Escribe Alejandro González
Cuando era niño no sabía que era una bendición y creía que solo los sacerdotes podían darla; veía imágenes de santos haciendo la señal de la cruz con sus manos y me imaginaba que era una especie de magia reservada solo para la religión. Resulta que la bendición quiere decir “bien decir”, y su poder radica en el verdadero poder que tienen nuestras palabras; que, como hemos explicado en notas anteriores, la palabra hablada es tremendamente poderosa cuando la decimos con convicción y sentimientos afines. En la metafísica le decimos “decretar”, que es afirmar el bien en alguna situación para que solo el bien se manifieste; ante la enfermedad decretamos “Yo Soy Salud”, ante la carencia “Yo Soy Prosperidad”, ante el odio “Yo Soy Amor Divino”; y así con cada situación.
Es muy importante, cuando bendecimos, hacerlo para el bien, ya que todo lo que uno bendice crece; por ejemplo, si yo bendigo un ladrón y le digo: “Dios te bendiga”, estoy aumentando también su interés por seguir robando; en cambio si le digo: “Dios bendice tu bien”, solo la parte buena y honesta de ese ser va a aumentar.
A San Benito Abad, unos frailes le ofrecieron pan envenenado porque lo quería muerto; San Benito tomo el pan y bendijo el bien en el, a los segundos vino un cuervo y se lo sacó de las manos, y de ese modo se salvo del envenenamiento. Por eso antes de comer cualquier comida, los metafísicos le decimos: “Dios bendice el bien en estos alimentos, y las manos que lo prepararon, para que se conviertan en Luz, Vida y Amor dentro de nosotros”; y de ese modo, si la persona que cocino ese día estaba de malas, y le imprimió esa energía a la comida, con esa bendición quedará limpia.
Siempre que entramos a una casa, o a una oficina, o incluso a un país o región; uno debe decir: “Dios bendice el Bien en este lugar”, eso hará que las energías negativas se vayan y no te afecten, y le harás el bien a las personas que allí estén.
Cuando algo negativo está pasando y no le vemos solución, o no entendemos el porqué de las cosas, decimos: “Dios bendice el bien en esta situación, lo declaro y lo quiero ver”, y de ese modo todo se aclarara y el bien oculto en cada situación aparecerá.
No precisas ser un mago o un santo, ni siquiera un sacerdote, para dar la bendición, es cuestión de práctica y de ver sus resultados; no debes creer en nada de esto si no los has puesto en práctica por ti mismo, pero te aseguro que verás cambios.
Por supuesto que uno puede pedir la bendición de un sacerdote, santo, mentor, padres o incluso un amigo en quien uno confíe mucho en su criterio, porque la bendición del bien en si mismo es un poder tremendo contra todo mal, incluso si fue dicha hace mucho tiempo; como por ejemplo las de San Francisco de Assis a su hermano Leone, cuando le dijo: “El Señor te bendiga y te guarde. El Señor te muestre su faz y tenga compasión de ti. El Señor vuelva a ti su rostro y te de paz”.
Hay países como la India o Venezuela, donde la bendición es una parte muy vital del diario vivir, y a nadie se le ocurre hacer algo importante sin pedir la bendición de un gurú o familiar; a veces se hace con un gesto de manos, con solo una mirada, o incluso con su sola presencia en un lugar, el ambiente se llena de bendiciones positivas.
Así que, ponte a practicar la bendición, y bendice el bien en la ciudad mientras caminas, cuando entras a un local, cuando te cruzas con la gente; y a todas las personas le puedes decir audiblemente o solo con tus pensamientos: “Dios bendice el bien en ti”, y serás una bendición caminando y expandiendo luz por donde vayas. Esta sería una manera hermosa de expandir el Bien por toda tu ciudad, país y el mundo entero. Gracias por hacerlo, Dios Bendice tu Bien.
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