Prof. Dipl. Gabriela Arias

Las clases para los docentes no comenzaron a mitad de año como muchos creen, nunca se detuvieron desde que comenzaron en marzo. Contrario a lo que la mayoría de la población y aparentemente las autoridades de la educación creen los docentes no hemos parado de trabajar desde que comenzaron las clases en marzo, es más no nos detuvimos ni un día, pasamos directamente de la presencialidad a la virtualidad. El trabajo de los maestros y profesores lejos de verse disminuido con la actividad virtual se acrecentó, ya que no solo se trató de hacer actividades y subirlas a CREA o a la plataforma usada, sino de hacer un seguimiento a los alumnos, si cumplían o no, si se conectaban o no, relevar quienes tenían acceso y asegurarse que lo consiguieran. A la tarea administrativa le sumamos el estrés y la angustia de la falta de acercamiento físico, sumamente necesario sobre todo en primaria. Tanto los docentes como los alumnos necesitamos del acercamiento físico, no solo porque ser seres humanos sino porque nuestra profesión se apoya en eso. El agotamiento de los docentes no es físico principalmente, no se va pidiendo un día libre y durmiendo una larga siesta. Es agotamiento mental, es angustia acumulada, es rabia del desprestigio. No sólo transformamos nuestros livings en salones de clase sino que usamos nuestros recursos (internet, computadoras), sin que se oyera el pedido de exoneración de la tarifa. Es un desafío mantener una clase en orden en forma presencial, cuanto más en lo virtual. Es cierto que hubo quienes no trabajaron como debía pero son los mismos que en la presencialidad hacen lo mínimo. Aun así la gran mayoría sí cumplió y con creces su trabajo, intentando a veces por todos los medios que a todos los alumnos les llegaran las actividades, enviando audios y videos  por whatsapp, muchas veces desesperándose por la falta de respuesta de las familias.

Sin embargo, no somos los docentes los únicos agotados mentalmente. Los alumnos y sus familias, durante meses su hogar se convirtió en escuela y los adultos de la casa en maestros y profesores. Muchos de los adultos responsables comentaban de la falta de herramientas para ayudar a los niños o adolescentes en sus tareas diarias, lo que derivaba en conflictos continuos y se leía en las redes “Yo no soy maestra, no sé cómo ayudarla”, “Esto que manda el profesor ya me lo olvidé tuve que buscar en google”, “No me peleo más con mis hijos, que hagan lo que puedan.” Y así infinidad de comentarios de cuan estresadas estaban las familias a la hora enfrentar las tareas, sin mencionar la organización con los dispositivos disponibles. Tema no menor, equipos ceibal rotos o falta de internet en los hogares fueron motivo también de discordia en los hogares uruguayos.

Con todo esto expresado parece una penitencia la extensión de las clases, parecería que las autoridades creen que una semana alcanza para recuperar lo que ellos creen perdido y que un docente, el salón de clases y un montón de alumnos alcanzan para que el acto educativo tenga lugar. Desconoce la situación climática de los departamentos del norte del país y las condiciones edilicias de muchos de los centros. En mi opinión esta extensión desconoce la realidad a la que nos enfrentamos los docentes y las familias durante todo este año, minimiza la labor docente y penaliza el reclamo de un reconocimiento justo. No se trata de renegar de nuestra profesión, sino de que se reconozca y valore.

TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR

¿Se acaba el recreo del puente? El gobierno anunciará medidas la próxima semana

La semana próxima el gobierno dará a conocer medidas a adoptar en…

Historia del turismo en Paysandú (parte I)

Por Juan Andrés Pardo – Magister en Consultoría Turística egresado de la…

El edificio Torre de la Defensa en Paysandú demandará una inversión de más de 12 millones de dólares

Evocando el Paysandú de otrora, Mario C. Macri fue uno de los…

Martín Troisi: “Es más importante saber inglés que saber programar”

El uruguayo que vendió su empresa en 100 millones de dólares Por…