Cada vez hay más residenciales para el adulto mayor en Paysandú. Visitamos San Cono
No suele ser nada sencillo tomar la decisión de ingresar a un ser querido en un Hogar de Ancianos o Residencial. No es fácil tampoco decidir para la persona misma dejar su casa y optar por ingresar a estos establecimientos ni para su familia que toma, en ocasiones, la decisión en conjunto.
Hay un prejuicio instalado que los hechos van pulverizando, es que al adulto mayor se lo “deposita” o se lo deja al cuidado de gente que no es cercana. Pero es fácil opinar, sobretodo para aquellos que no se van a hacer cargo. Los colegas de El Eco de Colonia consultaron a la geriatra, Dra. Soad Ayul, sobre la institucionalización de personas. La pregunta fue la siguiente.
-¿No es fácil para el adulto mayor dejar su casa y pasar a vivir en un Hogar de Ancianos con otras personas que no son de su entorno cercano?
Personalmente creo que hay una mala mirada hacia los residenciales, y uno quiere permanecer hasta su muerte en el domicilio. Si, por ejemplo, la persona tiene demencia, que es una patología frecuente en el adulto mayor donde no se da cuenta si prendió la cocina, si puso el agua a hervir, donde dejó determinado objeto, etc, hay una mayor cantidad de riesgos que se le pueden sumar. A esto se le llama anosognosia (a -no- noso -enfermedad- gnosis-conocer-), que no se da cuenta, le preguntás como está de la memoria y te dice “bien”, pero no se acuerda en que día o en qué año vive, o no sabe con precisión donde está. Es allí donde cuidar se convierte en una posibilidad, y es allí donde la opción del ingreso a un residencial se convierte en una opción valedera. No desde la perspectiva incapacitante, pero en muchas ocasiones tiene que vivir acompañado las 24 horas de su día o de lo contrario institucionalizarle. En varias ocasiones, las pluripatologías del adulto mayor (tiene varias patologías) lo hacen dependiente de cuidados, y es allí donde necesita el cuidado de un terceros para permitirle transitar por esta etapa natural de todo ser humano. Es evidente que si la persona sale con sus amigas, va a jugar a las cartas, sale a tomar el té, estar viviendo en su medio o en un establecimiento de larga estadía (ELEPEM) su cotidianeidad no debería verse afectada.
-Suele ser difícil para los hijos llevar a sus familiares a un hogar o residencial.
Eso también es parte de la cultura. Ahora, ante tanta tecnología y viviendo en otros tiempos, nosotros haciendo broma con algunos colegas, decimos a nuestros hijos nos van a meter en un residencial por internet o van a entrar a la página de los residenciales por zona y precios, y según lo que les resulte nos van a institucionalizar. Una persona de 80 – 90 años, por ejemplo, hace 60 años lo que quería era que sus hijos lo cuidaran cuando fueras viejo. Pero hoy día van cayendo esos mitos, ahora ya no existen menos prejuicios. Es verdad que influye mucho la cultura de cada país donde esto pasa. Habitualmente en este país a las instituciones de larga estadía no van pacientes que están bien de salud, y que pueden vivir en la comunidad, cuando el familiar piensa en institucionalizarlo es porque el adulto mayor ya tiene determinada dependencia. Está deteriorado, no puede vivir solo, no maneja su dinero, su medicación o la toma mal. De repente llaman los vecinos a los hijos porque lo vieron en el medio de la calle, en invierno, vestido con ropa de verano, eso denota que el paciente cognitivamente no está bien. De repente tiene una patología psiquiátrica previa, pero en realidad ese tipo de pacientes es el que va a los residenciales.
En Paysandú visitamos San Cono
El Residencial San Cono es uno de los lugares existentes que hay en Paysandú, tiene muy buena reputación. En este último tiempo, se han hecho más frecuentes no solo en lugares físicos, sino también lo podemos notar en los medios televisivos, radios, prensa y ni dejar de mencionar las redes sociales. El “Residencial San Cono” surgió como una alternativa laboral para María Eugenia Vercelli quién hoy está al frente de éste establecimiento y su madre Blanca, allá por Octubre de 2005.
