parece el problema mayor. Es bastante peor la influencia de los intereses económicos, políticos, culturales, de clase… Se constata cuando el poder judicial se presta a ser utilizado con fines espurios. Es común y normal que nos movamos motivados por intereses y/o convicciones. Conveniencias e ideas de derechas o de izquierdas, alineadas de uno y otro lado de una grieta cada vez más ancha y profunda. Se legisla, comunica, emprende, educa o se imparte justicia en función de intereses personales o de proyectos colectivos. Palabras como libertad, democracia o justicia tienen sentidos diferentes según quién las invoque.
Derechas desinhibidas pasean por el planeta un nivel de violencia sólo superado –quizá- por una capacidad de travestismo infinita. Hay “un despliegue de maldad insolente” como dice el tango.
Es en esta realidad ‘de época’ que debemos entender –en la medida de lo posible- que se pretenda quitar gravedad a todos y cada uno de los episodios protagonizado desde las esferas del poder. Todo lo que pasó con el pasaporte de Marset, incluida la dudosa actuación de la fiscal Fosati, el escándalo de Astesiano y la horrible historia de Penadés, muestran al poder político metido en corrupciones que dejan, episodios como el de los nombramientos en la Comisión que administra Salto Grande, en un segundo plano. Sí, dejo en segundo plano a los Albisu, los Moreira, los Caram… ¡Qué equipo nos ofrecen los blancos!
Como declaró el ministro Da Silveira “la Justicia se pronunció y no hay nada que decir” (…) “Yo no soy juez moral ni ético de nadie”. Es doctor en filosofía y catedrático destacado. ¡Un referente político del ‘neolacallismo’ afirma que la ética y la moral no es asunto político!
Los mitos de educación, justicia, información, cooptadas por la izquierda, no son más que construcciones de los que realmente inciden de forma preponderante sobre esas y otras realidades. Jueces y fiscales, en no pocas oportunidades, juegan papeles terribles de persecución política, en general contra las izquierdas. Aunque no falte algún ejemplo de gobierno que se crea de izquierda e instrumente poderes judiciales a su gusto y medida.
No me parece preocupante que los fiscales renuncien y empiecen a actuar en política o a ejercer la profesión de abogados. Nadie puede pretender que no trabajen o que no piensen. El asunto es cómo funciona el sistema judicial y qué leyes, con qué propósitos, aprueban los parlamentos. Preocupante es que el Poder Ejecutivo no reconozca límites democráticos para su actuación.
Es sano que desde un poder se controle o cuestione a otro, en el marco de las competencias de cada uno. Los fallos judiciales no son infalibles; tampoco, perfectos. No siempre son justos, ni siquiera son siempre legales (la Ley de caducidad fue siempre inconstitucional). En una república es deseable que cada poder se encargue de sus asuntos y lo haga en armonía con los demás. La realidad no siempre es amable y bonita. Como telón de fondo la corrupción es inherente al sistema, la ética está cayendo en la obsolescencia y no sé si los ciudadanos pueden confiar en la justicia. No ciegamente por cierto.
Sin olvidar que en última instancia, si no aceptamos compartir algunas reglas de convivencia es imposible que la sociedad funcione. Que funcione bien luce como un tema más complejo. Si la nota es larga y confusa, la realidad es mucho más compleja y difícil de entender. De aceptarla ni hablamos. Por suerte no soy ‘El memorioso’.