Escribe Eduardo Rodríguez
Al tiempo que era diputado por Paysandú, entre 2015 y 2020, Nicolás Olivera desató una muy potente campaña en procura de acceder al cargo de intendente lo que efectivamente consiguió en las elecciones que, por la excepcionalidad que implicó la pandemia, se desarrollaron en setiembre de 2020, cuando debieron ser en mayo de ese año. El referente nacionalista consiguió un muy importante apoyo popular que se materializó en unos 24.000 votos que sumados a los poco más de 11.000 de Mario Bandera y los algo más de 4.000 que aportó Bertil Bentos totalizaron algo más de 40.000 adhesiones al lema Partido Nacional, 7.000 más que las conseguidas por el Frente Amplio que entonces perdió el gobierno que ejerció Guillermo Caraballo entre 2015 y 2020.
Aquella campaña del hoy senador, exintendente y otra vez candidato a la Intendencia, que se caracterizó por la notoria disposición de recursos y un particular despliegue en el territorio, hizo foco en “el tema del empleo”. Olivera aprovechó cuanto micrófono se le cruzó para denunciar lo que definió como “la falta de reflejos del intendente Caraballo” que, según dijo, se mostró incapaz de generar alternativas para superar la situación de desocupación de muchos sanduceros. En promedio, la tasa de desempleo en el quinquenio anterior estuvo en el eje del 7% de la Población Económicamente Activa (PEA) o, quizás más “crudamente, unas 4.000 personas carecían de trabajo. El legislador no limitó su prédica al juego mediático, propio de una campaña permanente, sino que también recurrió a las formas que permite la actividad parlamentaria para reclamar con insistencia que “el departamento sea declarado en emergencia laboral”. Creo que para el común de los mortales no aparece con nitidez el sentido profundo de tal declaración; es un tanto complicado precisar de qué se trata la propuesta que ya se levantaba allá por 2016. Se podrá decir que sería una manifestación política institucional, generada desde el Parlamento, que tendría que obligar al Estado a atender determinado territorio con prioridad dada las condiciones de vulnerabilidad de su gente. El asunto es que aquella propuesta no fue más que un titular de prensa que se utilizó con bastante eficacia con un propósito político, de campaña.
Lamentablemente, la situación en materia laboral del departamento de Paysandú no sólo que no mejora, sino que se agrava. Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) el indicador de la desocupación ronda en el 10% de la PEA pero hace un par de años llegó al 14%, para dejarnos en un lúgubre podio nacional. Y entonces Olivera, que antes denunció hasta el hartazgo la inacción departamental en el plano de las oportunidades de trabajo para los sanduceros, prácticamente pasó su periodo de gobierno sin hablar de trabajo; construyó una agenda alternativa en la que básicamente reivindicó obras de muy relativo impacto en cuanto a la dinamización de la economía local, sin entrar abiertamente en el tema.
De hecho, cuando a la luz de los números, con casi 9.000 vecinos sin trabajos, desde la oposición le reclamaron que fuera él quien concretara aquella declaración de emergencia laboral, con la que tanto insistió, sólo encontraron silencio como respuesta; se desentendió del asunto, a pesar de la identificación plena con el gobierno nacional que, se supone, tendría que favorecer ciertas gestiones. Sin profundizar en la precarización laboral que concretó desde la propia comuna con la polémica incorporación de la Fundación A Ganar y la apelación muy poco dignificante de los aportes del plan comúnmente llamado de “Jornales Solidarios”, conviene recordar cuando el entonces intendente se declaró “totalmente incompetente” para trabajar en procura de minimizar el impacto que provocó el trasiego de mercaderías desde la Argentina.
Hace algunas semanas, en el acto con el que cerró su ejercicio como intendente para asumir en el Senado e ir por la reelección departamental, Olivera intentó anticiparse a los dardos de la campaña, que le van a llegar cargados con el tema de su responsabilidad en la falta de trabajo que sufre el departamento. Tras enfatizar en que sí hablaría de trabajo, como no había hecho antes, citó algunos indicadores intentando generar la idea de que “Paysandú está más linda” también a la hora de salir a buscar la changa. Básicamente, refirió a indicadores de empresas activas y cotizantes, pero obvió las cifras de ocupación y desocupación, elección prontamente por la oposición frenteamplista.
“La gente habla de la falta de laburo, no hay otra cosa”, “todos piden trabajo, eso es lo más importante”, “a la gente le importa que le hables del tema del trabajo, nada más”, frases de ese tenor son las que repiten los políticos en campaña como resultado de sus incursiones barriales y por las localidades del interior, aunque algunos dicen que “tierra adentro” el ranking de los reclamos toma otros rumbos. Claro, son los integrantes de la oposición local quienes entran con premura a los temas, aseverando que el trabajo y sus asuntos vinculados, por ejemplo, los niveles de ingresos, el subempleo o la informalidad, serán los determinantes, “los que acaparan la atención”.
Evidentemente el problema existe, estaba antes de que empezaran las barriadas y se va a sostener después de las elecciones, aunque ojalá que no tanto más; la campaña electoral permite que la preocupación se amplifique, lo que siempre es importante. Nada mejor que los actores políticos se involucren en la agenda de la comunidad y sean capaces de generar propuestas y acciones concretas para sus vecinos. Pero, también es cierto que en algunas áreas la capacidad de incidencia local pareciera bastante restringida, acotada, y entonces genera inquietud que la pasión desatada en un periodo electoral termine fomentando expectativas que difícilmente se vayan a cumplir.
La cuestión del trabajo es una de ellas. Nadie espera que la Intendencia emplee por sí o por terceros a la gente que no tenga actividad, en todo caso sí que salga en procura de oportunidades, pero para conseguirlas habría que contar, por ejemplo, con algunas ventajas comparativas que al menos equilibre la propuesta metropolitana.
Es notorio que desde algunos sectores del Frente Amplio hacen una apuesta fuerte en procura de que el debate electoral se centre en el tema del trabajo, culpabilizando al exintendente por lo que él mismo definiría como “falta de reflejos”. Quizás esto implique reconocer errores del pasado e intentar aprender de éxitos de otros; quizás sea un acierto y las urnas se expresen por quienes han hablado del urticante asunto; el tiempo dirá. Pero, honestamente, en algunos de nosotros aparece la honesta duda sobre si los vecinos medianamente informados realmente esperan mucho del rendimiento de la comuna en esta materia, si tienden a creer o no cuando un dirigente les dice algo así como “vamos a trabajar para que las oportunidades lleguen”, para ponernos de pie, como se decía otrora.
En todo caso, sería bueno que la generación de expectativas responda, estrictamente, a la acción consciente, a lo que realmente se vaya a poder cumplir, porque la sociedad no tiene espacio para seguir guardando frustraciones y promesas incumplidas.
Además, algunas veces, y esto también pasa en todos los colores, los diálogos y propuestas toman tanto vuelo, se hacen tan lejanos, que todo entra en una nebulosa poco conducente. Los portavoces partidarios no terminan de definir, porque no pueden, qué van a hacer, por ejemplo, en materia laboral pero tampoco son capaces de generar compromisos bien concretos sobre aquellos asuntos que hacen al denominado “ABC” de las Intendencias, porqué terminó siendo un asunto que, llamativamente, no ocupa el espacio que podría. Es que desde hace mucho tiempo nuestra comuna tampoco ha sido eficiente en atender calles, barrido y alumbrado y desde allí tendríamos que empezar a conversar, sin esquivar los otros temas.