Escribe Salomón Reyes
Columna Siempre que paró, llovió
A mí también me sorprendió saber que Walter Salles, el director brasileño que acaba de ganar el Oscar por ‘Aún estoy aquí’, es millonario. Es hijo y heredero de una de las familias fundadoras del Banco Itaú. Ese banco que tiene sucursales en todas las capitales departamentales del Uruguay y que además, maneja una de las Fundaciones Culturales más potentes del vecino país. Al negocio del banco, se suman acciones en minería y en ‘Havaianas’, las chancletas coloridas que muchos usamos. Con esta revelación, me ha vuelto a retumbar en la cabeza, esa vieja idea de que para hacer cine, se requiere ser de clase alta o pertenecer a la media acomodada.
En una época donde definía mi camino artístico, era posible constatar que muchos de mis compañeros que estudiaban cine, eran jóvenes que no tenían urgencias económicas ni necesitaban tener una rápida salida laboral y gracias a eso, podían dedicar un tiempo de calidad a estudiar una carrera tan liberal y absorbente como lo es el cine. Algunos de ellos eran hijos o hijas de artistas o intelectuales reconocidos o provenían de familias distinguidas. Pero también había otros, que no tenían ese origen y que se mezclaban con los adinerados sin ningún prejuicio ni separación social en las escuelas donde se podía estudiar cine en esa época, que además eran públicas.
LEER MÁS EN EDICIÓN PAPEL.