Por Horacio R. Brum

Cuando este autor trabajaba en el Servicio Latinoamericano (Radio) de la BBC, allá por los años 80, entrevistó al presidente de la Asociación Psicoanalítica mexicana, quien estaba realizando unas investigaciones sobre la naturaleza de los dictadores. Aunque la democracia ya se perfilaba en el horizonte, los gobiernos dictatoriales eran la norma en América Latina y para todo el mundo democrático Augusto Pinochet era el símbolo de esos regímenes.

Estudiando comparativamente las biografías de personajes como Hitler, Stalin o Pinochet, el psicoanalista mexicano detectó elementos comunes en sus infancias que, según su diagnóstico, explicaban por qué los que llamaba “niños no queridos” llegaron a ser gobernantes autoritarios, con rasgos de crueldad. En general, entre esos elementos se destacaba una estructura familiar dominada por un padre muy estricto y una madre pasiva, incapaz de poner coto a las arbitrariedades de él. Similares fueron las conclusiones de la psicóloga suiza de origen polaco Alice Miller, especialista en maltrato infantil de fama mundial, quien en 1985 describió así el ambiente familiar de Adolf Hitler: “A partir de los documentos disponibles, podemos representarnos con bastante facilidad el contexto en el cual creció Hitler. La estructura familiar puede ser considerada como el prototipo del régimen totalitario. La única autoridad indiscutible, y a menudo brutal, era la del padre. La mujer y los hijos estaban totalmente sometidos a su voluntad, a sus caprichos y a sus humores; debían aceptar las humillaciones y las injusticias sin cuestionarlas e incluso agradeciéndolas; la obediencia era el primer principio de vida”. Aunque sin tanta brutalidad, la obediencia y la disciplina dominaron el hogar de Augusto Pinochet, cuyo padre fue un funcionario público estricto y su madre ama de casa.

Otro dictador producto de las circunstancias familiares fue el español Francisco Franco, uno de los diez casos que se analizan en La infancia de los dictadores, de la periodista francesa especializada en criminalidad y psicología Véronique Chalmet. Según Chalmet, Franco se crio en un ambiente militar, con un padre injusto que desplegaba un humor insultante en sus reacciones anticlericales y liberales y generaba conflictos en la sociedad católica y tradicionalista de las colonias españolas donde sirvió como marino. Ante ese padre avasallante, el futuro dictador optó por el disimulo y por evitar expresarse a menos que fuera absolutamente necesario. A su bajo perfil contribuyó la apariencia física, de escasa estatura y con voz aflautada.

Véronique Chalmet sostiene que todos los dictadores “llegaron a la edad adulta llenos de frustraciones y fisuras psicológicas, desequilibrados, incapaces de entablar relaciones humanas normales”, pero se encontraron en situaciones históricas de excepción por las cuales llegaron al poder y “la embriaguez de la omnipotencia se apoderó de esas almas atormentadas”.

Chalmet y Miller son citadas ahora en Argentina para tratar de explicar el comportamiento del presidente Javier Milei, quien si bien no tiene punto de comparación en los atropellos cometidos por los dictadores de la Historia, destrata a todos sus oponentes -reales o imaginarios-, con una violencia verbal inusitada. Milei, como él mismo lo ha relatado, creció en un hogar donde a diario sufría los insultos, los castigos y el menosprecio de un padre violento, al cual su madre era incapaz de ponerle límites. El único amparo del actual presidente argentino estaba dado por su hermana Karina, lo que explica que le haya dado uno de los cargos más altos del gabinete, la llame “El Jefe”, y en su mensaje por el primer aniversario del gobierno haya dicho que la nación entera está en deuda con ella.

Recientemente, el escritor e investigador de las relaciones humanas, el argentino Sergio Sinay publicó en el semanario Perfil una columna titulada El poder como venganza, donde recurre a las obras de Miller para intentar comprender fenómenos políticos como la llegada al poder de Trump o Milei y el uso que hacen de ese poder. “Sus padres fueron personas ausentes o su presencia fue autoritaria y violenta” expresa Sinay. “En varios casos se suma a eso que, tanto durante la infancia como en la adolescencia, fueron objeto de bullying, burla, desprecio o exclusión tanto en los colegios a los que concurrieron como en otros círculos en los que se movían…”

Para el columnista de Perfil (un periódico que está entre el periodismo independiente detestado por el mandatario argentino), “…muchos de esos niños maltratados y avasallados crecen con un poderoso propósito inconsciente. El de contar un día con el poder suficiente que les permita alcanzar una posición desde la cual les puedan hacer a otros lo que les hicieron a ellos. Ese es a menudo el objetivo y el uso del poder…Es significativo que este tipo de líderes, dirigentes y gobernantes sean investidos por sus fanáticos con las características y los disfraces de súper héroes o que se los rodee con aureolas de emperadores. Esto vendría a revelar la mentalidad de los creyentes. Las sectas que se construyen alrededor de un líder mesiánico suelen estar integradas por quienes licúan su identidad en él y lo erigen como vengador de sus propios resentimientos. Inconsciente personal e inconsciente colectivo se funden entonces…”

Siguiendo el análisis de Sinay, es interesante constatar que entre los primeros y más afectados por el ajuste económico dispuesto por Javier Milei están los jubilados y ya cuando era candidato calificó a los adultos mayores de “viejos meados”. A la baja del poder adquisitivo de las jubilaciones, hay que agregar la reducción de los beneficios de la asistencia para comprar medicamentos, la suspensión de los créditos sobre el haber jubilatorio y la eliminación del sistema de moratoria, por el cual una persona podía jubilarse sin tener todos los años de aportes, algo importante en un país donde casi el 40% de los trabajadores están “en negro”.

Cualquier niño tuvo el deseo de hacer sufrir a sus padres cuando creciera, cada vez que ellos lo reprendían o contrariaban; un deseo más fuerte, probablemente, si se era víctima de maltrato. También tuvimos en la niñez el deseo de romper las reglas de comportamiento y decir: “pipí” o “caca” si nos prohibían las palabrotas. Tales deseos debieron desaparecer con la adaptación a la vida adulta, pero quedaron en algún lugar del inconsciente y pueden aflorar con otras formas en las personalidades con mecanismos de autocontrol débiles y dificultades para la convivencia. Por otra parte, esas personalidades pueden llegar a encarnar las frustraciones, resentimientos y odios de las masas, en aquellas sociedades donde se deterioraron profundamente los valores sociales y políticos. No sólo por la inflación llegó Milei a la presidencia de su país…

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