En el mes de agosto, 2024
Por Intersocial de Paysandú, Carla Bernardoni y Pedro Russi
¿Cuánto significa un espacio público de recreación para sus usuarios? Éste y otros interrogantes surgen ante la reciente movilización colectiva de los vecinos y las vecinas de una extensa zona al Este de nuestra ciudad.
Después de reclamos y búsqueda de información, reuniones con autoridades y recolección de firmas, estos ciudadanos y ciudadanas acudieron ante el Presidente de la República en su reciente visita a Paysandú para la reinauguración del Estadio “8 de junio”. Con carteles y pancartas reivindicando el valor del espacio perdido después de más de tres décadas, señalaron el problema y manifestaron su disconformidad con las autoridades departamentales al haber desmontado un espacio ciudadano, es decir, un espacio público de recreación, de esparcimiento y convivencia, ahora vendido a un privado. Valga la metáfora, “la pelota está del lado del gobierno departamental y nacional”.
Como lo mencionamos en una nota para APU[1], en efecto, la llamada “Plaza de Palos” ubicada entre las calles Uruguay y Enrique Chaplin de la ciudad en pocos días fue desmantelada sin previo aviso y luego reinstalada parcialmente por parte de las autoridades municipales. Según el relato de uno de sus vecinos éste era el único espacio público del cual “dependen cerca de 20 barrios, hay cuatro CAIF, cuatro canchas de fútbol, una escuela, el centro comunal Gamundi, hay asociaciones de discapacidad que realizan actividades con juegos y gimnasia. Incluso partidos políticos hacían sus actos. Es una plaza con muchas actividades durante el año”.[2]
Este vecino añadió que la relación con las sucesivas administraciones municipales permitió mejoras en el lugar e indicó que ante un intento de relocalización de inundados en ese sitio recolectaron firmas y obtuvieron la cancelación de la medida. Agregó que “a partir de ahí, nunca tuvimos problemas. Hasta el jueves pasado, cuando me avisaron que estaban sacando los juegos de madera. Pregunto a los encargados, me dicen que al terreno lo había comprado un privado que pidió su desmantelamiento”[3]. Al solicitar reunión con el secretario general de la Intendencia, Fermín Farinha con la presencia de una escribana, “me dan una explicación que no me llenó. Según ellos, la Agencia Nacional de Vivienda vio que había un terreno y simplemente lo vendió sin fijarse que hay una plaza. En realidad, cualquiera puede fijarse en Google Maps y saber dónde se encuentra ubicado un terreno”.[4]
Si bien este predio pertenece a la Administración Nacional de Vivienda (ANV) constituido por dos padrones categorizados para viviendas de interés social hace años fue destinado para esta plaza. Los vecinos también consultaron al director de la ANV quien afirmó desconocer que un integrante de su cartera había vendido la Plaza; sí, leyó bien “una persona de la ANV había vendido la plaza”. Creemos que bastaba accionar un par de teclas y, voilà, la o el responsable tendría respuesta de que allí había (sí, había) una plaza pública con juegos infantiles… un detalle que se les escapó, un sutil detalle… La intendencia de Paysandú, cuando se enteró de la venta, ya era tarde, “se equivocó la paloma, se equivocaba”, reza el poema de Rafael Alberti.
Sumamos a lo anterior el desconocimiento de cuándo cambia la recategorización del predio (raro, ¿no?). Esa recategorización posibilita la venta a un privado de la plaza pública que está allí hace 34 años con ese fin. El vecindario se enteró cuando los juegos estaban siendo desmantelados, derrumbados. Lo que dice la Intendencia de Paysandú, es que se enteraron tarde, como decía un viejo sketch, «¿usted no desconfiaría?».
