Por Marita Coria
“Pregúntale a un hombre cuál es su mayor temor acerca de cumplir una condena en la cárcel y casi inevitablemente dirá que TEME SER VIOLADO. ¿Qué podemos deducir del hecho de que la cárcel es para los hombres, lo que la vida es para tantas mujeres?” Soraya Chemaly
Hay una sociedad encendida que discute, niega, empatiza. Hay una víctima destrozada por elegir libremente tener sexo con un hombre y lo que podría haber sido una noche placentera, termina en una salvaje violación colectiva. Hay un discurso en la órbita del sentido común suspendido en la era victoriana. No se quiere enterar que vivimos un tiempo que es resultado de tantas luchas femeninas y avances de gobiernos progresistas para evitar resquebrajar las vidas de niñas, niños, jóvenes y mujeres.
La activista Soraya Chemaly no menciona la cárcel para el caso de las mujeres porque lo cierto es que la exposición para nosotras no es en lugares puntuales sino que gira en un miedo permanente, en cualquier sitio del territorio: en la calle, en tu barrio, en un lugar de diversión, en un ómnibus y en el ámbito privado de los hogares.
Hay una discusión con altura por momentos y otra que nos revienta en la cara por desconocimiento y extrema frivolidad de aquellos que justifican el hecho de que los cuerpos de las mujeres parecen pertenecer siempre a alguien y nunca a nosotras mismas. Cuerpos sujetos a reglas que con precisión quirúrgica te dictan cómo caminar, maquillarte, vestirte, decidir.
Tras la violación de una joven, la fiscal Sylvia Lovesio afirmó que los delitos sexuales en Uruguay “no son una prioridad en materia de políticas públicas”.
La violación grupal ocurrida en Montevideo el domingo de madrugada contra una mujer de 30 años generó una indignación tal, que los medios tan afines a crear cortinas de humo no tuvieron más remedio que hacer énfasis en este hecho.
Esperando la inmediatez
La joven conoció a uno de los agresores en una discoteca, con quien se retiró del lugar y mientras mantenía relaciones sexuales con alguien que eligió, ingresaron dos sujetos a la habitación y la escena terminó como todos ya sabemos.
Dos hombres mayores de edad y un adolescente fueron identificados. Hasta ahora uno de ellos permitió que se le realice una muestra de ADN. Quedaron en libertad, fueron emplazados y puestos a disposición de la Justicia.
Lovesio, responsable del caso, es fiscal de Delitos Sexuales, Violencia Doméstica y Violencia basada en Género. Admitió que diariamente reclama tener las evidencias con mucha más inmediatez, para poder darle a la víctima una respuesta rápida.
Agregó que las penas incluidas en nuestra legislación “muchas veces son ridículas” y “no contemplan el daño que la víctima sufre” y que su señalamiento es un “mal endémico” a combatir.
Reconoció la impotencia que sienten los fiscales porque los delitos sexuales en nuestro país “no son una prioridad en materia de políticas públicas” y “nos gana la impotencia”.
Se coló la LUC
Ni lerdos ni perezosos, dirigentes nacionalistas utilizaron sus cuentas de Twitter – no ya para repudiar el aberrante hecho – sino para defender la Ley de Urgente Consideración (LUC) y los cambios que introduce para este tipo de delitos.
“Vota NO al derecho del violador a salir antes”, escribió el senador del Partido Nacional Sebastián da Silva, argumentando que el artículo 86 de la LUC permite que los victimarios cumplan toda la pena en la cárcel.
Sí pero no tanto
Abogados constitucionalistas consultados por El Observador afirman que la LUC quita beneficios liberatorios a los mayores que cometan delitos sexuales (el artículo 86 cambia el número 13 de la ley 17.897). Para el caso de los menores, el artículo 75 modifica el 90 del Código de la Niñez y la Adolescencia, impidiéndoles salir en régimen de semilibertad.
El 76 cambia el 222 del Código para que los condenados por delitos sexuales que tengan entre 15 y 18 años mantengan ese antecedente en su expediente una vez cumplida la mayoría de edad.
Sin embargo, discrepan con los cambios que la LUC introduce en el artículo 86 relacionados al endurecimiento de las penas. El artículo 26 de la Constitución afirma que la cárcel debe cumplir un rol de reeducación que se pierde si se quita la redención por trabajo y estudio.
Al hablar de desacuerdos afirman que el aumento de las penas no sirve porque están comprobados los altos índices de reincidencia. La educación así como la libertad vigilada serían caminos a seguir pero sobre todo, atención psiquiátrica para un problema que no lo soluciona la cárcel.
Fuera de su sitio
El comunicador Martín Fablet (Las cosas en su sitio, radio Sarandí) recibió un fuerte repudio por sus cavernícolas expresiones: “Viendo esta realidad en la que vivimos y en la que te puede pasar esto, y sufriría muchísimo si les pasara a mis hijas ¿No es un consejo el de ‘no me hagas trompita en los Instagram, no me hagas videítos moviendo la colita’? Estoy preguntando, no lo estoy aconsejando”. “Si vas a Jackson (el boliche) esa pollerita tan corta capaz que no está bueno que la lleves, es una pregunta que me hago en la realidad que vivimos”. Supongo que no se refería a la nena de Artigas que con sólo 10 años era violada por seres excecrables, en conocimiento de su madre y padrastro.
Recibió el repudio de sus compañeros de trabajo y de usuarios de redes que, dicho sea de paso, lograron la suspensión de la cuenta de Orlando Petinatti tras publicar una foto de la pantera rosa colgada de una soga, en alusión a la campaña por el SÍ. Fablet recibió respuestas verdaderamente inteligentes.
Una de ellas fue la del humorista político Leandro Ureta: “Fablet salió a dar consejos anti-violación: no usar pollera cortita, no hacer trompita en Instagram y no mover la colita en tiktok. Todos consejos para ELLAS. Se le olvidó el consejo/pedido principal para ELLOS: ¡No violen!”.
Por último, una reflexión de Rita Segato: “el violador es un ser humano y actúa en función de relaciones de género. Con la violación, ejecuta un crimen moralizador. Quiere restaurar el poder masculino y recordar a la vìctima, cuál es su lugar”.
Entonces, queridos lectores, ¿cómo no entender que estamos hartas de tener miedo, de cada aberración, cada femicidio, cada manoseo inútil, cada demostración de machismo? La demanda es generar ese espacio de reflexión con nuestro entorno y esperar que el gobierno no ponga en igualdad el delito sexual como política pública con la promoción de la LUC. Decepcionan y no lo disimulan.