Según el registro en la plataforma del MSP, en agosto del 2023, en Paysandú hay solo cinco registrados (en el proceso final de habilitación) y tres que ya se encuentran habilitados. El resto funcionan, en condiciones que a la luz de los hechos, se desconocen ya que no siempre poseen la transparencia necesaria, y podrían funcionar en una especie de clandestinidad. En sus orígenes por los años ´90 funcionaba como una casa de familia donde se cuidaban a adultos mayores, como una fuente de ingresos. En los últimos 20 años, posterior a la implementación de la Ley 17.066, los mismos han tenido un marco normativo para su funcionamiento, y se le ha dado una impronta profesional a esa forma de “cuidar”.
Se han profesionalizado
Desde ese momento a la fecha, menciona el Licenciado en Enfermería Iván Gordienko así como su esposa María Eugenia Vercelli “ha cambiado un montón, se ha ido profesionalizando”. No olvidemos que “Mamá no tenía vínculo con nadie que tuviera un hogar, lo empezó de abajo, era una salida laboral”, “de hecho ella está hoy como residente junto con nosotros” acota. Blanca (madre de Eugenia) se atrevió a alquilar una casa más cómoda y le dio de lleno al trabajo, “hoy técnicamente se podría decir que era una emprendedora”. Todo empezó con su fuerza de voluntad y la ayuda de una amiga. Anecdótico, Iván nos cuenta que “tenía como al inicio de todos nosotros”, un prejuicio de tal magnitud “que yo era el novio de ella y me quedaba afuera”, se ríe. “Por suerte se ha ido cambiando la mirada, y aquellos asilos que se visualizaban como grandes pabellones con personas descuidadas fueron transformando nuestra mirada condenatoria”. Concuerdan que “es un ingreso económico fácil cuando lo que hacés no es apropiado”, “siguen existiendo lugares donde ponen dos camas, una mesa de luz y un plato de comida”. “La DIGESA en Paysandú ha dado talleres sobre el funcionamiento de estos establecimientos, hay condiciones mínimas que deben tener para su correcto funcionamiento. Desde lo organizativo como tener un equipo técnico, referente del área social, proyecto escrito sobre cuales son las pautas de funcionamiento, consentimiento de ingresos. Así como obligaciones de la planta física sobre accesibilidad, iluminación, ventilación, condiciones en dormitorios y baños, contar con área de esparcimiento, calidad de condiciones edilicias e higiénicas”.
Es justo precisar que el abanico de precios es muy grande inclusive en Paysandú por lo que pudimos averiguar pueden oscilar desde 30 mil pesos a más de 90 mil y como consecuencia, los servicios son distintos. Claramente poder acceder a un residencial es una problemática social, pero también económica. Concuerdan que los residentes “más allá de estar bien atendidos, se les debe dar de comer bien, bañarlos todos los días” deben ser atendidos en su integralidad como persona, “aún cuando su hora está por llegar al final” (…) “tiene que llegar de forma digna, impecable, remarca”.