Cabe señalar que una plaza no es simplemente un espacio dentro del burocrático cuadriculado citadino, es mucho más, es dignidad y derecho al momento del juego por parte de los niños y las niñas, del encuentro familiar y con la vecindad. “Encuentro”, esa característica sobre la cual se hace el tejido social, el cotidiano que nos sitúa como ciudadanos y ciudadanas. En un contexto local, regional y mundial, en que los lugares de encuentro escasean, por al “piqueta fatal del progreso”, esta demolición de una plaza con juegos infantiles, se hace más significativa. El destruir una plaza, espacio público de pertenencia por el acto de la convivencia, no sólo es una consecuencia de determinados paradigmas sociales y urbanos, es también un método de destrucción de la democracia. No hay casualidades en el actuar de la municipalidad, no hay “hilos sueltos”, nada está dado por si acaso, cuando unos lindos juegos de madera, terminan destruidos y extirpados, para que la privatización se haga cargo.
La ciudadanía en este territorio y en el ámbito de un Estado de derecho exige responsabilidades a las autoridades locales para que los Derechos Humanos sean respetados sin exclusiones. Éstos no toleran cualquier tipo de comportamiento social, político o cultural, arbitrario o discrecional. En este caso particular relativo a un espacio de juegos infantiles y de esparcimiento familiar es posible advertir una incoherencia e inconsistencia entre el discurso de las autoridades municipales y las posiciones asumidas ante sus conciudadanos. Algo que no es extraño en este tipo de acciones privatizadoras.
Por otro lado, las autoridades departamentales al aludir al sentido de “heroicidad” de Paysandú, y adoptar el lema de “Tierra Heroica” en relación a la defensa de la independencia nacional frente al atropello de los invasores locales y extranjeros contrasta con sus discursos y actitudes en las políticas locales.
En ese sentido, mientras esta administración gasta millones de dólares para rediseñar la plaza Constitución, plaza central de la ciudad por su significado histórico; o para contratar empresas y profesionales extranjeros —muy costosos, dígase de paso— con el fin de diseñar un nuevo plan que desmantela el sentido público de la costa del Río Uruguay y ahora, la sorpresiva venta de un espacio público de recreación en una zona de “la periferia” de la ciudad y desconocer los derechos de otros ciudadanos y ciudadanas, constituye un nuevo atropello. Estos son algunos actos.
Entonces: ¿cuál es el principio que sustenta una resolución oculta a quienes gozan y resguardan un espacio público consolidado por su uso y cuidado responsable? ¿Por qué descuidan los derechos de estos vecinos frente al despliegue millonario otras áreas de la misma ciudad? ¿Casualidad o despecho político? ¿Ninguneo social hacia los y las ciudadanas que vivenciaban (propongo sustituir por: disfrutaban) ese lugar? Arrasar, de esa manera, con un espacio de recreación familiar, no es optar por la ciudadanía, sino por la homogenización, domesticación e higienización de la vivencia urbana. claro, es mucho más fácil higienizar un espacio que no es utilizado por ninguno de los jerarcas municipales que con indiferencia tomaron la decisión. Porque si hicieran uso de ese parque recreativo, bajo ninguna condición dejarían realizar su venta. Así nos encontramos nuevamente con políticas para ciudadanos de categoría A y otros de categoría Z. Vale destacar, que esos espacios donde hay juegos infantiles, también es cultura; es recomendable abrir el espectro conceptual de lo que se entiende por cultura. En este caso es también un golpe a la cultura de un barrio sanducero. La privatización de esa plaza es un sincretismo que atropella y disuelve el cotidiano de la ciudadanía.
Finalmente, hace unos días, reinstalaron otros juegos en la plaza vaciada. No son aquellos de palos que había, sino otros que no son adecuados para la primera infancia. Veamos la diferencia: no es lo mismo contar con juegos llamados “infantiles” que aparatos de gimnasio al aire libre que no son permitidos ni recomendados para las primeras infancias. La distinción no es “simplemente” de precisión terminológica, es de sentido lógico y de conocimiento cultural de las necesidades de un barrio y de los niños y niñas a quienes les sacaron la placita y los juegos. El acto de eliminar la placita fue contra los niños y niñas (primera infancia, dato no menor), hecho que queda confirmado al sustituir los juegos por aparatos de gimnasio.
