Escribe Óscar Geymonat

Dame pues un corazón atento para gobernar a tu pueblo y para distinguir entre lo bueno y lo malo, ¿porque quién hay capaz de gobernar a este pueblo tuyo tan numeroso?

I Reyes 3:9

“Que Dios me ayude”. No estaban obligados a decirlo. El protocolo de la ceremonia de asunción de la presidencia y vicepresidencia de los Estados Unidos no lo establece como una obligación. La costumbre la ha vuelto una oración habitual.

El lunes 20 Donald Trump y James David Vance la repitieron al final de su juramento. Yo podría suscribirla. Con el juramento tengo otros reparos. Por supuesto que hago mío su pedido de ayuda tanto en la primera persona del singular como la pronunciaron como en la primera del plural que nos abarca. Y nos abarca. Las fronteras se han vuelto líquidas y con más razón hoy es evidente que “nada de lo humano nos es ajeno”; más tratándose de una potencia comercial, militar, cultural…  Y la única medida del éxito de un gobierno es la situación de su pueblo.

La liturgia de nuestros cultos reserva un momento de oración de intercesión en el que la comunidad pide a Dios por las personas en cargos de gobierno. Pide para ellas sabiduría y un corazón atento sabiendo que de sus decisiones depende la vida de muchas otras.

Dice ese primer libro de los Reyes que “a Dios le agradó el pedido de Salomón y le dijo: porque me has pedido esto y no una larga vida, ni riquezas, ni la muerte de tus enemigos sino inteligencia para oír y gobernar, voy a hacer lo que me has pedido.”

¿Qué hay en ese pedido de ayuda a Dios que fue dicho el lunes en el capitolio y oído por todo el mundo?

Quisiera creer que se pide sabiduría, antes de firmar un decreto de deportación masiva, para oír las búsquedas de las caravanas de migrantes que más que a la tierra prometida van huyendo de la que les resulta prohibida. Quisiera creer que se pide sabiduría para pensar, al declarar el estado de emergencia en la frontera con México, por qué hay gente que se tira al desierto con todo el cálculo de probabilidades en contra, antes de echarle candado a los pasajes o perseguirlos en la carrera. Quisiera creer que se pide sabiduría para conocer esas terribles situaciones humanas antes de declarar terroristas o delincuentes a más de trece millones de residentes ilegales en su país. Quisiera creer que se pide la sabiduría para oír las voces de científicos y personas que han dedicado años a estudiar los efectos ambientales de la actividad humana antes de firmar un decreto de salida del acuerdo de París que hace diez años informa sobre el calentamiento global y busca alternativas a su efecto destructivo. Quisiera creer que se pide sabiduría para entender que la economía es cuidado de la vida y no acumulación de riqueza. Quisiera creer que el pedido de ayuda implica la sabiduría de considerar qué significa “el destino manifiesto” de una nación antes de bravuconear con el sueño de su bandera clavada en la superficie de Marte. Quisiera creer que con la ayuda se pide la sabiduría de agradecer a Dios por haber sobrevivido a dos atentados contra su vida y pensar que responder con el mismo odio es una siembra de violencia que no parará de crecer. Quisiera creer que se pide ayuda a Dios para tener la sabiduría de pensar si comprar Groenlandia es nomás una transacción comercial o si corresponde reclamar el canal de Panamá como si Panamá no existiera.

Ese mismo lunes 20 la ONG Oxfam Intermón publicó un informe que dice que “el 44% de la población mundial vive bajo la línea de pobreza”. “En una perversa simetría, el 1% más rico de la población mundial posee prácticamente este mismo porcentaje de riqueza: un 45% del total.” Quisiera creer que cuando un líder mundial pide ayuda a Dios, pide un corazón dispuesto a dejarse interpelar por informes de este tipo.

Quisiera creer… pero no me resulta fácil.

En los discursos parece haber muchas más respuestas que preguntas, mucho más grito que amedrenta que silencio que escucha. Me resulta difícil encontrar el pedido de sabiduría y el corazón dispuesto porque parecen estar tapados por la arrogancia de quien dice tener todas las respuestas en la mano, un puño cerrado, un brazo extendido que trae malos recuerdos y un gesto permanente de enojo que en los tiempos que corren parece dar buenos resultados en materia de marketing.

Hay oraciones más parecidas a órdenes a Dios para que cumpla con nosotros que preguntas para que nos guíe. Es una tentación que nunca se nos aleja demasiado y el poder la atrae como un imán. Le pasó a Salomón cuando llegó a ser un rey poderoso y sigue sin ser la excepción.

Debajo de la mano levantada del presidente en el momento del juramento, dos ejemplares de la Biblia, la de tradición familiar y aquella sobre la que puso su mano Abraham Lincoln. Su presencia tampoco es obligatoria en el protocolo. No discuto su elección, es suya. Confío en que para el pedido de ayuda sea la Biblia la que esté sobre su mano y encuentre un corazón dispuesto a recibir su palabra.

“A quien mucho se le da, más se le pedirá”. El poder y la responsabilidad de un líder mundial de esa estatura es demasiada carga para un ser humano. No dejaremos de pedir la ayuda que necesita.

El tercer lunes de enero es feriado federal en Estados Unidos desde 1986. Recuerda el nacimiento de pastor Martin Luther King. Vaya coincidencia la de esta vez. “No saciemos nuestra sed tomando de la copa de la amargura y el odio” decía Luther King en su último sermón. Sigue siendo su sueño, y el nuestro.

Publicado originalmente en Noticias 24 enero 2025

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