Distintos contextos familiares, el duelo y la culpa
“El sentimiento de culpa aparece cuando se produce un choque entre el modelo ideal de conducta interiorizado, con lo que hace la realidad por si” menciona Iván y “cuando alguien está atrapado en esa culpa hace que se mantenga el estigma”. Recuerdan que al hogar “vienen de contextos distintos, familias únicas, que deben ser respetadas con todos sus bemoles, algunos son hijos o hijas únicas, otros por temas físicos o sociales”, o la “simple vorágine diaria donde el ya y ahora” pesan en demasía. Menciona Eugenia que “te pongo el siguiente ejemplo, una persona que deba recibir todos sus alimentos en tiempo y forma, sumada la medicación adecuada, con un criterioso cuidado y además velar por todas las necesidades que surjan, requiere de una expertiz, que en el seno de una familia en ocasiones no se lo pueden ofrecer, no porque no lo deseen, sino porque no lo conoce” (…) “a eso sumale las necesidades del personal para que cuide, con sus respectivas obligaciones sociales”. Eugenia apunta que “a veces el adulto mayor es de carácter fuerte, a veces desconfiado, me faltan cosas, en otras si lo tenés en tu casa le molesta la gente que lo atiende”. Para el familiar que lleva al adulto mayor a un Residencial también se le abre una etapa diferente, hay un duelo desde la anticipación al hecho de llevarlo, hasta como estará pasando, o en el peor de los casos, lo estoy dejando para morir”, el ingreso a un ELEPEM es una identidad en continua construcción, que lleva su período de adaptación, tanto para la familia, como para el residente como para los cuidadores. “Es como que te arrancan un brazo” comenta un familiar a 20Once. Otro menciona que “tenía una opinión negativa, hasta que lo vi por dentro, no por su riqueza material, sino por el valor humano” (menciona un profesional de la salud, cuando su familiar ingresó a esta residencia). Iván opina “hay decenas pero siempre que hay que evaluar ofertas con costo” considera lo siguiente, “vuelvo a decir, que haya no quiere decir que estén alineados a lo establecido al Decreto 356/2015”. Las personas que trabajan con nosotros “tienen cursos, o los vamos formando a medida que pasa el tiempo, algunas de ellas son enfermeras, que da un valor agregado, pero no es requisito obligatorio. Si es necesario que cuenten con el curso habilitado por MIDES”. No obstante, no siempre se ha tenido esta visión del ingreso de un padre, madre, tío, hermano o conyugue como alternativa, aún más cuando escuchamos alguna noticia relacionada con personas mayores, los residenciales y los ancianos. Pero esas noticias, pintan en nuestra mente una idea errónea o injusta del trato, los cuidados o los servicios que se ofrecen en los residenciales. También debería promulgarse como estos residenciales como nuevos espacios de sociabilización, de integración, de estimulación, de cuidado, de mejoras en la esperanza de vida, como una oportunidad.
El rol del cuidador
En el San Cono hay una figura, “Rosa” es un rol fundamental dentro del equipo. Trabaja en San Cono, y ella habla de “sus viejos”, “tiene una formación específica, que es la del cuidar desde el corazón, la que regula los humores, y también la que los mima en su cocina con los ´no permitidos´ de los días de lluvia por ejemplo. “Ella media entre patrones y empleados, entre residentes y cuidadores, tiene algo que se llama experiencia”. Sin dudas que la parte “humana no hay que perderla nunca (…) pero el ser humano es un bicho difícil”. Eugenia valora el aspecto social que encuentran allí, “el estímulo que tienen es importante, se ponen a conversar, hacen rondas de mate, juegan, comentan novelas, salen a pasear, si vivís solo no hay ese ida y vuelta”. “Muchas veces y por distintas razones las amistades dejan de ir, eso suele pasar y genera bronca en el círculo cercano”.
La Agenda de San Cono: estimulación
“Acá no vienen a vivir solo para comer, a dormir, y bañarse. Si piensan eso, están en el lugar equivocado. En San Cono hay una agenda semanal de actividades de estimulación. Los lunes musicoterapia con “Tito” Mendaro, los martes manualidades, miércoles y viernes fisioterapia, los jueves son de estimulación psicocognitiva, y fines de semana hay paseos. Este año fueron algunos a Cocinarte, también han ido al teatro, a la semana de la cerveza, a “Flor de ciudad” el año pasado, y este año irían de nuevo si el tiempo acompaña, son un valor agregado y es lo que tiene este trabajo. Generalmente hay más mujeres que varones, siempre es así. La disponibilidad de cupos fluctúa por razones obvias y admiten que es la parte más fea de este trabajo “porque uno se encariña”.
La pandemia y sus secuelas
Recuerdan la pandemia como una etapa horrible, porque “había un régimen estricto de visitas. Ahora no lo hay, se puede ir en cualquier momento. A nosotros nos encanta que siempre nos estén visitando, es estímulo para nuestro trabajo, y es cercanía para ellos y ellas. “Todos son bienvenidos al San Cono”.