¿Cómo se debe interpretar la orden de reinstalar los juegos frente a los derechos del comprador del terreno? ¿Cuál es el mensaje al rodear los nuevos aparatos con cintas amarillas que impiden su utilización? Nuevamente surgen los cuestionamientos a estas actitudes: ¿burla o postergación? La violencia de mostrar una plaza como reintegrada y ponerle las cintas de NO PASAR, ¿cómo se le explica a una niña a un niño, que los juegos están para mirar y no para usar? Transcurrida una semana de esa decisión es bastante tiempo, ¿no? Veamos la secuencia: el espacio público de la plaza: se vende, se desmonta, se reinstala, se prohíbe…
Nos recuerda a aquella canción de Serrat “Esos Locos Bajitos”…
Niño
Deja ya de joder con la pelota
Niño, que eso no se dice
Que eso no se hace
Que eso no se toca
Ya que los pusieron pueden dejarlos —no toquen nada más—, pero gesto lindo sería agregar juegos para la primera infancia, niñas y niños en edad escolar y también para adolescentes; ¿sería mucho pedir juegos accesibles e integradores? Se contribuye con algunas ideas: botones de equilibrio, hamacas, tobogán, sube y baja…
Pero (“siempre hay un pero”), no todo está saldado. No es una solución definitiva, nada está claro ni transparente, por eso los rumores se expanden. Los “dimes y diretes” abundan cuando las cosas no son directas, ahora entra en escena el o la compradora del terreno que demanda sus derechos como propietario o propietaria, etc, etc, etc. ¿Será que la “solución” encontrada de manera inmediata por la Intendencia Departamental, fue para calmar las demandas en la reinauguración? Algo que no sucedió porque el colectivo de vecinas y vecinos se presentaron y le entregaron las firmas al Presidente.
Frente a esa violencia que es material y simbólica, la ciudadanía, exige la revisión de esta medida para recuperar el sentido de que la verdadera autoridad “emana de vosotros y cesa ante vuestra presencia soberana” como señaló Artigas hace más de doscientos años. El soberano- que es el pueblo movilizado- expresó sus reclamos y demostró con su participación respetuosa su confianza en la democracia y la Constitución los respalda: las autoridades deben velar para que los ciudadanos y las ciudadanas sean tratados como iguales. Escuchar a los vecinos y a las familias que demandan sus derechos es deber de un ciudadano y democrático gobernante.
Para mayor información:
- https://www.youtube.com/watch?v=FM2xsbrTv2w&pp=ygUZcGxhemEgZGUgcGFsb3MgcGF5c2FuZMO6fQ%3D%3D
- https://www.youtube.com/watch?v=kxLmlLmj0yM&pp=ygUZcGxhemEgZGUgcGFsb3MgcGF5c2FuZMO6fQ%3D%3D
- https://www.youtube.com/watch?v=rkktedpYcGw&pp=ygUZcGxhemEgZGUgcGFsb3MgcGF5c2FuZMO6fQ%3D%3D
- https://www.youtube.com/watch?v=pMgFQjv_WSQ&pp=ygUZcGxhemEgZGUgcGFsb3MgcGF5c2FuZMO6fQ%3D%3D
- https://youtu.be/mYl7dQGfvmo
- https://www.youtube.com/watch?v=2OL09ymild0&pp=ygUZcGxhemEgZGUgcGFsb3MgcGF5c2FuZMO6fQ%3D%3D
[1] (Asociación de Prensa Uruguaya) – https://apu.uy/noticias/en-paysandu-se-vende-una-plaza-publica
[2] https://www.eltelegrafo.com/2024/07/se-vendio-una-plaza-aseguran-los-vecinos-del-espacio-de-uruguay-y-enrique-chaplin/
[3] ídem
[4] ídem