Igual que la fuente de la juventud eterna, la reproducción del dinero representa uno de los ideales humanísticos más perseguidos. Aunque no lo digamos en voz alta, una gran mayoría, desea mantenerse joven o multiplicar la plata lo más rápido posible y si se pudiera, las dos: juventud y plata.
Para la primera existen métodos quirúrgicos y miles de productos rejuvenecedores que crean muy bien la ilusión. Para la segunda, las opciones son más escasas y aunque algunas resultan muy eficaces, entran de lleno en el terreno de lo ilegal. Hablamos del narcotráfico y del muy conocido, contrabando. Otras posibilidades pueden ser, las criptomonedas o los fondos ganaderos pero de esas, mejor ni hablemos.
Pero como estamos para ayudar no para poner palos en la rueda a esos inversores, que con mucho esfuerzo, han conseguido tener ahorros, les vamos a platicar de una posibilidad de inversión que aunque conlleva sus riesgos, como todas las opciones, tiene un potencial interesante de retorno y además, va acompañada de un status social altamente apreciado: la de producir cine.
Desde hace algunos años, en México, los artículos 33 y 189 de la Ley Federal de Cinematografía y la Ley del Impuesto sobre la Renta (LISR) permiten a las empresas, leáse empresarios, a realizar aportes económicos a producciones cinematográficas nacionales a cambio de una sustancial reducción en la tributación del ISR. Aunque al principio no fue tan claro entender el sistema, con el tiempo y con la práctica, sucedió un fenómeno que nadie calculó. Más allá del aporte financiero que algunos empresarios hicieron, el hecho de ver su crédito en pantalla, causó un impacto mayor, que el beneficio tributario a recibir.
Los empresarios, los gerentes, los de finanzas, los de mercadotecnia y hasta los de relaciones públicas, podían ‘presumir’ en juntas del directorio, en comidas empresariales, en fiestas de fin de año y en cualquier ocasión, que ahora tenían un nuevo rubro como productores de cine y ofrecían con orgullo, algunos títulos de películas que estaban en vías de estrenarse o ya habían producido. Los colegas, los rivales y hasta los mismos familiares ya no los podían ver igual. Habían desbloqueado el siguiente nivel que provocaban envidia.
Quizá estés pensando que el cine es demasiado caro para invertir y que tus escasos ahorros no dan para entrar en un negocio-arte tan extravagante o, que la posibilidad de obtener retorno económico es igual de difícil o más que en las otras opciones.
Al respecto te diré que en Argentina, México y Chile, han encontrado un modelo de producción, en donde es posible producir una película de género de principio a fin, con un presupuesto de $60,000 dólares o aún menos.
El mecanismo no es un misterio, se produce con crews acotados de alto nivel, con elencos eficaces no comerciales y departamentos con lo mínimo necesario para conseguir resultados precisos. Con este esquema, la película producida debe llegar lo más rápido posible al circuito de distribución y conseguir, a través de ventas a territorios, a plataformas o a ventanas de exhibición poco tradicionales, recuperar la inversión inicial. Hay casos en donde un presupuesto de una película de $50,000 USD consiguió un ingreso de $300,000 USD en un proceso que le llevó dos años. También hay ejemplos más discretos que han podido duplicar su inversión y eso les permitió comenzar un nuevo ciclo de producción.
Si vos fueras el inversor principal o formaras parte de un pull selecto de ellos, en más o menos dos años, estarías recibiendo el 100% de tu inversión inicial y estarías en posición de retirar tu plata o empezar una nueva aventura cinematográfica. Ni Conexión te hubiera ofrecido semejante perspectiva.
Pero como todo en la vida, esto no es un negocio al alcance de cualquiera. Es necesario tener una cabeza distinta, tener contactos, empaparte del mundillo del cine, apostar por equipos creativos con experiencia y que tengan un plan muy desarrollado de producción y además, que sean afines con tu perfil o producto. Aunque no es del gusto de todos, el cine de terror por lejos, es el más rentable a nivel económico. Se vende muy bien, incluso siendo malo.
Pero como ya lo mencionamos, está actividad tiene un plus: el status social. Es posible que la gente te admire por haber comprado 1,000 vacas y haberlas vendido a mejor precio pero si esas mismas personas, tuvieran el privilegio de ver tu nombre o el de tu empresa, en los créditos de una película exitosa, ahí hablamos de otra cosa. Hablamos de un valor intangible que no se puede medir. La reproducción de la plata tiene un impacto mayor cuando se acompaña de un sello de distinción. Dejas de ser un empresario o empresaria del montón para formar parte de un grupo social distinguido que no solo brilla por su dinero sino por su originalidad.
Por eso házme caso, invierte en cine no en vacas. Las vacas van y vienen y comen mucho. Una buena película, tendrá su lugar en tu CV pero sobre todo, en tu huella personal y distinguida como inversor.
Columna: Siempre que paró, llovió
por Salomón Reyes
Director, Guionista, Actor y Productor
Foto: Nicolás Onetti y Santiago Ríos durante el rodaje de 1978